“La apuesta por las nuevas generaciones sin tabaco nos llevará a sociedades libres de esta droga”
El especialista Esteve Fernández aplaude la iniciativa que impulsa Nueva Zelanda, que prohibirá comprar tabaco a los nacidos en 2009 incluso cuando cumplan los 18 años, y alerta de que los vapeadores buscan crear nuevos adictos
Cada año mueren España unas 50.000 personas por culpa del tabaco, según las estimaciones publicadas por el Ministerio de Sanidad. Contra esta “terrible epidemia” se enfrenta Esteve Fernández (Barcelona, 56 años) desde su cargo de jefe de la Unidad de Control de Tabaco del Instituto Catalán de Oncología (ICO). También es catedrático en Salud Pública por la Universidad de Barcelona (UB) y ha recibido como una “muy buena noticia” la ...
Cada año mueren España unas 50.000 personas por culpa del tabaco, según las estimaciones publicadas por el Ministerio de Sanidad. Contra esta “terrible epidemia” se enfrenta Esteve Fernández (Barcelona, 56 años) desde su cargo de jefe de la Unidad de Control de Tabaco del Instituto Catalán de Oncología (ICO). También es catedrático en Salud Pública por la Universidad de Barcelona (UB) y ha recibido como una “muy buena noticia” la apuesta del Gobierno de Nueva Zelanda para que las nuevas generaciones de ciudadanos del país crezcan libres de la nicotina. Si se aprueba, la medida supondrá que los nacidos a partir de 2009 no podrán comprar tabaco incluso cuando cumplan los 18 años, en 2027, y tampoco las siguientes generaciones. Es la iniciativa más audaz de las impulsadas en el mundo para poner un punto final a los daños causados por esta droga legal.
Pregunta. ¿Por qué considera que las intenciones del Gobierno de Nueva Zelanda son una buena idea?
Respuesta. La ciencia ha demostrado hace décadas que el tabaco mata y el objetivo debe ser erradicarlo para evitar sus nefastas consecuencias. Es un producto que conduce a la adicción y causa daños irreparables en la salud. Es el primer país que pone en el horizonte conseguir nuevas generaciones libres de fumadores por una vía avalada por los resultados científicos. Es una apuesta que nos llevará a sociedades libres de esta droga.
P. ¿Cómo puede saberse si nunca se ha aplicado?
R. Sabemos que limitar el acceso al tabaco reduce el consumo. La evidencia es muy clara en esto y ya lo aplicamos al prohibir la compra de tabaco a los menores de edad. Conseguir que generaciones enteras no puedan comprarlo durante toda la vida es acercarnos al punto y final de esta terrible epidemia. Lógicamente, esto debe ir acompañado de otras medidas. Nueva Zelanda prevé reducir en un 95% los puntos de venta. Lamentablemente, en España hemos dado algún paso en sentido contrario.
P. ¿A qué se refiere?
R. El Comisionado para el Mercado de Tabacos ha sacado a subasta nuevos estancos, no solo los que estaban pendientes de renovar, sino nuevos puntos de venta. Y la última revisión de la ley del tabaco permitió la venta en máquinas expendedoras en tiendas de conveniencia abiertas las 24 horas.
P. Volvamos a Nueva Zelanda. ¿Cómo se gestiona, por ejemplo, una casa con hijos mayores de edad en la que los padres fuman y ellos lo tienen prohibido?
R. La ley no prohibirá fumar, prohibirá la compra. Si luego el joven decide fumar y consigue los cigarrillos de una u otra forma, eso ya será algo que deberá trabajarse con otras medidas preventivas: campañas de concienciación, intervenciones en las escuelas, con las familias, elevar el precio del tabaco...
P. ¿Por qué empiezan a fumar hoy los jóvenes?
R. El inicio en el consumo de tabaco tiene un componente individual y uno de grupo o de contexto. En lo personal, la industria del tabaco ha invertido mucho dinero para transmitir a los jóvenes que fumar les hará sentir diferentes, audaces, mayores... En muchas películas, los más valientes, los rebeldes, salen fumando. Para las mujeres, fumar se promovió como una forma de alcanzar la igualdad. Las estrategias de marketing segmentaron el mercado en grupos de población, a cada uno de los cuales hacían llegar mensajes diseñados para promover el consumo. Esta estrategia se sigue aplicando hoy con influencers en las redes sociales.
P. ¿Y en el grupo?
R. Una persona joven experimenta normalmente por presión de grupo. Si en la pandilla hay algún fumador, este intentará que el resto lo acompañe. Si se integra en un grupo donde ya hay dos o tres fumadores, puede convertirse en una vía para integrarse. Es también una manera, equivocada, de mostrar que uno se está haciendo mayor. Hay un conjunto de variables que influyen en la decisión de probar un cigarrillo.
P. Estas variables son las que Nueva Zelanda quiere cortar por lo sano...
R. Sí. En la adolescencia, estas cuestiones son clave y cortar el acceso a los cigarrillos es la forma de evitar todo lo que viene después. Sabemos que los adolescentes que tienen disponibilidad de tabaco porque tienen fumadores en la familia o su entono inmediato son más proclives a empezar a fumar. Lo hemos comprobado en diferentes contextos y diferentes culturas.
P. ¿A qué edad empiezan a fumar los jóvenes?
R. Es muy raro que después de los 20 años una persona empiece. La evidencia demuestra que se empieza a experimentar entre los 13 y 15 años. Si la situación no se frena entonces y se prolonga hasta los 18, muchos van a mantener el consumo durante décadas.
P. ¿Hay más países, además de Nueva Zelanda, que se estén planteando esta medida?
R. Sí, es un planteamiento que va ganado peso entre los responsables de salud pública. Estamos en un momento en el que estas iniciativas se van articulando, poniendo sobre el tablero y empiezan a ser contempladas por los gobiernos más sensibles. En nuestro entono más cercano, el debate ya está abierto en Dinamarca y Escocia. En Estados Unidos, estas normativas están muy fragmentadas, pero la localidad de Brookline, cerca de Boston, ya está dando los primeros pasos. Pero hay más en otras partes de Filipinas, Malasia...
P. ¿Y en España?
R. Los expertos hemos abogado por esto y siempre lo ponemos sobre la mesa cuando se nos pide una opinión. Y participamos en una iniciativa popular para que esto se debata y se incorpore en la normativa a nivel de la Unión Europea, que sería una forma muy directa de forzar a los Estados.
P. ¿Cuál es la situación del consumo de tabaco en España?
R. Sigue bajando, aunque no tanto como nos gustaría. En el año 2009, un 26,2% de la población de 16 años o más fumaba en España, mientras en 2020 este porcentaje era del 19,8%. La reducción ha sido más drástica en hombres, en los que ha bajado del 31,2% al 23,3%, que en mujeres, del 21,3% al 16,4%. Siguen siendo cifras elevadas, pero es que veníamos de niveles astronómicos. A principios de los años 80 fumaba el 60% de los hombres.
P. ¿Qué es lo que ha funcionado mejor hasta ahora?
R. Ha habido pasos muy importantes, como cuando se sacó el tabaco de los bares. Hubo un gran debate social, pero ha funcionado y muchos fumadores tomaron la decisión de dejarlo. Es el momento de dar un paso más.
P. ¿Subir el precio del tabaco es una buena opción?
R. Sí. Hemos demostrado científicamente que el tabaco es un producto que tiene lo que los economistas llaman elasticidad. Cuando sube el precio, hay muchas personas que reaccionan al cambio. Unas reducen el consumo, otras se pasan a una marca más barata y, por último, hay un grupo importante que se plantea hacer un intento serio para dejar de fumar. Y una parte lo consigue con los tratamientos y recursos disponibles. Algunas voces dicen que estamos completamente estancados, pero no es verdad.
P. ¿Qué voces?
R. Son colectivos que utilizan este argumento para promocionar otras formas de consumo de nicotina, que es lo que se ha venido a llamar la estrategia de reducción de daños, que no es nada más que intentar sustituir el consumo de tabaco por otras un poco más limpias, podríamos decir, pero igualmente adictivas y que siguen conteniendo sustancias perjudiciales para la salud. Me refiero a los cigarrillos electrónicos y vapeadores.
P. Pero si son menos prejudiciales, ¿por qué no pueden ser una buena opción?
R. Porque siguen siendo perjudiciales. La nicotina no es por sí misma un cancerígeno, pero es un promotor que, digamos, allana el camino para que otros tóxicos y cancerígenos trabajen mejor. También es un importante inflamatorio y sabemos que hay enfermedades cardiovasculares originadas por una inflamación en órganos del sistema circulatorio que se ven favorecidas por la nicotina, sea cual sea su origen. Tampoco se ha demostrado que el cambio de un cigarrillo convencional a estos productos reduzca realmente los riesgos, porque muchos combinan el tabaco con estos dispositivos y siguen expuestos a sustancias cancerígenas. Hay un consenso a nivel científico sobre que la paliación de daños no es una estrategia deseable ni efectiva frente a una adicción que afecta a millones de personas.
P. ¿Son estos dispositivos una puerta de entrada para nuevos fumadores?
R. Este es su otro gran problema. Como la industria lo sabe está invirtiendo mucho dinero en ello. Hoy los jóvenes salen de fiesta y, como hay mucha disponibilidad, prueban los vapeadores. Los hay con nicotina y sin nicotina, con sabores a frutas... Se están introduciendo en ambientes de ocio con una supuesta imagen banal, porque se les dice que no son tan malos como el tabaco. Estamos abriendo la puerta a que tengan más acceso y eso sabemos adonde conduce. Una parte significativa de ellos acabará siendo adicta a la nicotina. La industria lo sabe y como gana mucho dinero, puede invertir grandes sumas en reclutar a nuevas personas para el tabaquismo.
P. Pero hay médicos y expertos que abogan por la estrategia de paliación de daños... ¿Existe un debate abierto en la clase científica?
R. Ha existido en algunos momentos y lugares, pero es muy minoritario. Diría que del tipo 99% por un lado, críticos con estas nuevas formas de consumo, o acaso un 99,9% … y unos pocos favorables a ello. Además, gran parte de los defensores de esta estrategia está muy cercana a las posiciones de la industria, con conflictos de interés muy habituales.
P. ¿Cómo se plantean las políticas de salud pública cuando intefieren en decisiones personales como fumar?
R. El interés público es el que tiene que prevalecer. Evidentemente cada persona puede hacer lo que ella quiera cuando eso no interfiera con el interés público. No puedes obligar a nadie a dejar de fumar, pero se tienen que dar todas las condiciones para que las personas puedan tomar la decisión en libertad. Y una adicción no es una situación de libertad como la entendemos. El interés público y el individual pasa por prevenir que una persona llegue a ser adicta, darle toda la información sobre los daños que esto provoca y las herramientas para dejar de serlo si así lo desea. El supuesto dilema entre “libertades individuales y bien colectivo” es un falso dilema. Sin embargo, hay un interés de la industria y determinadas ideologías para azuzarlo, y eso al final va en contra de la salud colectiva.