Veinteañeros de ideas claras y corazón caliente
No lo tienen fácil, pero ni la situación económica ni anímica de España ha podido con sus planes de futuro. Esta generación de jóvenes, lejos de sentirse dentificados con etiquetas ‘ni-nis’, pasa a la acción.
Daniel de Vicente (1990) comenzó a escribir desde niño y a los 16 años publicó Escribir para vivir, su primer libro de relatos, que contó con el prólogo y el elogio de Rosa Montero. «Con 18 años inicié la carrera de Periodismo mientras ahorraba el dinero que ganaba trabajando en mil cosas con la idea de, algún día, poder dirigir una obra de teatro que tenía en mente. A los 19 empecé a redactarla en mis ratos libres y, con 21, la terminé a la vez que continuaba ahorrando para producirla con mis propios ingresos y seguía estudiando la carrera. Ahora he juntado el dinero suficiente par...
Daniel de Vicente (1990) comenzó a escribir desde niño y a los 16 años publicó Escribir para vivir, su primer libro de relatos, que contó con el prólogo y el elogio de Rosa Montero. «Con 18 años inicié la carrera de Periodismo mientras ahorraba el dinero que ganaba trabajando en mil cosas con la idea de, algún día, poder dirigir una obra de teatro que tenía en mente. A los 19 empecé a redactarla en mis ratos libres y, con 21, la terminé a la vez que continuaba ahorrando para producirla con mis propios ingresos y seguía estudiando la carrera. Ahora he juntado el dinero suficiente para crear la compañía Teatro de Ahora y poder estrenar mi obra, Cordón umbilical. Todo con capital privado, que sale de mi bolsillo y sin ningún tipo de subvención del Estado ni inversión de una productora», explica. La que tampoco confía en ayudas externas es la escritora y traductora Ainhoa Rebolledo (1987).
«Tengo un trabajo fijo en una editorial, he publicado dos libros con ISBN y escribo en mi blog y en muchos otros. Mi generación tiene muchas voces femeninas rompedoras. Venimos de Corín Tellado y vamos hacia un realismo mágico escrito por mujeres y dirigido a todos los públicos», explica. «Pero cada vez hay menos dinero para la cultura. Anticipo una destrucción de la industria librera de la misma forma que se terminó la discográfica. Y la celebro: la música independiente que se cuelga hoy en los bandcamps es mucho más real y sincera que lo que pudiera sacar Warner».
En una sociedad marcada por la crisis, saben que nadie va estar dispuesto a regalarles nada. Conclusión: tienen que inventarse su presente y futuro. La historia de gonway.com comenzó con siete amigos que decidieron montar una red para poner en contacto a empresas y estudiantes. Lo hicieron basándose en la decepción que ellos mismos habían sufrido en los procesos de selección. «Hemos cambiado la dinámica de búsqueda de trabajo creando interacciones mediante actividades que proponen las compañías.
Así, el interesado en el puesto puede darse a conocer de un modo más completo que en un proceso tradicional», cuenta Javier Unda (el socio mayor, con 23 años; el resto son universitarios). Desde noviembre cuentan con más de 7.000 estudiantes y grandes empresas como Deloitte, Kellogg’s o Acciona como clientes. La actriz y dj Laura Put (1992) también sabe lo que es montárselo por su cuenta. «A los 17 tenía un fotolog muy conocido y me propusieron pinchar en una fiesta. A partir de ahí fundé un grupo de música y a los 18 organicé mi primer evento haciendo la producción, buscando patrocinadores, etc.», dice. A los 20 la hicieron dj residente de la Sala Razzmatazz de Barcelona. «Ahí fui consciente de la responsabilidad que tenía. Hasta entonces era un juego. He tenido la suerte de que mi familia me apoyara siempre. Y yo les he demostrado que era responsable y podía sacarme la selectividad y montar un evento». Ahora vive en Madrid y desde su web lauraput.com se puede seguir su agenda.
Internet también fue el medio gracias al que el compositor y cantante Carlos Sadness (1987) se dio a conocer. «Componía y subía las canciones a Myspace. Desde entonces, empezaron a llamarme para que diera conciertos y las discográficas me pedían que les enviara demos», explica Carlos. «Ahora mis temas suenan en la televisión, en el programa de Punset o en Gandía Shore. Y sí, ya sé que mi nombre es muy emo, pero es que ¡crecí con el grunge!», dice entre risas. Otros que confiaron en la red son Eduardo García (1987) y Adriano Batista (1987), editores de la revista Fucking Young! «El sitio web fue el medio con el que comenzar hasta poder hacer la inversión con la imprenta. Hacer clic, no se acerca ni de lejos a la experiencia de pasar las páginas». Su web tiene 1,5 millones de páginas vistas cada mes y es un medio de referencia de moda masculina. Jacobo Salvador (1991) y María Rosenfeldt (1990), diseñadores de la firma Herida de Gato, se declaran fans de Fucking Young! «Por eso los invitamos este año a nuestro primer desfile en EGO y para nosotros fue un honor que les gustara», dice Jacobo. Él mismo afirma con total naturalidad: «Decidimos hacer esa colección porque nos aburríamos, María como ayudante de su madre (la artista Ouka Leele) y yo estudiando Diseño. Aceptaron nuestra propuesta y nos encerramos desde septiembre en casa para trabajar y ahorrar», dice ella. «Solo con dejar de salir por las noches tendríamos lo suficiente para cubrir gastos. Así que decidimos no pedirles pasta a nuestros padres para demostrarnos que lo podíamos hacer solos», cuenta Jacobo. «Al final nos gastamos 2.000 euros». Una cifra que se aleja de los «como mínimo 30.000 euros» que se gasta la diseñadora de moda Katarina Grey (1987) en cada uno de sus desfiles en Nueva York. «Desde los 12 años luchaba por estudiar Diseño, pero mis padres querían que fuera abogada. A los 20 me fui a Parsons y desde entonces vivo entre Barcelona y Nueva York», dice Katarina. «Toda la producción de mi colección se realiza en talleres de la Ciudad Condal que ya han trabajado en la alta costura. Pero no podría haber hecho nada de esto si no fuera por mi madre. Me ha patrocinado desde el primer momento. Luego llega Bobbi Queen, la estilista de WWD y dice que le gusta mi desfile y que todo merece la pena».
A la edad que Katarina soñaba con su actual presente, Ivana Baquero (1994) recibía su primer Goya como actriz revelación por El laberinto del Fauno. «Desde entonces me acostumbré a ser la pequeña del rodaje, pero nunca me han tratado como a una niña. Lo bueno de crecer en mi profesión es que ahora me ofrecen personajes con más jugo», explica. Sin embargo, su compañera Ana de Armas (1988), que comenzó a estudiar interpretación a los 13 en Cuba, le ve aspectos negativos. «Los actores de ahora estamos mucho más expuestos. Has de mantenerte activo en las redes sociales: en Facebook, Instagram, Twitter y no hacer demasiado caso a lo que te escribe la gente. Estamos contaminados de tanta opinión», cuenta.
Muchos de sus coetáneos, como la reconocida ilustradora Carla Fuentes (1986), lo ven desde otra perspectiva. Utiliza esas mismas armas para compartir sus dibujos y estar en contacto con otros artistas. «Me siento muy indentificada con mi generación. Nos ha pillado todo por medio: Internet, las tecnologías, la crisis, el paro, ¡todo!… Por eso nos hemos tenido que amoldar muy rápido, sin darnos cuenta, a todos los cambios. O te adaptas o mueres», reflexiona Carla. La coolhunter Elisabet Roselló (1989) añade: «Hay que aprender a actualizarse. La cultura es el software de la sociedad». Pep Torres, el director del Museu dels Invents i Idees de Barcelona (MIBA), la conoció por Twitter, vio su trabajo anterior como bloguera. «Me concedió el honor y la responsabilidad de comisariar una exposición para introducir al público en el movimiento Steampunk», explica. Ahora Elisabet se encuentra terminando el catálogo de la muestra.
Quien también está en su mejor momento es Paulo J. Futre (1989), quien en la pasada JustMad Feria Internacional de Arte celebrada en Madrid batió el récord de venta en la inauguración. «Aún sigo asimilándolo poco a poco». Ninguna de sus tres piezas exhibidas bajaba de los 10.000 euros. «Crecí viendo a mi padre en la televisión. Debido a su carrera como futbolista, me crié entre periodistas, cámaras, autógrafos y los fans. Verlo todos los días en la vida real, pero también en los medios, en pegatinas, camisetas, publicidad e incluso en los primeros videojuegos, me produjo una experiencia de confusión y perturbación sobre los límites difusos entre la realidad física y la virtual. Asimilar esta experiencia me ha llevado a los pensamientos de Paul Virilio y Jean Baudrillard que se reflejan en mis dudas existenciales y que aparecen en mis obras», cuenta. Soleá Morente (1987) también creció al lado de una imponente figura paterna, el gran cantaor Enrique Morente. «Me dijo que cuando acabara la carrera haríamos juntos mi disco, pero se me fue antes». Esta licenciada en Filología Hispánica acaba de grabar con Los Evangelistas uno de los discos más esperados. «No es flamenco, ni indie, ni pop. Es un encuentro que viene de mi padre con la música. Él creó este género junto a Sonic Youth y esto es un homenaje a él». Comienza una trayectoria que ella espera larga.
Algo muy distinto opina de su profesión Alba Galocha (1990): «Las modelos tenemos un tiempo limitado porque hay una edad en la que no puedes seguir trabajando al mismo nivel. Por eso tengo que aprovechar mi momento». Con esta filosofía del carpe diem también comulga Lucas Nogueira (1992), jugador de baloncesto del Estudiantes. El pívot es un referente en el equipo: «En el mundo del deporte un día estás en todos los medios y al día siguiente te han olvidado. Como buen brasileño yo quería ser futbolista, pero cuando cumplí 14 años medía 2,10 y ya fue irremediable centrarme en el baloncesto», cuenta. Un entrenador dio con él en un campus en Brasil y no dudó en traérselo a España. Cuatro años menos tiene la piloto de motos María Herrera (1996), quien con siete años quedó quinta en su primera carrera en la Cuna de Campeones. «De pequeña mi padre corría y me montaba en sus motos. Sin el apoyo de mi familia, el equipo y, sobre todo, mucho sacrificio no habría conseguido nada». El mismo leitmotiv persigue el poeta David Leo García (1988). Primer lugar del prestigioso premio Hiperión de poesía, ha gozado de una beca en la Fundación Antonio Gala, e incluso no dudó en acudir a un concurso de televisión donde ganó 54.000 euros. Todo para poder vivir de su prosa.