Tommy Hilfiger: «Mi ropa es clásica y pija. Es una realidad»
Tommy Hilfiger abandera el made in USA en cuerpo y alma. Él es el icono de un país, de su forma de vivir (y de vestir). Cómo ha llegado a serlo es lo que cuenta en sus memorias, y en esta entrevista con S Moda en Zúrich.
Sesenta y cuatro años de vida y cuarenta y siete de carrera dan para llenar muchas páginas. Para ser exactos: 352. Son las que tiene el manuscrito de American dreamer, la biografía de Tommy Hilfiger. La edición final, que sale a la venta el 1 de noviembre bajo el sello de la editorial Penguin Random House, no estaba aún autorizada para llegar a manos de la prensa cuando nos reunimos con el diseñador en su boutique de Zúrich. Mr. Hilfiger llega a la cita con el retraso de rigor. Desde que la moda es moda, se rige por ese concepto de estilosa impuntualidad que, decía Coco Chane...
Sesenta y cuatro años de vida y cuarenta y siete de carrera dan para llenar muchas páginas. Para ser exactos: 352. Son las que tiene el manuscrito de American dreamer, la biografía de Tommy Hilfiger. La edición final, que sale a la venta el 1 de noviembre bajo el sello de la editorial Penguin Random House, no estaba aún autorizada para llegar a manos de la prensa cuando nos reunimos con el diseñador en su boutique de Zúrich. Mr. Hilfiger llega a la cita con el retraso de rigor. Desde que la moda es moda, se rige por ese concepto de estilosa impuntualidad que, decía Coco Chanel, es clave para despertar deseo. Pero en los tres pisos de tienda hay mucho con lo que entretenerse. Empezando por la línea de Dirndls –los vestidos tradicionales tiroleses– que confecciona para el Oktoberfest junto a Lodenfrey, una de las casas típicas dedicadas a esta especialidad sartorial. Y siguiendo por las piezas de la colección que ha codiseñado con la omnipresente top milénica Gigi Hadid, recién salidas de la pasarela y ya vendiéndose (y agotándose).
El diseñador es el paradigma del empresario estadounidense: sabe ver la oportunidad comercial y explotarla. ¿Y qué hay de la creatividad, elemento imprescindible de este negocio llamado moda? «Hace falta dinero para sustentar la creatividad», afirma el modisto. Habla bajo, sereno y seguro. Como quien, con la experiencia como aval, sabe que no necesita subir el tono para hacerse escuchar.
De su forma de pensar, visceralmente pragmática, deja constancia en su biografía: en el primer cuarto del libro hay un capítulo titulado Nadie inventa nada en el negocio de la moda. «La clave, para cualquier marca que quiera prosperar, es tener visión para percibir lo que viene». Adaptarse al sistema del «lo veo, lo quiero, lo compro» es la última prueba de fuego de una firma que ha vivido (y sobrevivido) respondiendo al signo de los tiempos sin olvidar su esencia. Es la idiosincrasia norteamericana. Y del propio Hilfiger, un hombre que sabe que para avanzar hay que mirar hacia adelante, pero no olvidar nunca lo que hubo detrás.
¿Por qué escribir unas memorias justo ahora?
Si no lo hacía ya y esperaba cinco, siete o diez años, se me olvidaría. No sé si fue porque sentí nostalgia y la necesidad de echar la vista atrás, pero recapitular toda mi vida desde el principio sí me ha hecho sentirla.
La industria en general está nostálgica. En las últimas temporadas ha revisitado los años 70, los 90 y ahora los 80. ¿Diría usted que es verdad eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor?
Esta es una industria que cambia constantemente, pero de forma cíclica. Ahora mismo gira en torno a las redes sociales. Es lo último. Y al mismo tiempo le chifla todo lo vintage; coger algo antiguo, modernizarlo y ponérselo a una supermodelo con millones de seguidores en Instagram. Es la cultura pop de hoy.
En 1969 dio su primer paso en la moda: abrió, con un grupo de amigos, la tienda People’s Place. Aún estaba en el instituto. ¿Qué le atrajo tan joven a este negocio?
En realidad quería ser deportista, pero era demasiado delgado para jugar al fútbol y demasiado bajo para jugar al baloncesto. Así que me busqué otros intereses: la música, los coches, las chicas, la ropa… Los hobbies de cualquier chaval. Tuve una adolescencia clásicamente americana, en una familia clásicamente americana: pícnics, barbacoas, partidos de fútbol… Y eso me dio valores e influencias que se han reflejado en mi carrera.
Ocho años después tuvo que echar la llave y declararse en bancarrota. Pero volvió poco después con su firma homónima. ¿Qué había cambiado?
Cuando People’s Place cerró me sentí derrotado e ilusionado a la vez. Era la oportunidad para hacer lo que siempre había querido: crear mi propia marca. Y traía unas cuantas lecciones aprendidas.
¿Qué le parece que lo definan como el diseñador de un estilo americano casi estereotipado?
Ni bien ni mal. Es la realidad, mi ropa es clásica y pija.
Aunque usted prefiere el adjetivo cool.
Busco que tenga ese factor de moda y que sea actual y desenfadada.
Desde los inicios de la firma colabora con cantantes. ¿Por qué es tan importante la música en su visión de la moda?
Fue el catalizador de People’s Place. Eran los años de la revolución musical y quería formar parte de ella. Desde entonces es una idea que he mantenido: la música y la moda se influyen mutuamente. De hecho, hay una sincronía entre moda, arte, música y entretenimiento.
Es lo que decía Warhol. ¿Es uno de sus iconos?
Absolutamente. Lo conocí cuando me trasladé a Nueva York. Fue una figura clave de la cultura pop. Él la inventó.
¿Tiene más musas o referentes en el cajón?
Basquiat, los Kennedy, David Bowie…
¿Y Gigi?
También. Conozco bien a su familia, y hacía varias temporadas que desfilaba para mí. Pero sabía que tenía que hacer algo más con ella. Nos sentamos y, de repente, estaba diseñando la colección conmigo. Ya triunfa en la moda y creo que pronto lo hará en Hollywood. Tiene lo que hay que tener para ser un icono. Es una marca en sí misma.
Hablando de marcas, Tommy Hilfiger lleva reafirmando la suya más de 30 años. En este tiempo, las cosas han cambiado mucho. ¿Cómo adaptarse sin perder la identidad?
Hay que ir un paso por delante. Especialmente ahora con Internet y las redes. Pero hay que hacerlo sin traicionar lo que lo define a uno. No se trata de cambiar, sino de hacerse relevante para el momento. Tomy Hilfiger no va a dejar de hacer rayas y estrellas, de inspirarse en el college y los colores rojo, blanco y azul. Pero sí lo reinventará.
¿Alguna vez se planteó hacer otro tipo de moda, más couture?
No. Nunca. Para mí no tendría sentido: la gente no la compraría.
¿Diseña pensando en lo que usted mismo compraría?
En la colección de hombre, sí. En la de mujer, pienso en lo que Gigi, mi mujer o mis hijas llevarían.
En 1985, año en el que nació la firma, colgó un anuncio en Times Square que afirmaba que los cuatro grandes diseñadores norteamericanos eran Ralph, Perry, Calvin y usted. Y se hizo realidad…
Aquello fue una broma. Una forma de conseguir que la gente hablase de mí. Pero sí diría que hoy estoy en una corta lista de creadores que lo han conseguido.
En su biografía, además de moda, también habla de su vida personal. ¿Le costó escribir algún capítulo?
Me costó hablar de la enfermedad de mi hija, y del autismo que sufre mi familia. No es fácil exponer esos temas, pero decidí hacerlo porque quiero que mis nietos lean ese libro y sepan exactamente cómo fue mi vida.
Una que lo ha llevado de una familia humilde de nueve hermanos a la cima de la industria. ¿Diría que es la personificación del sueño americano?
Se me ha concedido el regalo de cumplir el estereotipo: el trabajador que, a base de sudor, consigue el éxito. El cuento se escribe con esfuerzo y suerte.
Hay quien diría que cuando uno escribe un libro de memorias es porque está cerca de la jubilación…
Ni se me pasa por la cabeza. ¡Me aburriría!