El boom de los tutoriales anti-vigilancia: maquillaje para escapar al autoritarismo

En un mundo cada vez más observado por cámaras, surge un movimiento que utiliza la pintura facial como reivindicación de la privacidad.

¿Puede ser el maquillaje un escudo contra el Gran Hermano?@ Getty Images (Getty Images)

En la era de la globalización las protestas sociales también se vuelven globales. El último chispazo que ha incendiado las calles de medio planeta ha sido el asesinato en Mineápolis de George Floyd. Y mientras las protestas contra la brutalidad policial y en apoyo del movimiento Black Lives Matter continúan, protegerse de las cámaras que vigilan la calle se ha conve...

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En la era de la globalización las protestas sociales también se vuelven globales. El último chispazo que ha incendiado las calles de medio planeta ha sido el asesinato en Mineápolis de George Floyd. Y mientras las protestas contra la brutalidad policial y en apoyo del movimiento Black Lives Matter continúan, protegerse de las cámaras que vigilan la calle se ha convertido en otro acto de denuncia social. Según los expertos, la tecnología de videovigilancia no solo es imperfecta sino que además es más probable que identifique erróneamente los rostros de personas negras, por lo que el concepto de maquillaje anti-vigilancia se ha extendido a través de las redes sociales como una forma de proteger la identidad individual de activistas y manifestantes, aunque no es exclusivo de las denuncias antirracistas. Así, de EE.UU. a Reino Unido y a través de Instagram, ha surgido una cultura del maquillaje de camuflaje al que llaman C.V. Dazzle que explora cómo burlar los sistemas de reconocimiento facial, y que además pone el foco en dos preguntas: quién está detrás de esas cámaras y qué hace con la información de nuestras caras.

La idea detrás de esta técnica es que las cámaras reducen las caras a píxeles y dibujan los rasgos de una persona tomando como referencia el puente de la nariz, la frente, los pómulos, la boca y la barbilla, con lo que si eliminas estos puntos cambiando el esquema de la simetría facial, el software de esos programas no será capaz de hacer encajar las piezas del puzzle. El maquillaje se entiende así como un modo de desafío pero también como una oportunidad para ser creativo en el activismo.

No es extraño que precisamente en Londres –la segunda ciudad más videovigilada del mundo, solo por detrás de Pekín, con una estimación de 420.000 cámaras, tanto de autoridades como de empresas privadas- haya surgido el llamado Dazzle Club, un colectivo fundado por cuatro artistas que utiliza el maquillaje de camuflaje como protesta contra el Gran Hermano, en una serie de marchas silenciosas. Su objetivo principal no es tanto engañar a la tecnología de vigilancia sino en cuestionar de manera artística la normalización de la hipervigilancia que está sucediendo en el mundo y lo que significa moverse hoy por espacios públicos, bajo tantas miradas ajenas.

A través de otra cámara, la del ordenador, nos contestan desde allí dos de las creadoras del movimiento, Emily Roderick y Georgina Rowlands. «Estar tan vigilados es un ambiente muy extraño, creo que cada uno siente de manera diferente esa vigilancia en la ciudad, creo que de alguna manera la cantidad de vigilancia refuerza la idea de que nos hace sentir seguros y que necesitamos este tipo de supervisión y tecnología, aunque el poder ser visto y observado siempre va en contra de nuestro derecho a la privacidad. Lamentablemente, el hecho de que en muchos lugares parezca haber mucha más vigilancia de la necesaria plantea dónde se está almacenando toda esa vigilancia y quién tiene acceso a ella. Como ciudadanos no tenemos ningún control sobre ello y eso es preocupante», explica Roderick.

«
Dazzle pueden mejorar la efectividad, pero no estamos diciendo que estas técnicas de maquillaje te hacen invisible, eso es bastante complicado», añade.

La pregunta sobre quién nos está observando y si el maquillaje puede guarecernos de su mirada no es nueva. En 2010 el artista Adam Harvey lanzó su proyecto Computer Vision Dazzle (de ahí el nombre del maquillaje que explora su teoría) en el que estudiaba cómo maquillando rasgos faciales clave con formas geométricas similares a las cubistas (que el cantante Gotye imitó en su famoso vídeo Somebody that I used to know en 2012) se puede evitar que los sistemas de reconocimiento tracen el perfil biométrico de un rostro. Su idea tampoco era original del todo: parte de la estrategia de camuflaje que ideó el artista británico Norman Wilkinson, que durante la I Guerra Mundial animó a pintar los buques militares con unas rayas disruptivas que ante los ojos enemigos deformaban la percepción del tamaño y tipo de los barcos, así como la velocidad a la que navegaban. De esa misma forma, el maquillaje anti-vigilancia agrega rasgos artificiales desdibujando el rostro para engañar a las cámaras. La teoría de Harvey extiende la cultura Dazzle más allá del maquillaje y sus modelos llevan tanto el cabello como la piel cubiertos con peinados y joyas que distorsionan sus proporciones. Sin embargo, el dazzling no es infalible: muchos activistas cuentan en las redes sociales que en ocasiones sus nuevos iPhones no consiguen reconocerles para desbloquear la pantalla de inicio pero que apps como Instagram o Snapchat no tienen problemas en reconocer su rostro y aplicarles filtros.

Los tutoriales de C.V. Dazzle llenan también el perfil de Instagram de la maquilladora de Pittsburgh Martayla Poellinitz, que enseña sus pruebas y errores a la hora de confundir la tecnología de reconocimiento facial de su móvil. “Las joyas parecen funcionar mejor para confundir debido a la forma en que la luz se refleja en ellas”, concluye, tras decorar su rostro con éxito con pegatinas de cristal sobre un remolino azabache en forma diagonal en un vídeo que se puede ver al completo aquí.

Martayla Poellinitz, con su maquillaje C.V Dazzle.

Otra creativa, esta vez en Maryland, llamada Maud Acheampong, enseña a sus casi 20.000 seguidores en la red social sus fascinantes transformaciones. Una de las más exitosas recuerda a un avatar de la famosa película de James Cameron, con un maquillaje azul brillante sobre el que se proyecta una constelación de formas irregulares. Acheampong llama la atención desde su red social sobre el hecho de que “los negros han sido históricamente atacados de manera desproporcionada por la tecnología de vigilancia”, algo que en el clima actual de protestas cobra una especial relevancia.

Este tipo de tutoriales llega en un momento crítico, ya que la pandemia por el Covid-19 ha llevado a un aumento nunca visto de la vigilancia digital, según investigadores y defensores de la privacidad en todo el mundo. Advierten que a medida que se desarrollan sistemas de vigilancia facial más sofisticados, las autoridades tienen más control sobre nuestras vidas para observar nuestros propios movimientos. Un tema, el del Gran Hermano, que debería ser estudiado por filósofos, políticos y periodistas, y lo más importante aún, por todos aquellos que están siendo vigilados.

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