Si la historia de Cristina te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo
Desde pequeños nuestras abuelas nos han llenado el plato de comida aunque no tuviéramos más hambre. Al menos, eso recuerdo yo en casa de mi abuela Lala que, con sus 97 años, sigue cocinando y diciéndome: "No has comido nada, ponte más macarrones" después de tener el estómago a punto de reventar. Esta práctica, replicada muchas veces en restaurantes con raciones interminables, provoca una idea errónea sobre lo que significa alimentarse bien (muchas veces, comemos más de lo que realmente necesitamos) y sobre la cantidad de comida que se tira.
Cristina Romero es una mujer reivindicativa que, ya desde pequeña, reaccionaba si algo no le encajaba: "Ante una injusticia no me callaba, intentaba cambiar las cosas de forma planificada y metódica". Ella, que aprendió de su abuela la "cultura del aprovechamiento", descubrió que el comedor escolar de su hijo no aplicaba esta filosofía a las sobras de la comida: "En 2015, cuando se nos informó a todos los padres de que lo que sobraba iba directamente a la basura siguiendo directrices higiénico-sanitarias, decidí actuar y cambiar esto por humanidad y solidaridad".
Despilfarro de alimentos
Aunque en España no estamos en una situación de escasez alimentaria en términos generales, Cristina reflexiona sobre cómo seguimos sufriendo las consecuencias de una crisis económica que ha dejado a muchas personas en situación de vulnerabilidad. Así que preguntó en el colegio por alternativas para esos alimentos no consumidos: "¿No podéis buscar alguna solución para que alguna familia pueda aprovechar esta comida que sobra cada día?”. Sin embargo, la respuesta fue negativa porque, para estos centros, salirse de lo conocido suponía un quebradero de cabeza.
Al igual que ocurre en las empresas de catering que sirven a colegios y a los propios comedores escolares, en nuestras casas, en establecimientos de hostelería y en supermercados se despilfarra muchísima comida. "En un evento, cuanta más comida hay en la mesa, mejor; en cambio, si pones poquita se ve como algo pobre. En esa mesa tan copiosa se desperdicia muchísima más comida que en una con menos. Una buena planificación es básica", argumenta.
Y es que es importante que tengamos en cuenta las cifras, porque se estima que tiramos a la basura ocho millones de toneladas de comida al año. Y esto solo en España. En términos globales, la cifra resulta todavía más indigesta y, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), desperdiciamos un tercio de los alimentos que se producen. Y uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es reducir a la mitad esa cantidad para el año 2030.
En trozos pequeños, todo pasa mejor
¿Cómo podemos asumir estas cifras sabiendo, además, que en términos ecológicos estamos llevando al planeta al agotamiento de recursos naturales? Muchas personas están involucradas en esta lucha contra el desperdicio de alimentos, no solo a nivel particular, como Cristina, sino también desde las instituciones. Juan Marcos de Miquel, del Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña, explica cómo la actual Ley de Higiene Alimentaria está abierta a interpretación y que "la falta de información provoca que mucha gente tire comida que está en buen estado porque le resulta más barato que reutilizarla o no sabe qué hacer con ella". Por esto, concluye que "hace falta una ley que favorezca que las empresas donen más alimentos sin miedo a posibles problemas".
Cristina, por su parte, en lugar de quedarse paralizada ante unos datos tan alarmantes, desmenuzó la problemática para llevarla a una escala más humana: de lo más cercano a lo más global. Comenzó con una recogida de firmas con la que pretendía que las empresas de catering se involucraran en este proceso, sumando al argumento del aprovechamiento de estos alimentos la necesidad de que los colegios eduquen también desde la práctica. "A un niño le tienes que enseñar con ejemplos y valores. Y no puede suceder que esto no se haga en un centro escolar, donde se les habla, por ejemplo, de reciclar".
Miles de firmas para cambiar la ley
Cuando decidió sumar a más gente a su batalla para cambiar la Ley 17/2011 de Seguridad Alimentaria y Nutrición, que resulta ambigua y deja en manos de la voluntad individual la reutilización de alimentos, optó por utilizar una de las nuevas plataformas de recogida de firmas. Y así lanzó en 2016 la campaña ¡NO al despilfarro de alimentos en comedores escolares! La comida no es basura en Change.org, que sigue activa y ha superado los 250.000 apoyos.
Con su petición se busca un cambio de ley "que propicie el aprovechamiento de los restos de comida" para que tanto los comedores escolares como las empresas de catering de este sector (que proporcionan el 60% de las comidas en colegios) "pierdan el miedo a iniciar este proceso".
Iniciativas para tomar conciencia
En este camino que inició Cristina hace varios años ha coincidido con muchas otras personas con las que comparte la preocupación por que la comida se tire y el empuje para realizar los cambios necesarios: "Hemos creado una red de personas solidarias de a pie", resume. Una de esas personas es Álvaro Saiz, fundador de Nevera Solidaria en el País Vasco, cuyo propósito es "luchar contra el despilfarro de comida poniendo a disposición de las personas alimentos que, para otros, suponen un excedente". También habla con particular cariño de Manuel Bruscas, autor de Los tomates de verdad son feos, que relata nueve historias relacionadas con el despilfarro de comida y que, en el capítulo seis, habla sobre Cristina y su lucha en los comedores escolares.
Es fundamental una reflexión que Cristina hace en relación con la lucha por cambiar lo que no nos encaja: "A todos aquellos padres y madres que vean cosas que creen que pueden cambiar, que pierdan el miedo e intenten apoyarse en familiares y amigos. Es importante que crean en lo que están luchando y que salga a la luz por todas partes. Si no actúas, las cosas no van a solucionarse y van a ir a peor. Hay que ponerse".
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Contenido adaptado del vídeo de Cristina
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Cada año se desperdician en España 4.500 toneladas de comida de comedores escolares. Cristina pasó a la acción e inició una petición para pedir la modificación de la Ley de Seguridad Alimentaria. Hoy Cristina ha conseguido que muchos colegios repartan miles de raciones de comida sobrante.
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(Cristina) Ya desde la adolescencia cuando iba al instituto era la reivindicativa, la que ante una injusticia no me callaba e intentaba cambiar cosas, pero no con rebeldía sino con causas y, sobre todo, con razones.
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(Cristina) En 2015 descubrí que en los colegios españoles se tiraba toda la comida que sobraba según la normativa de seguridad alimentaria. Lo que dice es que los alimentos manipulados no pueden ser reutilizados.
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(Aitor) Por supuesto la comida que ya está servida en bandeja no puede utilizarse con otro uso, ni puede volver a cocina, ni puede intercambiarse en comedores. Pero sí que es importante tener en cuenta que dentro de cocina hay alimentos que no han sido preparados, o que han sido preparados y sobran, y sí que reúnen todas las condiciones higiénicas y nutricionales para darles un nuevo uso.
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(Cristina) Y a partir de ahí, decidí poner todas mis energías en intentar cambiar la ley.
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(Cristina) Lo que pido a la Administración es que todo este excedente lo canalicemos a un buen destino.
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(Aitor) Si nos ha sobrado comida que no se ha servido en el comedor, o la podemos distribuir con otras ONG, la podemos congelar para futuro y también se pueden reutilizar en muchas recetas. No pasa nada por reutilizar unas verduras para hacer una crema siempre y cuando sigamos todas las políticas de higiene.
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(Cristina) Para llegar al objetivo del cambio de ley me decidí por Change.org ,y gracias a ellos, llegamos a más de 225.000 firmas.
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(Cristina) Ha habido un cambio de Gobierno recientemente, hay que dejar un poco de margen para que las cosas se aposenten y tal, pero ya digo, cada equis tiempo esa mosca cojonera que creo que soy pues va a seguir ahí.
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(Cristina) A una persona que no sea constante esto le puede frustrar, pero en mi caso, al contrario. En mi caso yo sigo picando puertas y alguna se abrirá. Si usamos la lógica llegará un momento en el que esto acabará por pasar. Hay que poner ganas y creer, sobre todo.
Este contenido ha sido elaborado por Yoigo.