Buenafuente y Broncano, tragicomedia en el búnker
‘Late Motiv’ y ‘La Resistencia’ han tenido que reinventarse sin público por el coronavirus. Es otro ‘late night’, con tono melancólico como el del país, pero funciona
Las televisiones generalistas abandonaron el género del late night, esos espacios gamberros que nos regalan unas risas antes de irnos a la cama. Las cadenas se saturaron de realities y de tertulias gritonas, así que la comedia se refugió en #0 de Movistar+. Allí reinan en la noche dos tipos inteligentes: Andreu Buenafuente y David Broncano. Cada uno en su estilo, uno veterano y otro millennial, uno más curtido y otro más loco, irreverentes los dos.
El formato, importado de EE UU, requiere del público en las butacas, sus risas y aplausos, y la música en vivo. ...
Las televisiones generalistas abandonaron el género del late night, esos espacios gamberros que nos regalan unas risas antes de irnos a la cama. Las cadenas se saturaron de realities y de tertulias gritonas, así que la comedia se refugió en #0 de Movistar+. Allí reinan en la noche dos tipos inteligentes: Andreu Buenafuente y David Broncano. Cada uno en su estilo, uno veterano y otro millennial, uno más curtido y otro más loco, irreverentes los dos.
El formato, importado de EE UU, requiere del público en las butacas, sus risas y aplausos, y la música en vivo. La crisis del coronavirus, también aquí, lo cambia todo. Desde el miércoles pasado, Late Motiv y La resistencia se graban sin espectadores y han tenido que reinventarse.
El más audaz fue Buenafuente, capaz de montar de un día a otro un programa nuevo, rebautizado como Late Motiv Búnker. Eligió un plató en un sótano, con aspecto de refugio nuclear, apropiado para el intimismo. Descansó en sus colaboradores habituales en una tertulia cómica improvisada (él y Berto Romero tienen experiencia, la de Nadie sabe nada en la SER). Y la estupenda banda de Litus y Pablo Novoa apareció como dúo acústico.
Broncano, muy dado a interactuar con el público, tomó el camino contrario: hizo el programa habitual en su teatro en medio de un silencio estruendoso, y se volvió una autoparodia. Hacía reír su bajón. La segunda noche, el equipo le pedía pensar otra cosa. “Hasta el lunes, supongo”, se despidió.
Aún hubo visitas, en los dos casos, de entrevistados mientras la autoridad lo permita. Es otro late night, y el tono es melancólico, como el del país. Pero funciona. A ver cómo resisten la larga cuarentena nacional. Necesitamos el humor en tiempos apocalípticos.