Hedor
¿Qué consumen la tercera, cuarta o quinta edad desde que abren los ojos? Encienden las televisiones en abierto, preferentemente Telecinco, que al parecer coloca mogollón
Se supone que las necesidades extremas del ánimo y las adicciones fuertes pueden encontrar cierto alivio con la sabiduría que se presupone albergan la psicología y la psiquiatría. O cierto tipo de televisión. Tom Waits afirmó alguna vez que su enganche con el tabaco era tan fuerte que ponía el despertador en medio de la noche para fumar. Seguro que era una exageración pintoresca. Pero sé de bastante gente que lo primero que hacen al despertarse es encender el ordenador o el móvil. Por vicio o para enterarse de las noticias del mundo. Bueno, también hay enfermos muy graves cuyo primer c...
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Se supone que las necesidades extremas del ánimo y las adicciones fuertes pueden encontrar cierto alivio con la sabiduría que se presupone albergan la psicología y la psiquiatría. O cierto tipo de televisión. Tom Waits afirmó alguna vez que su enganche con el tabaco era tan fuerte que ponía el despertador en medio de la noche para fumar. Seguro que era una exageración pintoresca. Pero sé de bastante gente que lo primero que hacen al despertarse es encender el ordenador o el móvil. Por vicio o para enterarse de las noticias del mundo. Bueno, también hay enfermos muy graves cuyo primer contacto con la realidad es un pico, una raya, un canuto, un chupito.
¿Y qué consumen la tercera, cuarta o quinta edad desde que abren los ojos? Me cuentan que una parte considerable de ellos encienden las televisiones en abierto, preferentemente Telecinco, que al parecer coloca mogollón. Y todas ellas emiten continuamente algo parecido a los partes de guerra utilizando la pandemia hasta la náusea. Imagino que cuantos más infectados haya aumenta la hipnosis de la audiencia. El pavor del espectador siempre ha sido rentable. Y los narradores de este utilizan un tono chillón, un histrionismo de tercera clase. Bueno, tal vez sea la forma de que los ancianos receptores se sientan acompañados en la soledad de sus casas. Y también acojonados, por supuesto.
La machacona información de la tele sobre el imperio del monstruo está complementada con otra droga infalible. Y es el seguimiento morboso y obsesivo de asesinatos, robos salvajes, peleas entre bandas de marginales, ajuste de cuentas en clanes familiares, violencia de género que acaba en el cementerio, okupas agresivos, testimonios desolados de las víctimas. Igualmente hay un poquito de espacio para separaciones, cuernos y divorcios. Pero la prensa del corazón o del hígado ahora está a la baja. El protagonismo absoluto lo ejercen las vísceras y los muertos. Por la covid y por las reyertas. Todo hiede.