Columna

‘Meseta’, una última mirada a la España vacía

La película de Juan Palacios es una mirada lenta, divertida y sutil a una geografía que ya casi es fábula

Una imagen de 'Meseta'. En vídeo, tráiler de la película.

“Se van a reír de nosotros”, dice un señor al ver las fotos que le acaban de hacer mientras guía un burro por un senderillo. “Qué va”, le responde su amigo, que también ha posado tieso, para que el burro vea que tiene categoría, “nos vamos a reír nosotros de ellos”.

Es muy difícil interpretar la dirección de las risas en las muchas miradas que han aparecido estos años sobre esa parte de la España vacía que se pierde, la campesina. Yo no me río de los señores que posan orgullosos con un burro hermoso, pero me contagian su buen rollo y celebro la enorme gracia que tienen. Me río, cómo no ...

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“Se van a reír de nosotros”, dice un señor al ver las fotos que le acaban de hacer mientras guía un burro por un senderillo. “Qué va”, le responde su amigo, que también ha posado tieso, para que el burro vea que tiene categoría, “nos vamos a reír nosotros de ellos”.

Es muy difícil interpretar la dirección de las risas en las muchas miradas que han aparecido estos años sobre esa parte de la España vacía que se pierde, la campesina. Yo no me río de los señores que posan orgullosos con un burro hermoso, pero me contagian su buen rollo y celebro la enorme gracia que tienen. Me río, cómo no voy a reírme, si son un par de guasones.

La escena pertenece a Meseta, una película de Juan Palacios que se ha pasado esta semana en el Atlàntida Film Festival, que organiza la plataforma Filmin en Mallorca. Por la manía taxonómica de los géneros, habría que decir que es un documental, pero creo que está más cerca de la pintura y de la poesía que de cualquier convención audiovisual. Palacios ha retratado, en el más extenso y subjetivo de los sentidos, una parte de la meseta norte, ondulada y parda, que queda entre Benavente y Sanabria, en la provincia de Zamora. Escribiría, por costumbre, que retrata la meseta castellana, pero no quiero bregar con los lectores indignados y ansiosos por recordarme que aquellas ondulaciones que niegan la idea misma de la meseta como algo plano con un cielo pegado, no son castellanas.

Pero si a la meseta le da igual no parecer una meseta, ¿por qué habrían de importar las toponimias humanas? La película de Palacios es una mirada lenta, divertida y sutil a una geografía que ya casi es fábula y que espera, un verano más, que unos ojos distantes la admiren en silencio.

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