¿Debilidad o fortaleza? Cuando el perfeccionismo en el trabajo se convierte en un problema
Analizamos con dos expertas si la autoexigencia realmente puede ayudarnos en el ámbito laboral y cuándo puede convertirse en un problema paralizante.
Hace un tiempo, era habitual que en las entrevistas de trabajo te preguntasen por tus fortalezas y debilidades. En ese momento, tocaba enumerar algunas virtudes y defectos, pero se trataba de una pregunta trampa. En el caso de los defectos, tal y como recomendaban los expertos en captación de talento, había que citar un atributo que, en realidad, fuese percibido como algo positivo en el ámbito laboral. De esta forma, mucha gente respondía a esta cuestión indicando que era muy perfeccionista.
Pero, ¿qué o...
Hace un tiempo, era habitual que en las entrevistas de trabajo te preguntasen por tus fortalezas y debilidades. En ese momento, tocaba enumerar algunas virtudes y defectos, pero se trataba de una pregunta trampa. En el caso de los defectos, tal y como recomendaban los expertos en captación de talento, había que citar un atributo que, en realidad, fuese percibido como algo positivo en el ámbito laboral. De esta forma, mucha gente respondía a esta cuestión indicando que era muy perfeccionista.
Pero, ¿qué ocurre en realidad con esta forma de enfrentar proyectos o tareas pendientes? ¿Es un rasgo positivo o negativo? ¿Puede acarrear más problemas que satisfacciones? Algunos estudios llevados a cabo al respecto y los profesionales de la psicología que lo han evaluado indican que sí, que la perfección suele ir asociada a conceptos como rigidez y susceptibilidad y, en el trabajo, puede traducirse en parálisis, estrés y procrastinación.
Como explica la psicóloga del servicio de atención psicológica online PSonríe, Rocío Núñez Rondón, “tras la necesidad de hacerlo todo perfecto se esconde cierta inseguridad, falta de autoestima y miedo a la opinión y a las críticas de los demás, así como el hecho de querer demostrar todo el tiempo que son ‘capaces’ de todo. Las personas excesivamente perfeccionistas necesitan la aprobación y el reconocimiento de los otros para sentirse bien consigo mismas”.
Aida Baida Gil, coach profesional, señala que habría que diferenciar entre el perfeccionismo y el perfeccionismo paralizante. “El primero –indica– está relacionado con la excelencia, la perseverancia, la atención al detalle, el compromiso y conlleva productividad y buenos resultados. Sin embargo, el perfeccionismo llevado a su extremo se convierte en paralizante, te puede provocar ansiedad, te hace posponer o procrastinar hasta que «te sientes preparado», entretenerte demasiado en detalles que pueden ser irrelevantes y que disminuyen la productividad en tu día a día y puede causar problemas con tus compañeros por que les hace perder tiempo y energía en esos detalles no tan importantes. Por eso es fundamental el autoconocimiento y darte cuenta de cuando tu perfeccionismo está pasándote factura”.
Cómo identificar si se ha convertido en un problema laboral
Aunque el perfeccionismo puede afectar a personas de distintas edades y condición, algunos profesionales de la psicología social como Thomas Curran, de la London School of Economics, han llamado la atención sobre el impacto que está teniendo entre los estudiantes más jóvenes y han alertado sobre el incremento de casos en los últimos años.
En el trabajo, las personas muy perfeccionistas “tienden a mirar cada detalle y, hasta cierto punto, eso está bien”, indica la psicóloga de PSonríe, “pero pueden llegar a no ultimar nunca y a estar demasiadas horas trabajando, muchas más de las necesarias en realidad, con el consiguiente agotamiento”.
Para saber si la necesidad de obtener siempre resultados excelentes ha pasado a convertirse en una pesada carga mental y laboral, Núñez Rondón apunta algunas señales que pueden ponernos en alerta:
- Sentir altos niveles de estrés y una sensación de ansiedad laboral no realista, es decir, no acorde con las exigencias reales.
- No sentirse a gusto con uno mismo nunca, a pesar del esfuerzo realizado.
- No disfrutar de los logros obtenidos por pensar que siempre se podría haber hecho mejor, incluso tras recibir felicitaciones por el trabajo realizado.
- No permitirse a uno mismo disponer de tiempo de ocio y disfrute.
También puede ocurrir que esta realidad nos afecte de rebote. Es decir, que sea un rasgo presente en nuestros compañeros de departamento o superiores. “Un perfeccionismo extremo o muy rígido puede provocar roces y entorpecer el ritmo de trabajo” recuerda Aida Baida. De igual forma, “un jefe extremadamente perfeccionista puede generar mucha presión en su equipo o exigencias irracionales más relacionadas con su necesidad de perfección que con la realidad de la tarea. Y eso, por supuesto, tiene un efecto en la satisfacción de sus empleados al estar sometidos a tal nivel de exigencia, sobre todo, al ser innecesaria si en realidad ya están haciendo un buen trabajo”.
Lo mismo ocurriría cuando se ha de compartir las tareas con otras personas. Como explica la psicóloga, las personas perfeccionistas no suelen ser muy buenos compañeros “al no ser capaces de compartir tareas por considerar que no estarán ‘perfectas’ si no las realizan ellos mismos. También pueden llegar a infravalorar sin querer el trabajo de sus compañeros y compañeras, creando malestar y un clima laboral negativo”.
Cómo gestionar los altos niveles de exigencia
Si hay algo en lo que coinciden ambas expertas es en que nadie es perfecto y no es sano pretender serlo. Por ello, para mantener unas relaciones sanas en la vida y en el trabajo, sería necesario dotarse de herramientas que permitan cambiar esas creencias rígidas sobre la excelencia o el fracaso.
“Se necesita una buena dosis de autoconocimiento para detectar tus patrones de comportamiento y tus creencias, soltar el látigo que te aplicas a ti misma y ser más compasiva, darte cuenta de que lo perfecto es enemigo de lo hecho”, recuerda la coach Aida Baida. Por ello, invita a las personas que se sientan paralizadas por la autoexigencia a desafiarse a sí mismas: “A entregar proyectos, a publicar esa web, a tener esa conversación, a escribir ese post o lo que sea, aunque sientas que no es perfecto”.
Además de pasar a la acción y lanzarse a la piscina, la psicóloga Rocío Núñez indica que para evitar ese perfeccionismo disfuncional también es importante confiar en los demás y rebajar las expectativas: “Es necesario ser conscientes de que la perfección es relativa y muy subjetiva. Saber aceptar que existen distintos puntos de vista y que para lo que unos es perfecto para otros no lo es tanto. Y también hay que sumar a todo esto la importancia de quererse y aceptarse a uno mismo, independientemente de los resultados que consigamos en nuestro trabajo”.