Visto, luego existo

La pasión de la moda es un misterio que oculta una razón. Para buscarle una respuesta, qué mejor que preguntar a quienes aman encontrarla: filósofos, escritores y diseñadores.

Sergio Moya y Ximena Garrigues

Javier Sádaba es doctor en Filosofía y Letras, licenciado en Teología y catedrático de Ética. No cree en nada, pero piensa que nos rodea el misterio. Suele vestir de azul y le encuentra una explicación: la dulce melancolía que le caracteriza. La comparte con Mar García, fundadora y diseñadora de la marca de ropa femenina Marlota.

Mar García. Es interesante hablar de la moda no solo desde el punto de vista efímero. En mi caso creo que hago una moda por encima de las modas. Cambio cosas cada temporada: colores, volú...

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Javier Sádaba es doctor en Filosofía y Letras, licenciado en Teología y catedrático de Ética. No cree en nada, pero piensa que nos rodea el misterio. Suele vestir de azul y le encuentra una explicación: la dulce melancolía que le caracteriza. La comparte con Mar García, fundadora y diseñadora de la marca de ropa femenina Marlota.

Mar García. Es interesante hablar de la moda no solo desde el punto de vista efímero. En mi caso creo que hago una moda por encima de las modas. Cambio cosas cada temporada: colores, volúmenes. Pero, además de eso, creo que todas mis prendas son muy atemporales. Yo siempre hablo de no exhibir.

Javier Sádaba. La moda es un fenómeno eterno. Desde que el homo sapiens se pone de pie se demuestra ya que es un sistema de signos. Incluso los neardentales, que se pintaban. No está hecha solo para cubrir el cuerpo. Hay un cierto parecido con la arquitectura: uno habita dentro de una casa y dentro de lo que se pone, del ropaje. La moda es un poco teatro. También es cambio constante.

M.G. Nadie hace un análisis de la colección inspirada en Portero de noche que plantea esta temporada Vuitton. Los clientes solo saben que se tienen que poner un corsé porque la boutique se lo está proponiendo. Siguen fielmente las tendencias.

J.S. En la moda visualizas, porque tiene escenario. El aspecto importante es hacer las cosas bien. Que esté al servicio del individuo y nunca al revés.

M.G. Pero ahora mismo nadie necesita nada ya.

J.S. Entonces, ¿para qué la moda?

M.G. Yo no hago las cosas para que se tiren dentro de tres meses. Hago las prendas para que duren toda la vida. En esta época de crisis el mercado del lujo está creciendo de una manera exagerada. Es lógico porque los ricos son cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres.

J.S. Yo vengo de México y allí las diferencias entre pobres y ricos son exacerbadas. Eso aquí no ocurre. Pase lo que pase, nos comunicamos y nos seguiremos comunicando por la palabra y por el vestir. En ese sentido, soy bastante convencional. En el estudio que Goethe escribió sobre los colores dice que le gusta la melancolía del azul. Yo tiendo a vestir de ese color. Y es por esos momentos de dulce melancolía.

M.G. ¿Qué te gusta de la moda?

J.S. Una mujer con sombrero. Y creo que no debería desaparecer nunca la falda. De la tubo a la más amplia. Y no me gusta la corbata. Parece que uno va colgado.

M.G. Yo no tengo la obligación de seguir unos códigos: no necesito ir de traje porque no como con banqueros. Pero creo que puedes llevar lo que te dé la gana si te queda bien y te sientes bien.

J.S. Hay un sueño de la moda: que no haya esa distinción entre aquel que tiene dinero y el que no tiene más que estar luchando para llevar la chaqueta raída.

M.G. Hay niñas que gastan poquísimo y van ideales. Hay una cosa importantísima ahora: el estilo en la calle. Cómo mezclan, cómo reinterpretan propuestas de aquí y allá.

J.S. Me parece excelente, pero que sea combinación y no mezcla, para no caer en el caos.

M.G. A veces en el caos es donde se encuentran cosas positivas.

J.S. Pues a mí me sucede que siempre que viajo en avión tengo que llevar un calzoncillo del Athletic de Bilbao. Por pura superstición: me da miedo volar. Hasta qué punto tiene importancia esto del vestir, que con el calzoncillo y una pipa me siento protegido.
 

A la izquierda, Álvaro Botella, filósofo; y a la derecha, Miguel Palacio, diseñador de moda.

Sergio Moya y Ximena Garrigues

La colección otoño-invierno de Miguel Palacio plantea la imagen de una mujer increíblemente elegante, delicada y enigmática. Para el filósofo y escritor Álvaro Botella la moda es precisamente eso, un misterio que nace de la pasión. Está a punto de terminar su primera novela, una historia de amor que busca la luz entre héroes literarios.

Álvaro Botella. ¿Un cuento para empezar?

Miguel Palacio. Encantado.

Á.B. Un príncipe rubio, que vagaba amnésico y en hábito de campesino por la antigua Tebas de Egipto, cuando vio en sueños el vestido que su padre había encargado para él, recobró su identidad perdida.

M.P. Eso buscamos los diseñadores, hacer felices a las personas.

Á.B. Tenemos un punto en común: eso mismo indaga la Filosofía.

M.P. Pero unos lo hacen con palabras y otros, con tejidos.

Á.B. De todas maneras, vestir no es una operación material, sino espiritual. Es el drama del yo íntimo por no morir en su yo social.

M.P. Lo que pasa es que el yo íntimo y el yo social no están tan separados.

Á.B. En términos de indumentaria, defino vestir como mostrar los sueños a través del atuendo. A lo otro lo llamaría llevar un hábito cualquiera.

M.P. Para eso que dices creo que es importante el diseñador.

Á.B. ¿Para qué?

M.P. Para hacer realidad los sueños a través de la vestimenta.

Á.B. Claro, pero tiene que haber mucha confianza.

M.P. Sí, por supuesto. El diseñador tiene que saber escuchar y el cliente, contar sus sueños propios.

Á.B. Esto me recuerda a Cervantes. M.P. ¿Hay moda en El Quijote?

Á.B. La primera aventura del Quijote no es en la venta, sino en el desván de su casa: deja el hábito de hidalgo y se hace un traje de caballero andante. Le hubiera venido bien un diseñador entonces.

M.P. Desde luego, los filósofos tenéis una sensibilidad diferente a los diseñadores. Yo en ese precioso libro lo primero que hubiera notado es la textura que tiene y el color de su estampado.

Á.B. A mí me llama la atención que lo que el protagonista de la primera novela moderna hace para diferenciarse de los demás es, precisamente, un cambio de ropa. Es como si dijera: «Yo voy a ser lo que quiera, y voy a vestir como quiera».

M.P. Creo que vestir bien es estar en armonía con uno mismo.

Á.B. ¿Y viste de verdad la gente?

M.P. Yo opino que cada vez más.

Á.B. Tal vez tengas razón, aunque pienso que la edad de oro de la moda está por llegar.

M.P. ¿Por qué?

Á.B. Porque la mayoría no puede hacer todavía realidad sus sueños.

M.P. Sin embargo, hay una democratización del vestir.

Á.B. Al principio solo vestía la realeza; luego, la aristocracia; después, la burguesía, y ahora, los trabajadores. Creo en el progreso de la humanidad, es decir, en la libertad y en la creatividad humanas. A mayor libertad, más vestidos y menos hábitos.

M.P. Pero hay filósofos que tratan
la moda con desdén, como si estuvieran en contra.

Á.B. Es un error. Estética y ética no se excluyen. La filosofía moral y política ha querido imponer sus patrones a la moda. Si Platón hubiera triunfado con su República, me temo que el aspecto de sus ciudadanos habría sido horroroso.

M.P. Hay una pregunta que me hacen siempre: «¿Qué es para ti ser elegante?». Y la gente cree que tengo la respuesta exacta. ¡Y no! La elegancia es estar en sintonía con tu propia personalidad. Hay gente elegantísima alejada de los cánones.

Andrés Barba, escritor; y Diana Martínez, diseñadora de «ropa de autor».

Sergio Moya y Ximena Garrigues

Diana Martínez trabajó durante mucho tiempo en los talleres de Sybilla. Ahora diseña trajes de novia para bodas civiles y ropa de autor: la que le encargan escritoras como Soledad Puértolas o la cantante Russian Red. Andrés Barba escribe ya su libro número 12, compuesto por cinco relatos cortos: en uno de ellos los personajes resuelven su diatriba mientras van de compras por la calle Serrano de Madrid.

Andrés Barba. Históricamente, la nueva mujer tiene prefiguraciones literarias que curiosamente coinciden con los finales y comienzos de siglo. Me parece muy interesante, sobre todo, en los inicios del siglo XX, ver cómo Henry James o Scott Fitzgerald formulan lo que creen que va a ser la nueva Eva.

Diana Martínez. Las más interesantes son justamente las que coinciden con el Romanticismo y, de una manera mucho más salvaje, con los últimos decenios del siglo XIX. Se acabaron el corsé y las rigideces. La mujer puede expresar toda su feminidad loca, toda su coquetería, y no es juzgada por ello.

A.B. Las damas de Henry James en Las bostonianas y las flappers de Fitzgerald son casi contemporáneas. Sin embargo, James tiene una idea muy abstracta sobre lo que tiene que ser la nueva fémina: liberal, inteligente, decidida, independiente. En cambio la flapper de Fiztgerald nace con una fascinación por una persona muy concreta: su mujer, Zelda.

D.M. En la moda, lo apasionante son los arquetipos de mujer que se crean. La femme fatale, por ejemplo, tiene un tipo de silueta muy marcada. Cuando Yves Saint Laurent crea el esmoquin femenino (basado en el dandismo masculino) le da ese toque de mujer liberada.

A.B. Ahora ya no hay nada genuino. Vivimos la época de la revolución de la copia. Y eso es lo interesante. La Eva que es todas las Evas posibles a la vez. La vocación de la moda es suicidarse todo el tiempo para renacer todo el tiempo.

D.M. A mí me gustaría que pudiera haber una nueva mujer, no una amalgama. Cuando se habla de elegancia se dice que es el antidisfraz. Para mí es todo lo contrario. Lo verdaderamente interesante de vestir a una chica es que debe tener cierto punto de travestismo bien entendido. Tiene que estar disfrazada en su papel.

A.B. A un vestido le pido que den ganas de quitarlo. ¿Qué hacer entonces con el día del disfraz por excelencia, el de la boda?

D.M. Yo he hecho una colección para novias civiles porque creía que, en ese caso, el disfraz estaba mal interpretado. Es muy ridículo que aparezcas con una cola en un juzgado de Tordesillas.

A.B. ¿Hay algo en especial que eches de menos en la moda?

D.M. La Bauhaus, que era una sociedad de artesanos y artistas, socializada y democratizada para todo el mundo. Su objetivo era que en cada casa pudiera haber algo absolutamente exquisito, aunque fuera industrial.

A.B. La vocación suicida de la moda se ha acelerado más todavía. Cualquier cosa creada hoy, mañana puede estar absolutamente pasada.

D.M. Por eso creo más en la que se engloba dentro de un movimiento artístico. Ahora todo es mercadotecnia y la fantasía se acaba dejando de lado.

A.B. A mí hay una cosa de lo que haces que me interesa muchísimo: la ropa personalizada. Tus clientas te cuentan sus deseos y el vestido sale de una forma natural. Es como un proceso de enamoramiento.

D.M. Es de lo más gratificante.

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