Crítica

‘Patria’ rezuma verdad

Aitor Gabilondo ha filmado la crónica del posterrorismo

Jon Olivares en un instante del primer capítulo de 'Patria'

La serie televisiva Patria, creada por Aitor Gabilondo para HBO España (estreno el 27 de septiembre), rezuma verdad y profundiza, como ninguna otra ficción sobre ETA, en la corrosión del terrorismo en la convivencia así como en la reclamación de las víctimas por conocer la verdad y lograr justicia y reparación. Sin falsas equidistancias y sin maniqueísmos, abre una puerta a l...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La serie televisiva Patria, creada por Aitor Gabilondo para HBO España (estreno el 27 de septiembre), rezuma verdad y profundiza, como ninguna otra ficción sobre ETA, en la corrosión del terrorismo en la convivencia así como en la reclamación de las víctimas por conocer la verdad y lograr justicia y reparación. Sin falsas equidistancias y sin maniqueísmos, abre una puerta a la esperanza de reconciliación en una comunidad rota por el terrorismo. La serie emociona, a lo que contribuye la soberbia interpretación de los actores, empezando por Elena Irureta y Ane Gabarain. Su vivencia de la historia narrada –los actores son vascos– se percibe en su gestualidad, en su lenguaje sobrio e irónico, que le otorga credibilidad a la película y proximidad al espectador, reforzada por la elección del marco guipuzcoano en que se desarrolló la historia.

La serie rezuma autenticidad al relatar la soledad extrema a la que fueron sometidas las víctimas por ETA. Lo corroboro tras haber escrito un reportaje para El País Semanal, poco antes del confinamiento de la pandemia, sobre Hernani, la localidad guipuzcoana en la que Fernando Aramburu inspiró su novela, a la que Gabilondo es fiel. No logró rodarla en Hernani porque su alcalde, de Bildu, no firmó su autorización. Lo hizo en Soraluze, muy cerca.

En Hernani, ETA asesinó a seis personas, cinco empresarios fueron extorsionados y 55 personas fueron agredidas. La localidad sufrió centenares de ataques de kale borroka. Una testigo me contó cómo la esposa del alcalde, de Eusko Alkartasuna, que, con apoyo socialista, arrebató durante unos años la alcaldía a Herri Batasuna, fue agredida por jóvenes abertzales sin que ni ella ni nadie la auxiliara. Lo mismo le sucedió a la hija del concejal socialista José Morcillo, agredida por jóvenes abertzales en el autobús Hernani-San Sebastián. El miedo social paralizaba a la gente, sobre todo, en localidades con gran influencia abertzale.

La serie refleja atinadamente cómo el terrorismo, además de matar, destruyó la convivencia entre familias y dentro de ellas, las vidas de los entornos de las víctimas y de los verdugos. Pero también subraya la victoria moral de los familiares de las víctimas sobre los de los verdugos y desbarata la tesis abertzale de la equiparación del sufrimiento de víctimas del terrorismo y presos etarras. Patria aclara que las víctimas del terrorismo lo fueron injustamente mientras los etarras eligieron, sabiendo que la cárcel era una opción probable. En aras de su credibilidad, resalta, también, el trato vejatorio y las torturas policiales a los etarras.

Otro acierto es la explicación del atractivo de la irracionalidad del terrorismo en la juventud en los años de auge de ETA. Las hazañas del joven en la kale borroka le convierten en un héroe, respetado por referentes del pueblo, que le estimulan, con su discurso nacionalista agónico, a profesionalizarse como terrorista. En Patria es el cura. Pero era más habitual el abogado o el líder abertzale local. En Hernani, en los años de plomo, a jóvenes de la kale borroka excarcelados se les homenajeaba, subidos al balcón del Ayuntamiento. Hubo una grave perversión de valores aún no superada.

La serie es muy rigurosa en la ubicación temporal de la historia. El asesinato que sirve de detonante de la historia se produce en los años inmediatamente anteriores a la detención de la cúpula de ETA en Bidart (Francia), en marzo de 1992, que marca la decadencia de la banda. La detención del etarra coincide con esa decadencia y derrota moral, que la película refleja brillantemente.

Hoy el terrorismo ya es historia. Pero no lo son sus consecuencias. Empresarios y concejales no nacionalistas circulan sin escolta por Hernani, pero no entran en los bares abertzales. Del pasado no se habla y cuando se pregunta, la gente, excepto los cargos públicos, sigue reclamando que no se publique su nombre. En tiempos recientes, Bildu ha rechazado dos veces en el Ayuntamiento propuestas de reconocimiento a las víctimas de ETA cuando socialistas y peneuvistas han apoyado condenas del GAL –la guerra sucia se cebó en Hernani en la Transición y asesinó a seis vecinos– y defendido el acercamiento de presos. Entrevisté en Hernani a su actual alcalde abertzale y aún equipara el sufrimiento de las víctimas de ETA al de los presos etarras.

En este sentido, Patria se adelanta a Hernani. El eje central de la trama, la necesidad de la víctima de conocer, antes de morir, la verdad del asesinato de su marido y de escuchar a su asesino pedirle perdón, se cumple en Patria como ha sucedido en lugares, como Rentería. Pero no es aún realidad en Hernani ni en otras muchas localidades. ETA se disolvió hace dos años sin pedir perdón a todas sus víctimas. Y la izquierda abertzale, aunque ha dado pasos, aún no ha reconocido a las 850 víctimas de ETA que lo fueron injustamente cuando este país ya estaba en democracia o transitaba hacia ella. Es una necesidad que Patria refleja bien.

Pero, también, para los jóvenes que, mayoritariamente, desconocen una historia amarga que deben leer, antes de pasar página, para que no se repita. También los mayores tienen un déficit de reflexión sobre el terrorismo, facilitado por la actitud de algunos partidos que pretenden blanquear su historia y otros que quieren utilizarla políticamente. Patria contribuye a una lectura racional de lo sucedido y no debe repetirse como con el capítulo de las víctimas del franquismo que, 80 años después de la Guerra Civil, aún no se ha cerrado, generando un problema de convivencia.

Al abordar cuestiones muy vivas tras la desaparición de ETA, como la convivencia y el reconocimiento de las víctimas, puede decirse que esta es la serie del posterrorismo. Pero no existe la obra total sobre ETA. Hay que acudir a otras para conocer la resistencia civil contra ETA, los orígenes del terrorismo etarra y su final; su funcionamiento, la guerra sucia, etcétera. Patria refleja una gran verdad, que, en 1980, denunció la primera carta de los intelectuales vascos contra el terrorismo –Caro Baroja, Txillida, Michelena, Celaya–. El principal problema de los vascos lo tenemos dentro.


El periodista de EL PAÍS Luis R. Aizpeolea es especialista en ETA. Ha escrito, entre otros, los libros Los entresijos del final de ETA y coescrito el libro y luego documental El fin de ETA, así como el documental Lagun y la resistencia civil a ETA.

Más información

Archivado En