‘Networking’ y lo que surja: ¿es LinkedIn el nuevo Tinder?

La red social del trabajo es el nuevo terreno digital para tirar los tejos, encontrar pareja o declararse a otra persona. Analizamos cómo se usa para tareas que nada tienen que ver con crecer profesionalmente.

Una escena de la película 'The Intern'.Getty (©Warner Bros/Courtesy Everett C)

Fue un lunes 26 de octubre. Sonó un ping y la pantalla se iluminó con un nuevo mensaje de chat en LinkedIn. Era de un tal Jesús. No lo conocía, pero sus palabras me inquietaron:

–¡Hola, Mar! [Procede a escribir, entre interrogantes, el nombre de los dos colegios donde estudié.]

–¿Cómo lo sabes?

–Jaja, porque me saliste en sugerencias de Facebook y te he buscado aquí. (Te iba a bromear con que estudiamos juntos, pero he decidido no volverte loca).

–Entiendo, ¡las redes sociales ya desvelan todo!

–Nuestros derechos cada vez están más expuestos. Te lo d...

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Fue un lunes 26 de octubre. Sonó un ping y la pantalla se iluminó con un nuevo mensaje de chat en LinkedIn. Era de un tal Jesús. No lo conocía, pero sus palabras me inquietaron:

–¡Hola, Mar! [Procede a escribir, entre interrogantes, el nombre de los dos colegios donde estudié.]

–¿Cómo lo sabes?

–Jaja, porque me saliste en sugerencias de Facebook y te he buscado aquí. (Te iba a bromear con que estudiamos juntos, pero he decidido no volverte loca).

–Entiendo, ¡las redes sociales ya desvelan todo!

–Nuestros derechos cada vez están más expuestos. Te lo digo como jurista. Fue la curiosidad la que me empujó a ver quién es la amante de la Torre Eiffel [Por aquel entonces, mi foto de portada en Facebook era frente a la Torre Eiffel.] Eso, el contactarte primero mediante una red “profesional” y obviamente el respeto por la privacidad de tus perfiles. 😉

No sabía quién era Jesús. No vivía en mi ciudad, tampoco trabajaba en mi sector y ni siquiera teníamos la misma edad. La idea de que alguien de quien no había oído hablar supiera dónde había estudiado me alarmó. Recuerdo contárselo a mi círculo de amigos, comentar que LinkedIn era el nuevo Tinder y acompañarlo de emoticonos que sugieren la náusea.

Desde su creación en 2002 como el lugar donde compartir el currículum vitae en línea, la red social ha experimentado una evolución. Lo que se concibió como un portal donde buscar ofertas laborales y tejer relaciones profesionales se ha convertido progresivamente en un espacio virtual donde todo tiene cabida, desde ser gurú de tu propio sector, difundir una experiencia íntima hasta tirar los tejos, encontrar el amor o stalkear (vigilar o acechar a través de las redes sociales e internet) a tu crush. Sólo así se puede explicar cómo la plataforma es capaz de cobijar tanto el texto emotivo que el marido de la actriz Laia Costa, David López, le dedicó a su mujer con el título Una mujer verdaderamente inspiradora como mensajes por privado con claras intenciones afectivas.

“CEO busca CEO para compartir estrategias y lo que surja”

 LinkedIn arrancó el 2023 con 875 millones de usuarios a nivel global, según datos de la propia app, una cifra muy superior a la de aplicaciones de citas como Tinder o Bumble, con 75 y 45 millones de usuarios activos al mes respectivamente.

Los más incrédulos sobre el potencial de la plataforma como espacio donde flirtear bromean con frases como “CEO busca CEO para compartir estrategias y lo que surja” o “En busca de nuevos retos y oportunidades”, pero el escepticismo de algunas personas choca con la realidad de otras tantas. Ya el verano pasado el hashtag #BeProfessional (Sé profesional) se viralizó, disuadiendo a los usuarios de la plataforma de ligar en la red dedicada al trabajo.

“La primera vez que me pasó, me ocurrió con un espectador, alguien que me veía por televisión”, rememora Marta Isern, de 30 años. La periodista cuenta cómo el usuario la agregó a su red de contactos y le escribió para felicitarle por su trabajo, pero rápidamente la conversación tomó otra dirección. “Me empezó a preguntar por cuestiones más personales: si residía en Madrid o cuáles eran mis hobbys. No quise ser borde. Creo que esa es muchas veces la situación en la que nos vemos las mujeres, que queremos ser educadas, pero nos estamos sintiendo increpadas”, añade. Cuando el usuario se lanzó y le confesó que le parecía interesante y que quería invitarla a un café, Marta lo frenó y le indicó que LinkedIn no era el lugar indicado para tirar los tejos.

La misma vivencia comparte una usuaria de LinkedIn que ha preferido mantenerse en el anonimato. “Un chico que tenía los mismos intereses que yo, por lo que podía percibir, comenzó a hablarme. No era para felicitarme por la publicación de mi traducción en un videojuego, sino porque le había resultado atractiva, quería saber más de mí y seguir hablando a través de otras redes sociales. Le dejé de responder, porque no me pareció normal”, recuerda. Para la traductora literaria de 24 años, que percibe la red social como una plataforma donde buscar trabajo, cualquier interacción romántica en LinkedIn está fuera de lugar y achaca la deformación del uso de la aplicación a las dinámicas de poder. “Me cuesta entenderlo cuando se trata de mujeres jóvenes que están buscando un primer empleo y un hombre con más experiencia que ellas les habla con otras intenciones totalmente distintas a las de contratarlas”, reflexiona.

Adriana tiene una opinión distinta. A la consultora de comunicación financiera de 24 años no le genera demasiada incomodidad que le tiren ficha por LinkedIn porque no ha tenido vivencias desagradables: “No respondo y no suelen insistir”, explica. La joven argumenta que Tinder también se usa para temas laborales y que LinkedIn no se ha degradado y continúa siendo la red social laboral por excelencia. “Que existan este tipo de intercambios es parte de la vida misma. En el trabajo también se liga”, afirma.

La realidad es que LinkedIn es una red social donde las barreras de entrada a la hora de aceptar a un nuevo contacto son escasas. Se suelen admitir las solicitudes de la mayoría de gente para contar con un círculo más amplio. Cuantos más contactos, mayores son las posibilidades de encontrar empleo, dar a conocer tu trabajo o establecer algún tipo de colaboración. Todo ello no justifica la disparidad de experiencias entre ambos géneros. En un rápido sondeo en redes sociales se puede percibir como entre los hombres el uso de LinkedIn para ligar es una cuestión que genera sorpresa y como para las mujeres no es, por lo general, ninguna novedad. Ante esto, Marta Isern se pregunta: “Si para los hombres sí que es una app profesional, ¿por qué a nosotras no se nos aplica esa misma premisa?”

 Un espacio para encontrar el… ¿amor?

 “‘Fuiste muy diligente al ponerte en contacto conmigo a través de LinkedIn’. Ese fue el primer cumplido que me hizo mi marido. Trabajo en el sector de la contratación de personal, lo que significa que miro docenas de perfiles de LinkedIn al día. Así que no es descabellado que encontrara marido en LinkedIn”, relata Katie Ortman en una publicación en la misma red social. La estadounidense reflexiona sobre la “belleza” de la plataforma en su post:“Puedes aprender mucho sobre una persona antes de hablar con ella. Por lo que parece, Nick [su marido] era inglés y había pasado tiempo en San Francisco y Las Vegas antes de llegar a Denver [donde se conocieron]”.

Lo que algunas personas podrán percibir como un comportamiento de stalker a otras les parecerá un gesto romántico. La experiencia de Ari dista mucho de la de Ortman. Ari es una enfermera venezolana reconvertida en programadora. Cuando llegó a España en 2015, necesitaba encontrar trabajo “desesperadamente” y se abrió un perfil en la plataforma. “No sabía muy bien cómo funcionaba LinkedIn. Comencé a meterme en grupos de enfermeros del mundo para hacer contactos. Me llegó el mensaje de un señor que, siendo un enfermero australiano que vivía en Francia, quería hacer un intercambio de idiomas”, cuenta. Ari aceptó e inmediatamente pasaron a hablar y a conocerse más. “Él no estaba interesado en aprender español, estaba interesado en mí”, comparte. La programadora explica que en el primer mensaje no sintió que el usuario le estuviera tirando los tejos. “Pensé que me podría abrir puertas para ir a dónde él trabajaba, porque siempre me había ofrecido su ayuda. Ahora mismo sé que si una persona me escribe y me dice que quiere aprender español, eso no huele bien, pero en ese momento, no lo sabía. Me siento bastante ingenua”, se sincera.

Las historias de gente que establece relaciones románticas a través de internet no son atípicas. En un entorno digital donde las plataformas tratan de hacerse con una porción de nuestro tiempo, los límites entre qué hacer en una red social y otra son difusos. Todas en su momento contaron con los stories (los vídeos cortos con una duración de 24 horas), pusieron en marcha los directos (ya sea en vídeo o voz), y trajeron de cabeza a creadores y empresas con el funcionamiento de un algoritmo que cuesta desentrañar. Esa transformación de las redes sociales hacia algo homogéneo y uniforme provoca que los usos también converjan. Compramos por internet, aprendemos un nuevo idioma online y nos mantenemos en contacto con el resto del mundo a través de las plataformas. Somos criaturas digitales, también en la búsqueda del amor.

“A mí me han tirado ficha en Wallapop tratando de vender una mesa”, reconoce Cecilia Bizzotto, socióloga y portavoz de JOYClub en España. La profesional entiende que se da un mal uso en las aplicaciones que no están pensadas para ligar y opina que son situaciones que se deberían evitar desde los equipos de gestión de comunidad de las redes sociales.

Esto queda ejemplificado con la experiencia de Raquel Lainde, de 43 años. La consultora en diversidad e inclusión en el sector tecnológico aprovechó el comentario de un desconocido en LinkedIn “Raquel tienes una cara muy linda, sólo espero que no estés casada” para poner de relieve las respuestas predeterminadas que le sugería la aplicación: “Ja,ja,ja”, “Gracias” y “No creo”. Ante esto, la experta argumenta: “Igual que en Twitter hubo una funcionalidad donde se preguntaba, antes de retuitear, si se quería leer la información primero para evitar la difusión de bulos, en el caso de los comportamientos de este estilo deberían intentar establecer mecanismos que permitan a la persona replantearse el mensaje”. Raquel comenta que, normalmente, no se da espacio para este tipo de reflexiones porque, en muchas ocasiones, quienes diseñan estos mecanismos “son personas que no sufren, no ven o no son conscientes de que eso ocurre”.

Entonces, ¿por qué hay personas que tiran los tejos a través de LinkedIn? Para Cecilia Bizzotto la causa reside en la falta de espacios para hacerlo. “Hemos virtualizado casi totalmente los lugares para conocer personas nuevas y es por ello que florecen cada día apps para hacer amigas o para ligar. ¡Tienes hasta apps para ligar con veganos!”, afirma. Así, la socióloga se pregunta: ¿Qué implica que se hayan virtualizado las relaciones humanas? ¿Qué lógicas está generando? ¿Por qué se usa cualquier app, sea cual sea, para ligar? “Quizá porque las que estamos usando no nos funcionan, quizá porque no las sabemos usar. Quizá porque tampoco sabemos cómo comportarnos cara a cara”, declara. Con tantas preguntas, surge una respuesta común. Mientras algunas personas, como Katie Ortman, han podido encontrar el amor a través de la red social, otras tantas quieren que la plataforma se limite a lo que era: un lugar donde buscar ofertas de trabajo y establecer conexiones profesionales, sin “linda”, “te he visto en Facebook” o “espero que no estés casada”.

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