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Un matriarcado contra el narcotráfico

Cuando la droga hacía estragos en Galicia, un grupo de madres valientes se levantó contra los poderosos narcotraficantes. Carmen Avendaño fue la voz de todas ellas. 35 años después sigue trabajando desde la Asociación Érguete para asistir a personas afectadas por conductas adictivas y a sus familias

Si la historia de Carmen te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo

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En una de las escenas de la serie Fariña aparece una ‘madre coraje’, encima de la mesa de un colegio, gritando a un entregado público los nombres y apellidos de los narcos que estaban destruyendo la vida de sus hijos. Al fondo, escondido tras la gente y unas inmensas gafas oscuras, uno de los aludidos le jura venganza con una triste mueca. Aquella mujer era Carmen Avendaño y el hombre, un reconocido narco rodeado de matones.

La escena es parte de una ficción cinematográfica. El verdadero señalamiento público de aquellos capos ocurrió en una rueda de prensa convocada por las Madres Contra la Droga en 1986. Un grupo de mujeres que veía cómo se comerciaba con la vida de sus hijos hizo pública la lista de los 38 bares de Vigo donde se trapicheaba con heroína. Fue el inicio de una revolución matriarcal que trascendió de un barrio para llegar a toda la nación.

El miedo cambia de bando

Lo que sí describe con precisión aquella secuencia es un momento clave en la lucha contra el narcotráfico gallego: el miedo empezaba a cambiar de bando. El poder y respeto que los narcos habían levantado a golpe de fardos, cochazos, pazos y papelinas se sintió por primera vez amenazado por mujeres que les habían perdido el respeto. “¡Por qué vamos a tenerles miedo, si lo peor es que nos maten a nuestros hijos y ya casi están muertos!”, gritaba por entonces Fina, una de las madres afectadas y con tres hijos enganchados. Hoy, Carmen Avendaño (Vigo, 1954) sigue trabajando por la reinserción de personas afectadas por conductas adictivas al frente de la Asociación Érguete mientras aquel narco descansa su orgullo —herido de muerte por aquellas valientes— en la cárcel.

Madres contra la droga protestan ante la Audiencia Provincial de Galicia.
Madres contra la droga protestan ante la Audiencia Provincial de Galicia.

Unos pocos años antes de aquella denuncia social, el panorama en el barrio vigués de Lavadores era bien diferente. El deterioro social que provocó el intercambio de género en las rutas gallegas del contrabando se llevó a cientos de familias por delante. “Recuerdo semanas que fuimos tres veces al entierro de chavales que habían muerto por una sobredosis”, cuenta Carmen.

La sociedad gallega empezó entonces a arrinconar el problema de la heroína y a vestirlo de marginalidad y pobreza. Nadie movía un dedo por buscar la verdadera raíz del problema porque en una noche de ‘descarga’ muchos jóvenes ganaban lo mismo que alicatando paredes durante un trimestre. Hasta que ese grupo de madres entregadas a su instinto empezó a limpiar de prejuicios la adicción de sus hijos sin todavía saber casi nada de drogas: “Fue como una escuela de padres. Empezamos a reunirnos, a descubrir cosas, a perder complejos, hablábamos con total sinceridad unos con otros”, nos explica Carmen durante la entrevista.

Eran personas comprometidas, madres valientes, mujeres luchadoras que por la mañana iban a la biblioteca para leer en inglés sobre estupefacientes y por la tarde con el megáfono a las puertas de los negocios de los narcos para denunciarles y gritarles su consigna favorita: “Ni locas ni terroristas, somos madres muy realistas”. Realistas con mucha experiencia en el movimiento asociativo, que años atrás habían hecho piña recuperando Lavadores de otras miserias y que intentaban hacer ver a la sociedad que aquellos toxicómanos podían ser los hijos de cualquiera.

Carmen (con el dedo levantado) y sus compañeras en el Pazo Baión, en Vilanova de Arousa (Pontevedra).
Carmen (con el dedo levantado) y sus compañeras en el Pazo Baión, en Vilanova de Arousa (Pontevedra).

Hijos como los de Carmen, la madre que empezó a aglutinar todas las miradas de la opinión pública, esa mujer que hoy todavía se indigna cuando ve a los jóvenes idealizar a los narcos de las series de moda en sus camisetas. Carmen forjó su poderío en el duro barrio de O Calvario cuando le tocó bregar con la miseria. Lo mismo sacaba adelante a sus 10 hermanos que se enfrentaba cara a cara con el poderoso Oubiña. Esa mujer impertérrita a las amenazas de muerte solo muestra sus flaquezas cuando vio caer al segundo de sus chicos: “Aún hoy me cuesta trabajo entenderlo, porque ya vio los problemas que su hermano tenía y se metió también. Tuve un sentimiento de impotencia y rencor hacia él, un rencor profundo”. Su marido, Jaime, explica aquella dura etapa con otra energía: “A mi todo aquello me apagó, mientras que para Mari fue a la inversa, luchó más y se levantó”. Jaime ha asumido con clase el impagable papel de la retaguardia, tan importante en todo buen equipo.

Y la verja cayó

La fraternidad entre Carmen y el resto de madres, tejida por un objetivo común, pasó por momentos realmente duros. Las pérdidas de los chavales minaban la esperanza colectiva y los divorcios rompían demasiadas familias: “El hombre normalmente culpabilizaba a la mujer porque era la que estaba en casa. Cuando empezamos a dar charlas, a traer grupos y demás, ese concepto cambió”, explica orgullosa Carmen. El grupo extendía raíces y ahogaba también sus penas en los eternos viajes en autobús desde la capital rumiando las sentencias de los macrojuicios, con A Rianxeira como banda sonora o con su cántico más conocido como bandera: “El Pazo de Baión te vamos a quitar, para que nuestros hijos se puedan curar”.

La fuerza de ese matriarcado no se quedó solo en cánticos o miradas desafiantes. Aquellas madres gladiadoras consiguieron reunirse con dos presidentes del Gobierno, que se cambiase la ley, que se procesara a los intocables narcos y que embargaran sus bienes para revertir su valor en centros de tratamiento a drogodependientes. Consiguieron el sueño de tirar la verja del Pazo Baión para devolverlo al pueblo y que desde La Guardia a Ribadeo se entendiera, por fin, que sus hijos eran las verdaderas víctimas. Crearon la Asociación Érguete con esos cimientos para que hoy se levante con 2.500 beneficiarios al año, con 450 personas en cursos de formación y con un 70% de inserción laboral.

Más allá del impacto mediático, de series, juicios y películas, las Madres Contra la Droga cambiaron su barrio, su ciudad y la conciencia colectiva desde la unión y el coraje. Desde esa fuerza que sale de las tripas y que, con honestidad, puede cambiar el mundo. No importa tu dinero, tu poder, ni de dónde vengas. No importa el tamaño de tu desafío: lo que importa es la fuerza de voluntad que tengas para querer conseguirlo.

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Contenido adaptado del vídeo de Carmen

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En los años 80 un grupo de madres se organizaron para denunciar las consecuencias del narcotráfico en Galicia. Carmen Avendaño fundó Érguete, una asociación que nació para dar apoyo a sus hijos y que hoy es un referente en la prevención e intervención en conductas adictivas.

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Lo que que recuerdo de mi infancia, jugué poco, pero fue una niñez que aún habiendo carencias y demás, una niñez feliz. Una vez que me casé me fui a vivir a una zona, a un barrio, donde no había agua, no había alcantarillado... y empecé a reunir a los vecinos, a decir “esto es inconcebible, esto no se puede permitir” y siempre estuve involucrada y siempre me sentí muy compañera de todos mis vecinos.

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Yo ya era presidenta de la asociación de vecinos, entonces había grupos de chavales jóvenes, adolescentes…. Bueno, lo de fumar un pitillito y tal lo veíais, pero lo curioso, a mí lo que me llamaba la atención, es que cuando veían a una persona adulta se escondían. Y ahí fue cuando descubrí las drogas y la verdad es que tuve que leer mucho para enterarme porque nadie sabía nada de las drogas.

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Mi hijo, el segundo, cayó junto con aquellos y después el cuarto se metió también. Los amigos de mis hijos también estaban enganchados, entonces fue cuando montamos la asociación y ahí empezamos a decir las cosas con muchísima claridad y dijimos los bares donde se estaba vendiendo libremente.

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Y nos decían los abogados “tened cuidado, que os van a poner demanda etc, etc”. Pues no hubo ni uno siquiera que nos denunciara. Entonces eso fue digamos como un pulso, que nos estimuló a seguir estando en la brecha y a decir lo que estaba ocurriendo. Y exigimos modificación de ley y le hicimos la vida mucho más difícil a los narcotraficantes.

01:47

El señor Oubiña utilizaba términos durísimos contra nosotros, entonces para visualizar el tema el Pazo de Baion fue el más apropiado. Entonces, de alguna manera, fue el principio del fin de él.

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Las drogas siguen existiendo, lo que pasa es que hay un cambio. Hoy las familias saben mucho más, por lo tanto detectan antes el problema, y hoy los chavales reaccionan cuando ven que empiezan a perder el control sobre sí mismos. Recurren antes a los profesionales o a las asociaciones y eso es un punto muy importante.

02:23

La asociación trata el tema y, una vez controlado por profesionales y por los propios equipos nuestros, van a la fundación y ahí se le da lo que es formación laboral y de reinserción. Y la reinserción que tenemos es de un 70%.

02:38

Fue una batalla dura pero yo creo que necesaria y muy bonita.

 

Este contenido ha sido elaborado por Yoigo.

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