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“Yo quiero seguir siendo una estrella”, nos confiesa Ainhoa Suescun rodeada de focos, cámaras y con más de 20 personas mirándola. “Para mí, lo más importante de mi vida ha sido Motxila 21”, prosigue. “Mis amigos y yo tenemos discapacidad, se llama síndrome de Down, y tenemos potencia para seguir ensayando y hacer muchos conciertos”.
Ainhoa toca la caja y habla como lo que es, una estrella nata. Apenas lleva un año en el grupo, pero ya se ha integrado perfectamente y todos la adoran. Y hablamos de una integración en mayúsculas, esa que te permite conectar con los sueños, donde las personas están siempre por delante de la discapacidad, donde el trabajo y el esfuerzo del día a día son recompensados sin importar tus flaquezas, y donde te puedes sentir importante para todos los que te rodean.
“No somos distintos, ni laberintos para perderse. Por donde pisamos se hacen caminos, la hierba crece”, dice el himno de esta banda compuesto por Kutxi Romero
“Mi madre ha estado en un concierto, donde estaba también mi tía, y les he dejado con la boca abierta”, nos cuenta Ainhoa con un desparpajo sorprendente. Un ejemplo más de cómo sentirse especial por lo que uno hace, no por cómo naces. “No somos distintos, ni laberintos para perderse. Por donde pisamos se hacen caminos, la hierba crece”, escribió en su día Kutxi Romero, el vocalista de Marea, unos versos que hablan de esa normalidad y que ya son un himno imprescindible en cualquier concierto de la banda.
Somos lo que somos
Es martes y, como casi todos los martes desde hace una década, hay ensayo. Primero de los 9 voluntarios que ayudan con la logística del grupo y luego de los que realmente mandan: Ainhoa, Iñaki, Ramón, Igor, Ibai, Aitor, Carlos, Itziar, Mikel, Borja, Diego, Gonzalo, Lorea, Leyre y Aintzane se reúnen en El Papis, un pequeño local en la Chantrea de Pamplona donde se hace “la mejor música del mundo”, como confiesa alguna de las reseñas del sitio. El Papis es el sancta sanctórum de Motxila 21 unas horitas a la semana, un lugar que no solo ha visto repetir hasta la saciedad los compases de En blanco y negro de Barricada o del Big Beñat de Fermín Muguruza, sino que también funciona como espacio de terapia y de encuentro para compartir y vivir la vida tal cual le viene a esta gran familia.
“Somos lo que somos”, dice la última camiseta que sirve de uniforme al grupo y que explica muy bien la esencia de la banda: Motxila es la carga del cromosoma 21 que tienen que llevar estos chicos a la espalda toda la vida, pero también son los chascarrillos de Ibai Ganuza, los bailecitos de Leyre Zabalza, el pote de todo el equipo después de un concierto o las colaboraciones habituales de artistas como el Drogas (cantante de Barricada), o el mismo Kutxi Romero; comprometidos con el proyecto desde que nació, allá por 2005.
“En la Asociación Síndrome de Down de Navarra había una actividad de música, pero era algo muy académico y decidimos hacer algo más divertido, para que los chavales sintiesen la música a través de un grupo de rock como cualquier otro”, nos explica la otra Ainhoa del grupo, Ainhoa Lizarraga (Pamplona, 1976). Ella es la letrista y acordeonista y hermana de Aintzane, también saxofonista en Motxila 21. Ainhoa y su amiga María José Leoz decidieron cambiar los pentagramas por instrumentos de percusión y las aburridas clases por divertidos ensayos con música. Fue todo un éxito.
Aunque al principio era más un caos: xilófonos, djembes y alguna que otra flauta discordante convirtieron aquellas clases en auténticos dolores de cabeza. “Hasta que apareció Mikel Barrenetxea, ex de Tijuana In Blue. Tenía experiencia con la percusión y personas con discapacidad y la idea de montar un grupo le encantó”, nos explica Ainhoa Lizarraga. Entonces ocurrió la magia, compraron una batería completa, la desmontaron en cinco piezas y empezaron a tocar: “En el primer ensayo los chavales sintieron que realmente pertenecían a un grupo. Sentían que aquella batería, que ese tren iba a algún sitio. Ese ritmo les arropó, de repente se vieron que... ¡Hostia, esto es un grupo!".
“Lo importante de Motxila es que los chavales se sientan parte de esta sociedad, no están ni por encima, ni por debajo. Son parte, uno más”, explica Ainhoa Lizarraga
Un año tardaron en aprender los compases de su primera canción, una versión del Así habló Zaratustra que interpretaron en un concierto de Navidad de cuatro minutos en la asociación que los vio nacer. Aquel tren de vapor que salía a trompicones de los ensayos fue poco a poco encontrando sus primeros destinos a base de tesón y mucho esfuerzo: el Caballo Blanco, el Teatro Gayarre, el Baluarte de Pamplona… Todo eran vítores y aplausos que les motivaron para coger el ritmo de la alta velocidad: San Sebastián, Madrid, Roma y Londres. Un largo viaje en el que Motxila ha logrado alcanzar el éxito gracias a las fortalezas y a la cohesión de un grupo que huye de compasiones y paternalismos: “Lo importante de Motxila es que los chavales se sientan parte de esta sociedad, no están ni por encima, ni por debajo. Son parte, uno más”, dice convencida Ainhoa.
Así lo vivió también en su familia. Ainhoa descubrió el síndrome de Down con su hermana Aintzane solo cuando se lo recordó el contexto: “Yo a mi hermana la he visto con los rasgos cuando yo he sido más mayor, pero para mí era mi hermana”. Esa unidad familiar focalizada en las capacidades la han proyectado desde pequeñas en todo lo que han hecho juntas: “Aintzane me ha hecho ver en la vida cosas que, si no hubiera estado ella, no hubiese visto. Si tú acompañas en las dificultades, esas dificultades se convierten en facultades”; y eso es lo que hacen en el grupo. Los voluntarios se encargan de acompañar a cada miembro para encontrar su potencial, para ver qué pueden aportar en cada canción, en cada ritmo, por muy tímidos que sean, y en ese acompañamiento se enriquecen todos juntos.
Motxila 2021
Es imposible no oler la nostalgia, el cariño y el duro trabajo que desprenden los recortes y recuerdos que empapelan las paredes de El Papis. La bufanda del Osasuna recuerda el himno que Motxila compuso a su equipo Genuine; el cartel del BBK Music Legend a aquella noche de éxito compartiendo escenario con el mismísimo Van Morrison o los pañuelicos rojos de cuando Motxila, por aclamación popular, fue la encargada de dar el chupinazo en los Sanfermines de 2018. Y en el centro del improvisado escenario, con todos los instrumentos preparados para el ensayo, una pizarra muestra la fecha y lugar del siguiente concierto, lo que pudo ser y al final nunca fue: “Comillas. 30 de mayo”.
Cuando estos chicos cogen la mochila son capaces de alcanzar cualquier reto, siempre con un cromosoma de más, pero sin un esfuerzo de menos
Todo se ha congelado en el tiempo, como si el destino regalase un merecido descanso a estos currantes del rock: los nuevos conciertos, la grabación del segundo disco con nuevos temas que siguen dando voz a sus vivencias y la gira de presentación se traslada al 2021, un año mágico para cargar Motxila con nuevos proyectos.
“Los chavales son los que mejor se han adaptado a la covid-19 y sus consecuencias. Ellos están muy acostumbrados a lidiar con las dificultades a diario. Hay quien ha estado incluso mejor en el confinamiento”, nos pone al día Ainhoa por teléfono. Una lección más que explica las verdaderas fortalezas de estos músicos que cuando cogen la mochila son capaces de alcanzar cualquier reto, siempre con un cromosoma de más, pero sin un esfuerzo de menos.
Escucha la historia
Contenido adaptado del vídeo de Motxila 21
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(Ainhoa Suescun) Para mí lo más importante de mi vida ha sido Motxila 21.
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Leire, Ainhoa, Borja o Iñaki son algunos de los músicos de Motxila 21, una banda de rock profesional con más de 200 conciertos a sus espaldas que apuesta por la diversidad y la inclusión real de las personas con síndrome de Down.
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(Ainhoa Lizarraga) La gente se queda flipada cuando ve a un grupo de rock cuyos componentes tienen síndrome de Down.
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(Ainhoa Lizarraga) Yo a mi hermana la he visto con los rasgos del síndrome de Down cuando he sido ya más mayor, pero para mí era mi hermana.
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(Ainhoa Lizarraga) Lo mismo que sentía con mi hermana cuando era chiqui lo siento ahora con el grupo.
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(Ainhoa Lizarraga) A mí me apasiona la música. Poco a poco, conforme yo iba cumpliendo años, también me iba involucrando más en el tema de la discapacidad a través de la Asociación Síndrome de Down de Navarra.
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(Ainhoa Lizarraga) Veía que por ahí estaba la música, la discapacidad, y yo quería aunar todo eso en una... y así surgió Motxila 21.
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(Ainhoa Lizarraga) El objetivo principal era que nuestros chavales se divirtiesen.
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(Ainhoa Lizarraga) Las primeras clases, la verdad es que fueron súper caóticas.
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(Ainhoa Lizarraga) Hasta que entró Mikel Barrenetxea, Barrullas y ya, el primer ensayo fue... un ritmo: ¡pum, pam! Eso fue el inicio de Motxila.
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(Ainhoa Lizarraga) Realmente los chavales sintieron que ellos pertenecían a un grupo y que cada uno de ellos es importante dentro del grupo. Ese sentimiento era algo nuevo para ellos.
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(Ainhoa Lizarraga) Son capaces, a través del grupo, de expresar y de hacer emocionar a otras personas.
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(Ramón Primo) En Motxila 21 me siento feliz y orgulloso... Embobado, porque tengo muchos fans.
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(Ainhoa Lizarraga) Lo importante de Motxila, de los chavales, es que ellos se sienten parte de esta sociedad.
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(Ainhoa Lizarraga) Si nuestro ejemplo sirve a otras personas puede ser muy bonito.
Este contenido ha sido elaborado por Yoigo.