Fuera las culpas: así ayuda a los niños que sus madres no abandonen su carrera profesional
El difícil equilibrio entre vida personal y profesional en un sistema cada vez más precario y exigente hace que muchas madres vivan con frustración y culpabilidad la crianza. Pero trabajar fuera de casa no tiene por qué ser negativo para los niños.
Muchas mujeres, cuando se convierten en madres, sufren mucho por cómo compaginar su carrera profesional con los cuidados. Cuando, finalmente, eligen trabajar —o simplemente no tienen otra opción que hacerlo—, es muy habitual que se sientan culpables por ello. Sin embargo, tal y como señalan ...
Muchas mujeres, cuando se convierten en madres, sufren mucho por cómo compaginar su carrera profesional con los cuidados. Cuando, finalmente, eligen trabajar —o simplemente no tienen otra opción que hacerlo—, es muy habitual que se sientan culpables por ello. Sin embargo, tal y como señalan varios estudios, priorizar la carrera profesional también tiene efectos positivos en el desarrollo de los niños. Entre otras cosas, porque interiorizan conceptos como la resiliencia y ven a sus madres como personas independientes y seguras.
Lidia Romero trabaja en el departamento de contabilidad de una aseguradora y se reincorporó a su puesto de trabajo tras el permiso de maternidad al que se acogió al tener a su primera hija, recuerda lo que le costó dar el paso de dejarla al cuidado de terceras personas: “Cuando empecé a vislumbrar que tenía que separarme de ella me entró una gran angustia vital. Lloré mucho buscando guarderías y lloré muchísimo las primeras semanas que la dejaba. Pero una vez que ves que la guardería funciona y la profesora es como es, esa angustia desaparece. También es cierto que, con el paso del tiempo, y viendo el trabajo inmenso que es estar con un niño todo el día, el nivel de culpabilidad va bajando poco a poco. A día de hoy creo que no hay trabajo en ninguna oficina tan duro como estar ocho horas con un niño”.
Cuando elegir cuidar también es un privilegio
En algunos casos, reincorporarse al mercado laboral es una decisión meditada, pero no siempre ocurres así, porque muchas mujeres no tienen una red familiar o un respaldo económico que les permite plantearse estas cuestiones. Como ocurre en muchos otros ámbitos de la vida, todo lo que rodea a la crianza se convierte en una cuestión de privilegios.
Diana Oliver, periodista y autora Maternidades precarias se ha encontrado con muchas realidades distintas documentándose para el libro. “Lo que veo, es que cuando se abordan estas cuestiones siempre se hace desde una perspectiva de mujeres con un empleo bien remunerado, que acuden a un trabajo apasionante en el que se sienten realizadas y que está bien considerado socialmente”, explica. “Pero qué ocurre cuando tienes un trabajo precario, que puedes incluso odiar, y te encuentras con un niño a tu cargo cuyo cuidado tienes que adaptar a unos horarios irracionales e inasumibles. Ahora mismo, no se da una solución para esto socialmente y te tienes que buscar la vida como puedes externalizando los cuidados a través de una guardería o a través de otras personas que quizás están una situación aún más precaria que la tuya”.
Estela López, abogada, está entre esas madres que sí pueden elegir y que no se ha planteado nunca renunciar a su trabajo: “Entre otras cosas, porque yo soy quien más gana en la pareja, así que sería complejo, desde el punto de vista de la economía familiar, que fuese yo quien pidiese una reducción de jornada o una excedencia”. En su caso, aunque en general no siente culpa, sí asegura sufrir mucho estrés, ansiedad, y una constante carga mental. “Nada a nuestro alrededor ayuda”, explica. “¿Sabes esa frase de que “el problema está en que pretenden que trabajemos como si no tuviéramos hijos y que criemos como si no trabajáramos? Pues es verdad. La crianza es extraordinariamente exigente y se nos pide que cumplamos esas expectativas, sin ofrecernos recursos para ello”.
Mercedes Wullich, CEO y fundadora de Mujeres & Cía, es madre de cinco hijos y nunca ha dejado de lado su carrera profesional, pero para que más mujeres puedan aspirar a ello cree que debe producirse una transformación social y empresarial: “Es necesario un cambio de mentalidad por parte de quienes toman las decisiones en las empresas porque, de alguna manera, están tomando partido por un modelo caducado”, reflexiona.
Wullich, que ejerce de mentora con otras mujeres para ayudarles a desarrollar su capacidad de liderazgo, señala que está “cansada de escuchar, en los últimos 30 años, que las cosas se deben dar naturalmente”. Y apunta: “Más allá de las decisiones que tome cada una, con toda la libertad que debería conllevar, debe darse un cambio a nivel estructural. Y los grandes cambios necesitan de pasos relevantes en la legislación. Todo lo que quede en ese terreno fangoso de las decisiones individuales, no creo que vaya a ser suficiente para impulsar un cambio que es urgente y que ya llega con mucha demora”.
Madres independientes, niños independientes
El hecho de que las mujeres puedan, si lo desean, continuar desarrollando su carrera profesional no solo tiene beneficios para ellas, sino también para sus hijos. Al contrario de lo que se asume, los niños de padres trabajadores no están más desatendidos que el resto. Según varios estudios sobre el uso que hacemos del tiempo, los padres que trabajan fuera, por ejemplo, cuidan más la calidad de las interacciones cuando están presentes. Y otras investigaciones desarrolladas en distintos países apuntan a que las hijas de madres trabajadoras tuvieron más éxito al desarrollar sus propias carreras. En el caso de los hijos varones, además, fueron después adultos con una visión más igualitaria en cuestiones de género.
Como señala la psicóloga sanitaria en Centro Cepsim Lidia G. Asensi, es aconsejable que cada miembro de la familia disponga de parcelas o contextos independientes en los que puedan relacionarse con sus iguales. Y asumir que lo que antes implicaba ser madre socialmente no tiene por qué corresponderse con nuestras circunstancias actuales: “Una madre trabajadora es un modelo para sus hijos, que entiendan que una mujer tiene su propia vida, independencia económica, ambiciones y objetivos”, recuerda G. Asensi.
De esta forma, apunta la especialista, “renunciar a la carrera profesional, después de muchos años de formación y experiencia, puede resultar muy frustrante. Sentirnos satisfechos con nosotros mismos y con lo que hacemos es algo fundamental y que las personas necesitamos. Si dejamos de realizar aquello que nos provee de bienestar, como puede ser nuestra carrera profesional, puede generar un impacto a nivel psicológico. Nuestra autoestima y bienestar emocional se verán afectados. Si esto ocurre, afectará al cuidado de nuestros hijos”.
Desde su experiencia con niños y adolescentes, la psicóloga infantil y juvenil Katia Aranzabal, sí cree que es importante normalizar la situación y explicárselo cuanto antes a los niños con un mensaje adaptado a su edad. “No pasa nada por comentar que estás ocupada o que tienes que acudir a una cita laboral. Lo importante es cómo se transmite esa realidad. Una buena fórmula es hacerles partícipes a ellos y decirles, por ejemplo, que cuando termines con tus obligaciones te podrán hacer preguntas sobre lo que has estado haciendo o que te den ideas para abordarlo”, recuerda Aranzabal.
Cómo quitarse la mochila de la culpa
Aunque existen tantas maternidades como realidades y personas, es cierto que, por una razón o por otra, el sentimiento de no estar haciéndolo del todo bien sigue invadiendo el día a día de muchas mujeres. “Al final, la culpa siempre está ahí”, recuerda la periodista Diana Oliver. “Bien por no estar, por querer estar y no poder, etc. La realidad es que no eres la madre que quieres, pero eres que la que puedes, la que te permiten todas tus circunstancias”.
Lidia G. Asensi apunta algunas ideas para reducir esa culpabilidad y, casi todas, pasan por reducir expectativas y exigencias: “Es importante entender hasta donde podemos llegar y no colocarnos en el papel de superwoman. Esta idea de “tengo que poder con todo” genera mucho dolor. Porque en este papel de superwoman no nos permitimos el disfrute o el bienestar para una misma. Las madres también están cansadas, tienen sueño, hambre, un mal día, están tristes, necesitan ver a sus amigas y salir, hacer deporte, etc. porque esto es lo humano y necesario. Evitar sentirse de esta manera o evitar tareas de disfrute solo nos llevará a la frustración y el malestar”.
La liberación también pasa por dejar atrás esa idea de que trabajar fuera de casa puede dañar las relaciones entre padres e hijos. “Lo importante es el manejo que se hace del tiempo que posteriormente se pase juntos, que atendamos las necesidades del niño y que estemos disponibles para ellos. Cuidar y compartir espacios, actividades y tiempo”, recuerda la psicóloga G. Asensi.
Katia Aranzabal trabaja con muchas familias que se sienten vulnerables por este motivo. “Aunque no suele ser una demanda inicial, sí es cierto que es un factor que está siempre ahí sobrevolando. Si no se gestiona bien, puede llegar a ser limitante o a generar malestar, culpabilidad, estrés o ansiedad”. En este sentido, Aranzabal es partidaria de aplicar técnicas de defusión cognitiva como el mindfulness para conseguir distanciarse de ese sentimiento de culpa. “Hemos de ser conscientes de qué ejemplo queremos dar y aceptar que somos humanos, que no podemos llegar a todo porque somos imperfectos. No debe verse como algo negativo. No es un error, un fallo o una debilidad. Es un elemento más con el que hemos de aprender a convivir”.