Núria Just, la ilustradora que pasó de la autoedición a publicar en ‘The New Yorker’
La artista barcelonesa es el ejemplo perfecto de cómo algunos de los medios más importantes del mundo se están fijando en ilustradoras españolas que, paradójicamente, muchas veces han tenido dificultades para encontrar trabajo en su país.
La ilustración es una profesión que suele tener sus raíces en la niñez y los inicios de la vocación de Núria Just también surgen en esta etapa. “Dibujo desde que tengo uso de razón”, nos cuenta desde Barcelona. “Así que fue muy natural para mí estudiar bachillerato artístico y después continuar con diseño gráfico. Es cierto que odié la carrera aproximadamente un año después de comenzarla, pero a la larga me ha ayudado a crear mi estilo, así que no fue del todo un error”, bromea, con ese aire ácido y sarcástico que siempre ha estado presente en su obra.
La carrera de una ilustradora prof...
La ilustración es una profesión que suele tener sus raíces en la niñez y los inicios de la vocación de Núria Just también surgen en esta etapa. “Dibujo desde que tengo uso de razón”, nos cuenta desde Barcelona. “Así que fue muy natural para mí estudiar bachillerato artístico y después continuar con diseño gráfico. Es cierto que odié la carrera aproximadamente un año después de comenzarla, pero a la larga me ha ayudado a crear mi estilo, así que no fue del todo un error”, bromea, con ese aire ácido y sarcástico que siempre ha estado presente en su obra.
La carrera de una ilustradora profesional en nuestro país no es precisamente un camino de rosas. Para vivir de ello es necesario, además de una buena ración de talento e iniciativa, una dedicación monacal y, quizá lo más importante, una moral inquebrantable. Pero a finales del año pasado, Núria recibió un correo electrónico inesperado con muy buenas noticias que, al menos por un tiempo, la apartaron de esa realidad. “Pensaba que era una newsletter de The New Yorker, pero yo no me había apuntado a ninguna así que no entendía nada. Cuando abrí el correo y vi que era un encargo, me dio un parraque”. La directora de arte de la web de The New Yorker le escribía pidiéndole una ilustración. “Tener a una revista de esa importancia en mi portfolio me hizo mucha ilusión, la verdad. Muchos ilustradores que admiro colaboran en ella, así que compartir páginas con ellos es un sueño”, nos cuenta.
Desde entonces, la revista estadounidense le ha hecho dos encargos más. El último, la semana pasada, cuando tuvo que hacer un retrato de la actriz, cantante y estrella infantil de Disney, Olivia Rodrigo.
“Creo que tener ese cliente le ha dado un push a mi web, la verdad”, reconoce. Los encargos del semanario neoyorkino llegan casi como una recompensa por todo el trabajo que Núria ha hecho a lo largo de los últimos años; una carrera que comenzó cuando tenía 24 años y se animó a participar en un festival de autoedición de Barcelona. “Tras haber dejado un poco de lado el dibujo después de terminar la carrera, dedicándome a curros un poco random relacionados con el diseño gráfico, volví a dibujar y llevé lo que estaba haciendo al Gutter Fest (para mí la mejor feria de autoedición del mundo, siempre en mi corazón). Ahí me di cuenta de que lo que dibujaba gustaba a la gente y que, de hecho, pagaban por ello. Así que comencé a fantasear con la idea de que quizá era posible el sueño de ganar algo de dinero dibujando”.
Ese primer éxito la animó para comenzar a autoeditar fanzines, camisetas, tote bags, prints… “¡De todo!”, nos cuenta. “Me hacía mis giras por festivales y eventos de autoedición vendiendo mis cosillas. Durante esos años, todavía lo combinaba con el trabajo de diseñadora gráfica en un estudio, pero esas ferias me fueron dando confianza en mí misma y me permitían experimentar con total libertad. Al final, eso es lo que más mola de la autoedición”.
Fue en esta época cuando Núria fue definiendo su estilo, que bebe del cómic y de la estética de los años 90 y de los primeros 2000. “Me pasé toda la infancia delante del televisor”, nos explica, “sobre todo con la MTV y viendo animes japoneses. Y creo que en mi trabajo he hecho un mix con todo eso. Respecto a ilustración, uno de mis referentes es Daniel Clowes. Sí, soy una de esas personas previsibles que dicen que Ghost World le marcó. ¡Pero es que fue así!”, nos dice entre risas. “También Jillian Tamaki, Naoki Urasawa, Sadamoto y ahora estoy muy obsesionada con Kyoko Okazaki. Fuera de la ilustración, me gustan mucho las portadas de las revistas japonesas tipo FRUiTS y la serie de animación de la MTV Daria. El rollo que le doy a mis personajes se inspira bastante en esa serie; la mayoría son chicas y pongo mucho detalle en la ropa y en el pelo”.
Conforme su reputación de ilustradora fue creciendo, llegó un momento en el que las ocho horas de trabajo en el estudio le pesaban demasiado. Sobre todo porque comenzaron a llegarle encargos como, por ejemplo, el de crear el cartel del Memefest que se celebró en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en 2018. “Lo del Memefest fue un trabajo clave, también el de la imagen para el festival Princesas & Darth Vaders 2018 en Madrid. Pude hacerlos muy a mi rollo e inmediatamente después comenzó a llamarme gente que los había visto. Todo lo que ha venido después ha ido colocándose encima de esas bases”.
“Ahora mismo tengo una relación de obsesión asco con las redes”. Inevitablemente, teníamos que hablar de ellas. “En su día, Instagram me dio mucha visibilidad y muchos trabajos me entraban por ahí. Siempre he sido un poco vaga con las redes, subo cosas porque toca subirlas y ya, pero ahora mismo noto que ese ‘toca subir algo’ y ese ritmo de creación que pide la app y el público, me han afectado negativamente en mi trabajo.
Veo cómo cambia mi estado de ánimo si no tengo suficientes likes y eso no me gusta nada. Así que ahora me lo quiero tomar con calma y no obsesionarme con el feedback. Que cuesta mucho, ¿eh? Pero lo intento”, concluye.
Además de seguir vendiendo merch, prints y camisetas, faceta que le permite ser más punk y menos comercial, los fanzines que había ido publicando a lo largo de los años, dieron paso a su primer cómic Un mundo Hostil (Planeta, 2020), que dibujó a partir de un guión cargado de humor negro y drama de la humorista y exmodelo Gakian, y que encajaba perfectamente con el estilo de Núria. “Lo del cómic siempre había sido un life goal, y el publicar Un mundo Hostil fue un check en toda regla. Ahora quiero hacer más cómics, por supuesto. Tengo tres guiones en la cabeza y ya estoy trabajando en uno y haciendo páginas de muestra. Sería ideal encontrar alguna editorial que me lo publique y un sueño poder vivir a la larga exclusivamente de mi obra personal, pero es muy difícil. Actualmente, y supongo que en el futuro, mi fuente principal de ingresos son los encargos de empresas y medios. Al menos, en unos años espero ser capaz de aceptar solamente los encargos que me apetezca hacer y seguir trabajando en mi obra personal”.
Pero a pesar de que la carrera de Núria está muy encauzada, ni siquiera ella lo tiene fácil para vivir siendo ilustradora en España. Porque aunque en los últimos años, este trabajo ha comenzado a valorarse algo más por parte de los medios de comunicación, las empresas y el público en general, “todavía hay quien intenta pagar poco o incluso que lo hagas gratis, imagina el drama. Batallar un día sí y otro también sobre lo que vale tu trabajo es agotador. Creo que en España no se valora lo suficiente la ilustración si lo comparamos con otros países. En muchos proyectos, donde se recorta en el presupuesto es en los ‘dibujitos’. No puede trabajarse solo por visibilidad o cobrando una miseria y encima con cambios ilimitados y cediendo todos los derechos a la empresa. Pero tampoco quiero sonar emo. Si alguien que está leyendo esto está pensando en empezar en el mundo de la ilustración, mi recomendación es que no decaiga. Para bien o para mal, esta es una profesión que va de la mano un poco de la bajona y del fracaso. Hay momentos en los que parece que todo fluye y otros en los que nada de lo que haces te gusta o no funciona, pero de eso se aprende. Al principio, hay que moverse mucho, tocar muchas puertas. Las ferias de autoedición son un buen principio, conoces a mucha gente y ves cómo responde el público a tu obra. Luego es necesario tener una web bien hecha con tu portfolio y enviar muchos correos a las empresas con las que te gustaría trabajar. Tampoco es recomendable mirar lo bien que le va a esa persona de Instagram, porque cada uno tiene su ritmo y lo importante es seguir. Y sobre todo, sobre todo, valora tu trabajo. Aunque seas novel, que no te tomen el pelo”, concluye.