Columna

Contra los héroes

Tony Soprano era un criminal, pero tenía carisma. Sin embargo, hace un tiempo que menudean los protagonistas odiosos, como los de ‘Vergüenza’ y ‘Vamos Juan’

Javier Gutiérrez, en una imagen de 'Vergüenza'.

Caer mal no tiene ningún mérito. Basta con ser uno mismo y siempre habrá alguien que nos odiará porque sí, del mismo modo que habrá quien nos adore porque sí. No podemos controlar las atracciones y las repulsiones que inspiramos en los demás, y asumirlo es uno de los síntomas de senectud más rotundos.

A diferencia de las personas, los personajes de ficción tienen personalidades de laboratorio. Las personas no podemos moldear la opinión ajena, pero los personajes son prototipos creados precisamente con esa intención: manipulan sibilinamente al público para que sienta por ellos lo que deb...

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Caer mal no tiene ningún mérito. Basta con ser uno mismo y siempre habrá alguien que nos odiará porque sí, del mismo modo que habrá quien nos adore porque sí. No podemos controlar las atracciones y las repulsiones que inspiramos en los demás, y asumirlo es uno de los síntomas de senectud más rotundos.

A diferencia de las personas, los personajes de ficción tienen personalidades de laboratorio. Las personas no podemos moldear la opinión ajena, pero los personajes son prototipos creados precisamente con esa intención: manipulan sibilinamente al público para que sienta por ellos lo que debe sentir para que la ficción funcione. Una norma canónica de las historias con aspiraciones de llegar a todos los públicos es que el protagonista debe caer bien. Si no mola, dicen, el espectador se enfada y se va.

Nos habíamos acostumbrado a que los guionistas rompieran esta ley mediante la ambigüedad. Los Soprano fue un hito en eso: Tony Soprano era un criminal sádico terrorífico, pero, como personaje, tenía muchos asideros para caer bien. Propiciaba una incomodidad llevadera, con equilibrios morales, pero tenía el carisma y la fuerza de un héroe. Sin embargo, hace un tiempo que menudean los protagonistas odiosos. Hay muchas series protagonizadas por impresentables absolutísimos. Con algunos pícaros y asesinos, cualquiera nos tomaríamos una copa, pero los protagonistas de Run, Pure,Vergüenza o Vamos Juan son tipos rotundamente desaconsejables, parias sociales en su expresión más repelente. En el mejor de los casos, imbéciles o tontos del haba.

¿Qué ha ocurrido en el público para que haya pasado de necesitar ser amigo de los protagonistas a seguir las aventuras de gente que no querría cruzarse en un ascensor? Algunos dirán que su gusto ha madurado, pero yo creo que hay algo más: si no necesitamos héroes en la ficción es porque ya no aspiramos a serlos en la vida.

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