Columna

‘Tales from the Loop’: no es la tecnología, es lo humano

Una serie melancólica de ciencia ficción que no se molesta en explicar los fénomenos extraños, sino los sentimientos que provocan. Ni utopía ni distopía

Jonathan Price, en uno de los episodios de 'Tales from the Loop'. En vídeo, tráiler de la serie.Vídeo: AMAZON PRIME VIDEO

La velocidad del cambio tecnológico pone a competir dos visiones del futuro. Por un lado están los temerosos: esas distopías inquietantes como Black Mirror, Years and Years o la apocalíptica Dead, Love & Robots. Al otro lado está el llamado “solucionismo tecnológico”, que tiene fe en que las máquinas resuelvan todos los problemas, nos libren del virus, limpien la atmósfera y nos hagan casi inm...

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La velocidad del cambio tecnológico pone a competir dos visiones del futuro. Por un lado están los temerosos: esas distopías inquietantes como Black Mirror, Years and Years o la apocalíptica Dead, Love & Robots. Al otro lado está el llamado “solucionismo tecnológico”, que tiene fe en que las máquinas resuelvan todos los problemas, nos libren del virus, limpien la atmósfera y nos hagan casi inmortales.

En medio de una pandemia que los algoritmos no vieron venir, se lleva más el enfoque distópico que el utópico. Hay una tercera vía: la que entiende que la tecnología logra cosas increíbles, pero nuestra felicidad o nuestra desdicha siguen dependiendo del roce humano como en el Paleolítico.

Es el mensaje de Tales from the Loop, una rareza de ciencia ficción de Amazon Prime Video. En un indefinido tiempo pasado (¿años setenta, ochenta?), un pueblo de Ohio alberga un centro de experimentación que da empleo al vecindario pero tiene efectos paranormales sobre ellos. Hay quien viaja en el tiempo y se topa con su yo de otra edad; hay amigos que intercambian mentes o cuerpos, según se mire; hay quien halla un universo paralelo que es mejor. Y hay quien sabe cuánto le queda de vida, una losa insoportable.

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La serie —a veces enrevesada, de bella estética, inspirada en las ilustraciones fantásticas de Simon Stålenhag— no se molesta en explicar esos fenómenos y pone el foco en las emociones que provocan: el miedo, la soledad, el desconcierto, el duelo. Una ficción extraña y melancólica apta para tiempos extraños y melancólicos.

En la Gran Reclusión cobró todo el valor la conexión digital, pero solo porque al otro lado de la Red tenemos a un humano que nos aprecia, escucha o ayuda. Aún nos pone de mal humor hablar con robots. Si no cuidamos unos de otros no nos salvará Silicon Valley.

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