Esperando el despido: cómo sobrevivir a la angustia de una realidad laboral incierta
El aumento de despidos, los ERES y ERTES generan angustia, estrés y, cronificado en el tiempo, hasta depresión en los trabajadores. Hablamos con especialistas sobre cómo afrontar con la mayor entereza posible esta triste situación.
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El día que despidieron a Manuela Álvarez en mitad de la pandemia, lloró. “No es por ti, Manuela, es la producción”, la intentó consolar la que había sido su jefa en los últimos cuatro años. Álvarez, que tiene 28 años, llevaba en su puesto desde que terminó la carrera de Administración y Dirección de Empresas. Con el miedo en el cuerpo de quedarse sin trabajo llevaba dos meses, desde que la empresa comenzó a advertir a los empleados con sutiles indirectas por el desplome de los ingresos. De pronto se vio encasillada. Estaba a punto de independizarse y sus planes se congelaron de cuajo. “Salí destrozada, lo vi todo negro. ¿Y si tardaba mucho en encontrar trabajo, y si se me acaba el paro, y si…?”. Pero Álvarez, culo inquieto, no se perdonó un respiro: “Al día siguiente ya tenía Linkedin abierto. Me ponía con el currículum de 09.00 a 14.00, y si a la tarde me iba a la playa a desconectar, nada, seguía enviando currículums desde el móvil. Me acostaba mirando Linkedin”. Quizá fuera el momento de dejar su ciudad natal, de ampliar la búsqueda a Andalucía, al resto de España. La ansiedad no le dio tregua. No fue la única.
Ella es solo un ejemplo de los miles de españoles que han perdido su empleo durante la crisis económica derivada de la pandemia. El paro no ha dejado de aumentar desde el 2020. Los ERTES y ERES están a la orden del día. Y con ellos, los rumores de despido. Una situación de espera y angustia que genera estrés en primera instancia, y hasta depresión, si se alarga en el tiempo. Y para muchos, la espera al despido es casi tan angustiosa como la pérdida. Fernando Chacón, vicepresidente del Consejo General de la Psicología en España, lo explica: “Una persona que cree que va a perder el trabajo siente los mismos síntomas de ansiedad que cuando lo pierde, con independencia de que esté fundamentado o no. Se sobreactiva y no puede controlar los pensamientos negativos. Eso hace que se sienta mal, hasta que tenga insomnio”.
La incertidumbre fue precisamente lo que preocupaba día tras día a Germán Oliva, gerente de un restaurante madrileño de 55 años. La euforia de los primeros meses de su restaurante, abierto poco antes del confinamiento, se transformó en preocupación. Durante meses se vio obligado a enviar a ERTE a la mitad de su plantilla y una reducción de jornada a la otra mitad. “Lo peor es no saber qué va a pasar. Tus empleados son casi como una familia. Las ayudas de los ERTE no llegaban, y a algunos hubo que prestarles dinero y comida, pero no estaba en nuestras manos hacer mucho más”, cuenta resignado entre el tímido tintineo de copas de sus clientes.
Rocío Fernández, de 32 años, trabajaba en el sector del arte a principios de la pandemia. Durante meses tuvo que aguantar la presión del temido despido, pero no llegaba. La directriz era clara y sin ambages: “Quien no llegue a objetivos, a la calle”. Pero el objetivo de ventas subía y subía, y alcanzarlo era cada vez más complejo, con lo que echar horas y horas era la única salida que vislumbraba. Asistir al goteo de despidos de sus compañeros tampoco ayudaba. Y como de poco le valían las valerianas, el bloqueo le vino en forma de ataques de ansiedad. Hasta que no pudo más: “Era mi salud o yo. Un día fue la gota que colmó el vaso y ante un hecho puntual no aguanté. Les dije que me iba”. Chacón, el vicepresidente de psicólogos de España, lo explica: “La ansiedad es una reacción fisiológica adaptativa que ocurre cuando tenemos miedo o sentimos una amenaza, ocurre con el estrés. Y si se alarga produce un agotamiento”.
Más difícil resulta cuando la situación persiste en el tiempo. “Este agotamiento es la principal causa del malestar, y eso impide a muchas personas afrontar la situación. Y entonces viene el bloqueo”. Por esa etapa pasó Antonio López, un analista financiero de 27 años, que no ha vuelto a encontrar empleo desde que en diciembre dejó de trabajar. “Tuve unos meses muy negativos, perdí la motivación y la confianza en mí mismo. Tenía mucha ansiedad y me bloqueó para hacer muchas cosas. Reflexioné mucho sobre mi vida en general. Aunque tampoco es bueno pensar demasiado porque a veces tampoco hay respuestas”, ríe irónico, al otro lado del teléfono.
Pero, ¿cómo salir de una situación así llegados a este punto de letargo? Para el psicólogo Chacón no existe una única respuesta, pero aconseja tres premisas básicas: identificar el problema, aceptarlo y tener valentía. “Lo primero es identificar si el miedo es real o no”. Ocurre que, en los dos últimos años, muchas personas tienen miedo al despido, pero si este, por fortuna, no llega, no tendría mucho sentido preocuparse demasiado. “Después viene la aceptación. Es el momento de admitir lo que no puedes cambiar. Por último, hay que tener la valentía para cambiar lo que se puede modificar, como el rendimiento, por ejemplo”. Para muchos, identificar cuándo una situación es evitable o no, no es tarea sencilla.
Por eso la salud mental es tan importante. Por eso, en cada periodo de crisis económica, el aumento de la demanda psicológica va de la mano. Por eso, las consultas privadas desde que comenzó la covid han aumentado en torno a un 30% en España, según estimaciones del Consejo General de Psicología de España. Por eso, aunque también por muchos otros motivos, el tiempo de espera en la sanidad pública es de meses. Antes, y durante, el joven López probó de todo: budismo, mindfulness, meditación y lectura, sobre todo lectura. Pero sin duda, la ayuda psicológica que paga de su bolsillo ha sido de gran importancia para mirar esta experiencia desde otra perspectiva. “He aprendido a relativizar. Solo espero que mi próxima etapa laboral sea para aportar algo más importante que mi mísmo”. Estos días le entusiasma el proceso de selección en el que se encuentra para trabajar en una startup de desarrollo sostenible, algo que encaja en su filosofía y modo de ver la vida.
Acabar con la ansiedad derivada de la incertidumbre laboral no es tarea sencilla. Tampoco es igual en hombres y mujeres. A menudo siguen entrando en juego los roles de género. “La sensación de ansiedad y miedo podría ser mayor en mujeres por verse más perjudicadas laboralmente, pero el efecto psicológico de desempleo en hombres de mediana edad es mayor porque a ellos les cuesta más pedir ayuda. No está tan bien visto que ellos lo hagan, de modo que la presión recae más en los hombres porque crece su sensación de fracaso. En una pareja media de 45 años, donde pierden el trabajo los dos, el rol que se le asigna a la mujer de cuidar de la prole le protege a ella, pero no a él”, analiza Chacón.
Después de un largo tiempo, si algo ha aprendido Antonio López, entre otras cosas, es que todo depende de perspectiva: “La mayoría de las cosas que pasan en la vida depende de cómo decides verlo, es como la dualidad del universo”. Fernández y Álvarez han logrado dejar la ansiedad atrás de cuando perdieron sus empleos. Las dos decidieron hacer borrón y cuenta nueva en sus vidas. Cada una a su ritmo y estilo. Fernández, que venía del mundo del arte, dejó Madrid para irse a un pueblo de Granada con su pareja, como tantas personas que escapan al mundo rural últimamente. Se ha comprado una casa y ahora se dedica en cuerpo y alma a su sueño, una pequeña empresa de papelería de bodas e ilustraciones personalizadas. Cuenta que ha encontrado la paz en un pueblito donde la panadera acierta su hogaza preferida con solo mirarla. Álvarez, torbellino empedernido, hacía entrevistas a pares dos semanas después del triste día de su despido. Amplió horizontes, y probó con lo que deseaba hacía tiempo: se independizó y se fue a Madrid a trabajar para un gran banco. “Lo único bueno de la pandemia es que por fin podemos teletrabajar. Así que cada poco, cuento los días para irme a mi Huelva y ver el mar”. Se ha desinstalado Linkedin del móvil, se acabó ese nudo en el estómago.