El ingeniero de la NASA Wernher von Braun plasmó en el libro de firmas del restaurante Cándido, en Segovia, una frase un tanto marciana: "Sin Segovia no luna”, resumió el alemán. Aludía al alambicado hilo histórico que lleva de la coronación de Isabel la Católica en Segovia a la creación de la Nasa en Cabo Cañaveral. De manera muchísimo más directa se podría decir “Sin Robledo de Chavela no Marte”. Este pequeño municipio serrano de Madrid ha sido fundamental en la exploración robótica del Planeta Rojo y se prepara este año, con dos nuevas antenas, para estudiar su superficie con la misión InSight.
Desde varios kilómetros de distancia se divisa su paisaje de antenas grandes y redondas como plazas de toros (la mayor mide 70m de diámetro, como Las Ventas) que surgen entre los riscos pedregosos y dejan muy atrás enebros, pinos y encinas para mirar al espacio. Entre este ambiente como de Encuentros en la tercera fase, la silueta también sinuosa del nuevo SUV Ford Puma serpentea por el cauce de las carreteras locales y se siente como en casa.
La base de la avanzada tecnología del Ford Puma está también en el espacio, para el que se diseñaron los antecesores de los sensores que hoy le sitúan a la vanguardia de la seguridad con sistemas como el Ford Co-Pilot360. Puede combinar tecnologías como el Control de Crucero Adaptativo con asistencia para maniobras de evasión, Reconocimiento de señales y avisa de cómo de centrado en el carril va el vehículo gracias al Mantenimiento de carril.
Con otra de estas tecnologías, Mild Hybrid, los conductores del Ford Puma son pioneros en contar con una sofisticada arquitectura diseñada para ahorrar combustible y para facilitar un comportamiento dinámico imprescindible en estos parajes. Hay que detenerse en un mirador para fotografiar el acento futurista de civilización perdida que le dan las antenas a un paisaje más bien ascético sobrevolado por un águila imperial ibérica en busca del desayuno. Los asistentes de parking traseros, junto con la posibilidad de añadir el Sistema de alerta de tráfico cruzado y el Sistema de aparcamiento asistido, permiten aparcar o salir de aquellos espacios con una visibilidad reducida. Además, sus diferentes modos de conducción hacen de un terrero irregular, con piedras y obstáculos, un lugar adaptado a la conducción del Puma.
La NASA, y, por lo tanto, Robledo de Chavela, aportaron a la automoción invenciones como la estructura molecular en cadena que hace más fiables las ruedas; el software que analiza el estrés, la vibración y las propiedades acústicas de las estructuras; los sistemas de comunicación a larga distancia; o la monitorización ultrasónica. El GPS que guía al conductor hasta el Centro de Entrenamiento y Visitantes de la NASA ya funcionaba en Robledo en los años 60. Solo que en el navegador del Ford Puma la pantalla es de ocho pulgadas y se parte en dos para indicar los lugares en los que hay que abordar un cruce, entre muchas otras opciones tecnológicas con las que hubiera podido soñar el Apolo 11.
Al acceder al museo se entra en un mundo de arqueología espacial en el que esperan prodigios como un globo que cartografía el planeta Marte y habla de los caminos inexplorados; una máquina de afeitar autoabastecida que relata el comienzo de las energías limpias, nuevos materiales traslúcidos… Un sugerente relato de cómo de alto nos puede llevar la evolución tecnológica que se completa con algunas imágenes de la vida cotidiana de los que miraban al espacio hace ya 60 años, álbumes de recortes de prensa en los que se ve a unas lavanderas restregando la ropa frente a las primeras antenas.
La estación espacial forma parte de la Ruta Imperial, la que utilizaba Felipe II para viajar de Madrid al hermético monasterio de El Escorial, un prodigio de la arquitectura más avanzada de la época y un fin de ruta idóneo donde reflexionar sobre cómo se aplicaba la tecnología a los caminos, entonces y ahora.