Anfield

Hace un año y medio le diagnosticaron un melanoma incurable. Ha conseguido que estos 18 meses se nos hayan pasado volando a base de hacernos reír

Michael Robinson con la camiseta del Liverpool en 1983.Mark Leech (Getty Images)

Llevabas veinte años sin pisar Anfield cuando, camino del puesto de comentaristas, alguien dijo entre la multitud: “He’s Robbo; is Michael”. El tipo sorteó a unos cuantos aficionados que se pusieron a estrecharte la mano y abrió un gran álbum de fotos con recortes de prensa de los ochenta. Había dos tuyas reclamando un autógrafo. Aquel perseverante hincha acudía al estadio cada partido con la esperanza de cazar la firma de los protagonistas de sus sueños. Allí estaban, dos décadas esperando. Mientras yo alucinaba, tú me dijiste: “This is Anfield”.

Así que por fin descubrí ...

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Llevabas veinte años sin pisar Anfield cuando, camino del puesto de comentaristas, alguien dijo entre la multitud: “He’s Robbo; is Michael”. El tipo sorteó a unos cuantos aficionados que se pusieron a estrecharte la mano y abrió un gran álbum de fotos con recortes de prensa de los ochenta. Había dos tuyas reclamando un autógrafo. Aquel perseverante hincha acudía al estadio cada partido con la esperanza de cazar la firma de los protagonistas de sus sueños. Allí estaban, dos décadas esperando. Mientras yo alucinaba, tú me dijiste: “This is Anfield”.

Michael Robinson (izquierda) y Carlos Martínez, en la cabina durante la retransmisión de un partido.

Así que por fin descubrí de dónde procedía esa fortaleza para defender tus principios, esa necesidad de dar la talla, de afrontar lo que venga de pie, de no hacer nada que obligara a tu padre a mandarte a la cama sin cenar, como siempre me decías. A esa buena gente no se la puede defraudar.

Nunca te vi presumir de haber sido campeón de Europa con el equipo de Souness y Dalglish y eso que, en sus gradas de madera, aprendiste a cantar You’ll Never Walk Alone antes que a meter goles.

A la televisión, tu otra vida, llegaste con hechuras de delantero centro. Hay que haber llevado muchas tardes el nueve en la espalda para sentarte en la silla que había ocupado Valdano y estar seguro de que con tus 100 palabras de castellano, 30 de ellas tacos, ibas a salir a hombros. No solo lo hiciste sino que descubriste otra pasión tan adictiva como los goles: contar historias.

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Las primeras, en El Día Después, tenían sobre todo que ver con tus chascarrillos, tu humor inglés, tu proverbial ironía, pero madurabas entrar en los salones de los hogares para tocar las fibras más sensibles del personal. Llegaron Informe Robinson en la tele y, algo después, Acento Robinson, en la radio. Historias duras, divertidas, de grandes éxitos y de fracasos, historias plenas; la vida real con el deporte como excusa. Pocos oficios obligan más a detectar lo esencial que el de 9, así que al periodismo te trajiste esta virtud; al fin y al cabo se trataba de seguir llegando al corazón de los espectadores.

Hace un año y medio, camino del Bernabéu, nos contaste a Maldini y a mí que te habían diagnosticado un melanoma incurable. Has conseguido que estos 18 meses se nos hayan pasado volando a base de hacernos reír. No te he dicho lo suficiente el privilegio que ha sido verte disputar este partido así.

Nuestra última transmisión fue en Anfield. Esta vez has llevado condenadamente lejos tu obsesión por cerrar emotivamente todos los reportajes.

Carlos Martínez es periodista y fue, desde 1992, compañero de retransmisiones de Michael Robinson en Canal + primero y luego en Movistar +.

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