Columna

Bob Esponja es asexual

Los adultos vivimos tan preocupados por la pedagogía, que olvidamos a menudo que los dibujos no son un reflejo del mundo real, sino un escenario de fantasía

Bob Esponja.

Harry Potter creció con su público a lo largo de los años, pero los niños que lo descubren hoy lo absorben del tirón, por atragantamiento. Si son voraces, Harry pasa de niño a adulto en cuestión de semanas o meses, lo que puede hacer que su héroe se convierta en un extraño. A mi hijo le pasó en la quinta peli, Harry Potter y la Orden del Fénix. En ella, Harry está en edad de usar crema after shave, por lo que, en un descuido, se da su primer morreo con su compi Cho Chang. Mi hijo, a sus siete años, no lo vio venir, y cuando los personajes se metieron la lengua hasta las amígdalas...

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Harry Potter creció con su público a lo largo de los años, pero los niños que lo descubren hoy lo absorben del tirón, por atragantamiento. Si son voraces, Harry pasa de niño a adulto en cuestión de semanas o meses, lo que puede hacer que su héroe se convierta en un extraño. A mi hijo le pasó en la quinta peli, Harry Potter y la Orden del Fénix. En ella, Harry está en edad de usar crema after shave, por lo que, en un descuido, se da su primer morreo con su compi Cho Chang. Mi hijo, a sus siete años, no lo vio venir, y cuando los personajes se metieron la lengua hasta las amígdalas, hundió la cabeza en los cojines del sofá y gritó: “¡Qué asco, por Dios!”.

He recordado la escena ahora que Nickelodeon ha usado a un Bob Esponja de arcoíris para felicitar por Twitter el día del orgullo LGTB. A nadie debería extrañar que Bob, que es un buenazo, felicite un día tan importante, pero por la autoridad que me confiere haber visto innúmeras veces todos los capítulos, proclamo que no es gay, como han corrido a celebrar tantos. Tampoco es hetero, ni bi, ni tiene ninguna orientación.

Bob Esponja es asexual porque vive en un mundo asexuado. Así lo quiso Stephen Hillenburg, y no por razones morales o mojigatas, sino porque los enamoramientos no interesan a los niños sin hormonas a quienes va dirigida la serie. Los adultos vivimos tan preocupados por la pedagogía, que olvidamos a menudo que los dibujos no son un reflejo del mundo real, sino un escenario de fantasía donde unos monigotes se dan tortazos y se gastan bromas pesadas. Enredar las tramas con besuqueos y corazones solo provocaría arcadas en una parte notable de la audiencia, que enterraría la cara en el sofá y gritaría: “¡Qué asco, por Dios!”.

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