Michael Robinson, la honestidad por delante
No era periodista, pero ha defendido el periodismo mejor que nadie. Su obsesión era ser leal a su gente
La última buena conversación con Michael (y he tenido la enorme suerte de compartir muchas) fue, ya de madrugada, sobre una de las plagas que nos acosan en el periodismo actual: alguien se había ido de la lengua sobre una gestión confidencial (en el fondo, una tontería), y se lo comenté, lamentándolo, en un whatsapp. “Estoy escuchando a David Bowie, nos la tiene que sudar lo que me cuentas. ¡Bowie me hace entender la vida!”. Y desapareció el mal humor mientras comentábamos sus canciones preferidas de Bowie.
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La última buena conversación con Michael (y he tenido la enorme suerte de compartir muchas) fue, ya de madrugada, sobre una de las plagas que nos acosan en el periodismo actual: alguien se había ido de la lengua sobre una gestión confidencial (en el fondo, una tontería), y se lo comenté, lamentándolo, en un whatsapp. “Estoy escuchando a David Bowie, nos la tiene que sudar lo que me cuentas. ¡Bowie me hace entender la vida!”. Y desapareció el mal humor mientras comentábamos sus canciones preferidas de Bowie.
Se nos ha ido, muy elegantemente, como era él, un gran tipo, un gigante del fútbol y de la comunicación, una persona con unos valores enormes de integridad, lealtad y respeto hacia su trabajo y, especialmente, hacia sus espectadores. “Es un privilegio tan grande que un país como España, en el que no he nacido, me haya acogido con tanta generosidad”, decía, “que me dejen entrar en sus hogares todos los fines de semana, que lo único que puedo hacer es devolverles mi trabajo de la forma más honesta posible”.
Su camino profesional ha sido extraordinario: el sprint corto (30 años comentando cada detalle en las transmisiones con Carlos Martínez), el mejor El día después (dándole humor al más “estirado” de los deportes), los reportajes de Informe Robinson (hechos con una escudería de amigos apasionados de las historias), y las charlas reposadas de Acento Robinson en los mediodías del domingo en la SER. De la velocidad extrema de jugársela en una caída en el área, ante millones de espectadores adrenalínicos, a la conversación profunda y llena de lecciones de vida con un superviviente de los Andes. Disfrutaba con todo, amaba saber, escuchar, comunicar, compartir, reír, disfrutar.
Michael no era periodista, pero ha defendido el periodismo mejor que nadie. Su obsesión era ser leal a su gente, y su gente eran sus amigos, sus compañeros, su club, su empresa y sus espectadores. Despreciaba el periodismo de camiseta y amaba la información compleja y con matices. Aprendió las reglas del compañerismo en el vestuario, y esas reglas le acompañaron toda su vida personal y profesional. El último año, ya enfermo, nos trasladaba una serenidad, acompañada de su fino sentido británico del humor, que nos hizo pensar que era invencible. Esas “ruedas de prensa”, que montaba en la zona de Informe Robinson, se convertían en carcajadas colectivas que rompían el silencio de la redacción en la que se sentía tan feliz como en un vestuario.
Esta tarde va a caer una copa de buen vino de Rioja con Space Oddity, de su querido Bowie, a todo trapo. Ojalá se encuentren Mayor Tom y Michael ahí arriba y tengan una buena charla sobre la vida.
Alex Martínez Roig es director de Contenidos de Movistar +.