Robos, divorcios y llamadas de Dios: por qué los youtubers españoles ahora se confiesan
Los vídeos en los que narran experiencias personales aumentan exponencialmente y atraen muchas más visitas a sus canales que cualquier tutorial de belleza o moda.
“Esta soy yo, sin cortes, sin edición, sin cambios de color, con el pelo fatal. Nada de esto: collares, anillos, las cosas que me “representan”, esta camiseta… nada de esto soy yo. Esta es Grace, la de todos los días, sin maquillaje, sin nada. Estoy feísima y quiero que me veáis por quién soy yo (grito agudo en tono pudoroso). Estoy feísima”. Mientras pronuncia estas palabras, Grace Villarreal –más conocida en la red como Happy Sunny Flowers– va despojándose de todos los objetos que enumera hasta quedarse med...
“Esta soy yo, sin cortes, sin edición, sin cambios de color, con el pelo fatal. Nada de esto: collares, anillos, las cosas que me “representan”, esta camiseta… nada de esto soy yo. Esta es Grace, la de todos los días, sin maquillaje, sin nada. Estoy feísima y quiero que me veáis por quién soy yo (grito agudo en tono pudoroso). Estoy feísima”. Mientras pronuncia estas palabras, Grace Villarreal –más conocida en la red como Happy Sunny Flowers– va despojándose de todos los objetos que enumera hasta quedarse medio desnuda ante la cámara. Es el cierre de un vídeo que, bajo el título No soy Feliz, acumula más de 500.000 visitas desde que lo colgara en su canal de YouTube hace menos de una semana. En él, la conocida youtuber especialista en tutoriales de belleza y moda, narra durante un plano secuencia de 20 largos minutos lo triste que se ha sentido los últimos meses y cómo su “reencuentro con Dios” la ayudó a recuperar la felicidad. “Sentía que no era 100% feliz, a pesar de tener una familia increíble, unas niñas preciosas y obedientes, un marido que me ama con locura y una familia que me apoya en todo; no me sentía feliz. ‘¿Qué te pasa Grace? Eres tonta, esta no eres tú’ […] Un día conduciendo me puse a hablar con Dios y me di cuenta que me había alejado de él. Para mí el centro de todo es Dios pero no lo había puesto como prioridad en mi vida”, cuenta mientras se seca las lágrimas. Su testimonio, ha provocado un aluvión de opiniones en todas direcciones entre sus seguidores. El vídeo aglutina casi 9.000 comentarios que, entre críticas y mensajes de apoyo, dan cuenta de que su historia no ha dejado indiferente a nadie.
Villarreal, colombiana de nacimiento y española de adopción desde los 4 años, abrió su canal en 2012 “porque quería encontrar a gente con la que hablar en castellano”, según explicó en una entrevista a S Moda. Aunque su punto fuerte son los tutoriales de maquillaje, los shopping haul (clips en los que se enseña a cámara las últimas compras) y otras tantas piezas de belleza y ropa, en Happy Sunny Flowers podemos encontrar un buen número de vlogs, esos vídeos de aspecto casero en los que sus protagonistas lo mismo muestran sus viajes personales que su rutina de compras en el súper. En ellos, la vloguera de 26 años, aparece acompañada de sus bebés o su marido. Pero a pesar de que ya lleva tiempo mostrando al mundo momentos íntimos, probablemente su último vídeo ha sido el más personal y delicado (además del más visualizado). Ella es el ejemplo más reciente de una tendencia que no deja de crecer en las últimas semanas entre los youtubers patrios: la de airear sus problemas, ansiedades y miserias. Eso que los anglosajones llamarían oversharing y que no es otra cosa que ‘compartir demasiado’ en redes sociales, blogs o cualquier plataforma de la red.
Otro caso reciente es el de Natalia Cabezas, la joven que está detrás del blog de moda Trendy Taste y que, desde hace unos meses, muestra su lado más personal en su canal de Youtube. Os presento a mi chico o Mi pasado choni son dos de los vídeos más visitados, aunque el último que ha colgado, titulado Nos han desvalijado. Carta a los ladrones, gana por goleada con más de 200.000 reproducciones. En él la egobloguera detalla cómo le robaron todo lo que tenía en su autocaravana mientras veraneaba con su novio y dos amigos en Tarifa. De nuevo, la polémica estaba servida. Entre los mensajes de ánimo de muchos de sus followers, otros tantos afirmaban cosas como “si puedes pagar más de 900 euros en unos botines, como has dicho en otro vídeo, creo que lo material podrás volverlo a reponer. E igual esas personas han intentado vivir de otra manera pero no han podido porque no han tenido los lujos, comodidades y oportunidades que has tenido tú en la vida, con todos mis respetos. Decir que te han jodido la vida por esto me parece exagerado”. Su caso ejemplifica muy bien cómo la exposición de la intimidad, al igual que ocurre con las celebrities, va acompañada de juicios, reproches e incluso insultos.
Algunos youtubers han dejado caer que las constantes preguntas y presión ejercidas por los seguidores que solicitan saber más sobre sus vidas, les han “empujado” a tratar ciertos temas privados públicamente. La popular Isasaweis, por ejemplo, así lo dejaba entrever en un vídeo en el que bajo el título Separación y mariposas, confesaba que su matrimonio de 14 años había terminado. A raíz de un artículo escrito por la youtuber en su columna para 20 minutos en el que hablaba del amor y las mariposas en el estómago, sus redes sociales se llenaron de comentarios que especulaban y preguntaban sobre si se había separado o si tenía un nuevo novio. Al final, decidió contar su situación aclarando que no había hablado antes de su divorcio porque “lo estaba pasando muy mal”. Su canal, que alcanzó la fama gracias a sus trucos de belleza, llevaba tiempo tomando un cariz más personal a través de vídeos en los que “tomando un café virtual» con sus seguidores, aprovechaba para reflexionar sobre distintos temas. Tampoco podemos olvidar que uno de sus contenidos más reproducidos de estos siete años en Youtube lleva por título El aborto natural o espontáneo (mi experiencia personal).
Belén Canalejo, editora del blog B a la Moda, publicaba hace un par de meses Cómo afronto una enfermedad grave, el motivo de mi ausencia, una emotiva pieza en la que aclaraba que había decidido compartir su problema de salud con sus seguidoras para que “estén informadas y evitar malos entendidos”. Canalejo, que suele grabar vlogs junto a su familia numerosa, aprovechaba para dar las gracias por la preocupación que sus followers habían mostrado por ella debido a las tres semanas que llevaba retirada del mundo online. “Desaparezco de las redes un día y genera preocupación, es increíble […] Muchas gracias por las que habéis sabido esperar porque he necesitado un tiempo para hablaros de esto, os agradezco la paciencia”. Declaraciones que evidencian la estrecha relación entre youtubers y seguidores y cómo los segundos quieren saberlo todo –e inmediatamente– acerca de la vida privada de sus ídolos.
Podríamos seguir enumerando nombres y más nombres nacionales que atestiguen esta tendencia. Quizá un último ejemplo que no podemos dejar en el tintero es el de la archiconocida egobloguera Aida Domenech, más reconocida como Dulceida, su álter ego en la red. La televisiva coach de Quiero Ser, el bluf presentado por Sara Carbonero, ha tratado numerosos temas personales en su canal de Youtube con una apabullante repercusión en forma de titulares y reproducciones. Tag de mi novia (en el que presenta a su pareja a través de un cuestionario) acumula más de 2 millones de visitas, el vídeo en el que desvela su orientación sexual o en el que anuncia su boda superan el millón y medio y este otro en el que detalla su paso por el quirófano para reducirse el pecho lleva más de un millón de visualizaciones. Cifras especialmente llamativas si tenemos en cuenta que duplican la media de visitas de otros contenidos relacionados con la moda.
No es de extrañar. Pocas cosas funcionan tan bien en Internet como un testimonio en primera persona. De ahí que el oversharing derivase hace unos años en el exitoso –al menos en términos de clic– periodismo confesional. La revista online Thought Catalog, una de las pioneras en este subgénero, acumulaba en su día millones de usuarios al mes gracias a titulares como Mi nombre es Molly y soy alcohólica, No te voy a pedir perdón por colgarme de tu novio, La vez que me ingresaron en una unidad psiquiátrica o Nunca seré la chica que elijas. La misma fórmula, más extrema si cabe, llevó al éxito a otras webs como xoJane en la que los periodistas se convierten en los protagonistas de las noticias, en celebrities que cuentan el mundo que tuvieron un hijo con el marido de su mejor amiga o que están abortando mientras escriben. En España publicaciones como Playground o Vice consagran algunos de sus artículos al “esto me pasó a mí” y en muchos medios, nacionales e internacionales, este tipo de periodismo ha dado lugar a secciones fijas.
Aunque no todo lo ha inventado Internet. Antes del nacimiento de estas páginas, ya se publicaban columnas de marcado carácter personal en periódicos generalistas (que, por cierto, han seguido nutriéndose del fenómeno en sus ediciones online). De lo que no cabe duda es que el poder de la “primera persona” ha sido amplificado por la generación en lo que todo –absolutamente todo– se comparte en tiempo real en las redes sociales. En este contexto, muchos youtubers nacidos con propósitos muy distintos al confesional, el testimonial e incluso a la autoayuda, se suben al carro de desnudarse ante sus seguidores sin otro filtro que el de Instagram: desde lo que llevan en el bolso hasta quién les ha roto el corazón.
Una sobreexposición que muchas veces pasa factura. Es el caso de la periodista, bloguera y escritora Emily Gould. En 2008 publicó Exposed, un extenso artículo en la portada de The New York Times, donde lamentaba haber relatado su vida íntima y mezclarla con su trabajo en la en la recién desaparecida Gawker y explicaba en primera persona las consecuencias del oversharing: visitas al psicoanalista, ataques de pánico y delirios de grandeza obsesiva basados en lo que se comentaba de ella en sus posts. Sus textos sobre su ruptura o acerca de cómo había engañado a su novio reportaron mucho tráfico a su web y la empujaron a seguir contando su vida, pero la cosa terminó mal. Su expareja publicó un artículo en el dominical del New York Post explicando que se había sentido violado por las historias que ella había publicado sobre su relación y separación. Un drama digital seguido por millones de lectores. “[Cuando vi el artículo de mi ex] Me tiré en el suelo de la cocina y me quedé allí en posición fetal. Quería dejar de existir. Había hecho pública mi existencia de una manera tan extraña, quería volver atrás, pero para eso tendría que destruir todo Internet. ¡Si fuera posible! Google, YouTube, Gawker, Facebook, WordPress, todos fuera. Cerré fuerte los ojos y recé para que una tormenta electromagnética pudiera acabar con todo los errores que había comedido”, escribía en su yoísta artículo del New York Times, texto que también supuso una oleada digital de odio en forma de comentarios hirientes cuando se volcó a la versión digital del rotativo. Muchos de los comentaristas que habían estado criticándola durante mucho tiempo se alegraron porque “el karma la estaba poniendo en su lugar”.
Otros que también lamentaron la sobrexposición digital fue la pareja de blogueros de decoración John y Sherry Petersik, que soñaron con desaparecer de Internet para siempre. En su blog Young House Love compartían la remodelación de sus tres casas, los nacimientos de sus dos hijos y sus proyectos de decoración. Pero también detalles tan concretos como dónde pasaban las vacaciones, la marca de champú que usaban o el número de sujetadores de Sherry. Después del nacimiento de su segundo hijo, el número de publicaciones del blog y la calidad de los contenidos empezó a bajar. Sus seguidores no se lo perdonaron. El agobio y la presión que experimentó la pareja les llevó a alejarse por un tiempo de la bitácora para tomarse un descanso.
Si a principios de la década la burbuja del periodista confesional generaba millones de clics (y de euros), ahora es la figura del youtuber confesional quien le ha tomado el relevo. Estos verdaderos culebrones audiovisuales, que en la mayoría de los casos superan los 15 minutos de duración, fidelizan a una entregada audiencia y atraen nuevos ojos que, de otro modo, probablemente jamás se hubieran posado en sus canales. Parece que los youtubers saben bien cómo exprimir el fenómeno. Si no que se lo pregunten a Laura Escanes, flamante novia de Risto Mejide y una youtuber bastante desconocida hasta que el publicista le dedicase Mía, el viral del verano. La carta, además de despertar sonrojo y sensaciones cercanas a la vergüenza ajena, ha dado a conocer el canal de la joven al gran público. Ella no tardó en aprovechar el filón para publicar Querida yo del futuro, aumentando la polémica y las visitas. ¿Cuánto tardará en aparecer el siguiente vídeo viralizable? Permanezcan atentos a sus pantallas.