«No abrir Twitter» y otros tres consejos de la escritora Margaret Atwood para no procrastinar cuando trabajas en casa
La autora de El cuento de la criada se define como una especialista en aplazar o posponer tareas. Sin embargo, tantos años teletrabajando le han servido para autoimponerse algunos trucos para entregar sus escritos a tiempo.
La afamada escritora canadiense Margaret Atwood siempre se ha presentado en público como una procrastinadora nata. Como ella misma ha explicado en varias ocasiones solía pasarse el día viendo vídeos, leyendo las noticias o preocupándose por lo que tenía que hacer. Sin embargo, solo conseguía ponerse a trabajar, ya de noche, cuando no le queda más remedio que apretar para entregar a tiempo sus escritos.
Lo que le ocurre a la autora de El cuento de la criada es algo muy habitual y que puede suponer un problema a quienes no están muy habituados a organizarse, ahora que se ha gener...
La afamada escritora canadiense Margaret Atwood siempre se ha presentado en público como una procrastinadora nata. Como ella misma ha explicado en varias ocasiones solía pasarse el día viendo vídeos, leyendo las noticias o preocupándose por lo que tenía que hacer. Sin embargo, solo conseguía ponerse a trabajar, ya de noche, cuando no le queda más remedio que apretar para entregar a tiempo sus escritos.
Lo que le ocurre a la autora de El cuento de la criada es algo muy habitual y que puede suponer un problema a quienes no están muy habituados a organizarse, ahora que se ha generalizado el trabajo desde casa. Según los expertos, al contrario de lo que se cree, cuando posponemos tareas no lo hacemos para vaguear, sino para evitar situaciones que nos producen un malestar emocional. Es por ello que tendemos a postergar aquellas tareas que nos generan confusión, ansiedad o aburrimiento.
¿Cómo evitarlo? Margaret Atwood ha compartido algunos de sus trucos en una charla con el psicólogo Adam M. Grant. Tal y como puede escucharse en el podcast TED WorkLife lo fundamental es tratar de mitigar esas emociones negativas que nos llevan a retrasar nuestros cometidos. Atwood, que asegura que nunca se le ha pasado una fecha de entrega, se ha guiado por las siguientes pautas:
Ser amable con uno mismo.
En lugar de castigarnos y repetir una y otra vez lo desastres que somos, se ha de pensar que esta realidad forma parte de la condición humana y es más común de lo que imaginamos. Según Grant, en torno al 15%-20% de las personas adultas son procrastinadoras crónicas y, el resto, también postergará en alguna ocasión sus obligaciones. Para romper la tendencia y cambiar el hábito, tenemos que tratar de ser indulgentes con nuestro yo procrastinador del pasado en lugar de ponernos muy estrictos desde el principio. La culpa, en este caso, no ayuda. En lugar de ser un sentimiento motivador, lo único que logra en los procrastinadores es acentuar más la postergación.
No juzgar nuestro trabajo antes de haberlo empezado.
Algo que tampoco ayuda es fijar unas expectativas demasiado altas sobre la tarea que se ha de acometer porque podemos entrar en el bucle del perfeccionismo neurótico y no avanzar. Para ello, debemos tratar de analizar o criticar nuestro trabajo una vez que ya está realizado. Atwood, por ejemplo, explica que ella misma procrastinó durante tres años antes de empezar El cuento de la criada porque creía que el argumento era demasiado loco y trató de escribir una novela más normal en su lugar. Su consejo: “Avanza, di algo. Es posible que no sea lo correcto, pero después puedes desecharlo y nadie se va a enterar de esa estupidez que has escrito”. De esta forma, explica en el podcast Grant, es como trabajan los perfeccionistas productivos: en lugar de preocuparse por lo que otros pensarán de su trabajo, se fijan objetivos elevados en función de sus propios estándares de calidad.
Dejar que el “Yo del deber” mande sobre el “Yo del querer”. Una herramienta que ha resultado útil en el caso de Atwood es llevar a cabo una especie de desdoblamiento de personalidad. Para ello se ha servido, por un lado, de su nombre real y, por otro, del diminutivo con el que creció. “Margaret se encarga de escribir y la otra (Peggy) hace todo lo demás”, señala la escritora. Cuando una tiende a dispersarse, la otra le recuerda lo que tiene que hacer.
De hecho, según apuntan los psicólogos como Grant, todos tenemos un Yo dominado por las emociones (el del “querer”) y otro Yo que se encarga de hacer lo correcto (el del “deber”), así que cuando hemos de acometer tareas que nos dan pereza no está de más que el segundo predomine sobre el primero. Para entrenar al “Yo del deber” tan solo tenemos que planificar y organizar nuestro tiempo con antelación. También ayuda evitar distracciones o fijar alarmas para recordar a nuestro cerebro que es hora de ponerse en marcha. Como señala Grant, establecer sesiones de 15 minutos diarios para realizar un cometido debería ser suficiente para empezar a vencer a la procrastinación.
Hacer una lista de cosas a evitar mientras se está trabajando. Las redes sociales, fuera.
Lo habitual es crear listas con las cosas pendientes, pero los expertos recomiendan también hacer lo propio con aquello en lo que no tenemos que entretenernos cuando queremos sacar adelante un trabajo: no hacer scroll infinito en una red social después de publicar, no encender la televisión a menos que tengamos que ver algo en concreto, etcétera. En el caso de Atwood, no mirar Twitter ni tuitear mientras está escribiendo forma parte de la lista negra. El truco que utiliza para conseguirlo es despedirse públicamente por un rato.