Theresa May, cuando los zapatos sí importan

La primera ministra británica gestiona su armario con la misma personalidad que exhibe en la arena política. Su ropa parece mostrar el temperamento de quien avisa que no va a ceder ante las críticas.

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Que una mujer se ponga al frente del momento más delicado de la historia reciente de Reino Unido y que las búsquedas sobre su aspecto, su ropa y su afición por los zapatos superen las de su currículum puede parecer una mala noticia. Pero existe una razón por la que Theresa May puede hacer de la anterior afirmación una paradoja. Si hasta ahora la moda era un asunto menor, frívolo y relegado a las esposas d...

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Que una mujer se ponga al frente del momento más delicado de la historia reciente de Reino Unido y que las búsquedas sobre su aspecto, su ropa y su afición por los zapatos superen las de su currículum puede parecer una mala noticia. Pero existe una razón por la que Theresa May puede hacer de la anterior afirmación una paradoja. Si hasta ahora la moda era un asunto menor, frívolo y relegado a las esposas de los políticos más poderosos, ahora una mujer es la política poderosa y lo que se pone, cuándo y por qué forma parte de un discurso propio, desacomplejado, emancipado de la pareja y, en este caso, rotundo: May ha llegado para hacer política cumpliendo el mandato más delicado de los británicos, sí. Pero su ropa sugiere que lo hará a su manera.

Su toma de posesión no ha podido ser más elocuente: traje levita negro y de corte clásico, ella es una política conservadora. Pero roto por una llamativa franja amarilla que desafía supersticiones y unos zapatos con acabado de leopardo que parecen estar diciendo “cuidado”. El diario sensacionalista The Sun dedicó a esos pies calzados en “print animal” su portada.  Y The Mirror también apostó por trivializar la imagen de Theresa May a propósito de su decidida defensa de la moda.

La portada que The Sun dedicó a sus zapatos.

No es la primera vez que la primera ministra, que declaró que si tuviera que llevarse un objeto de lujo a una isla desierta «sería un número de Vogue», gestiona su armario con la misma personalidad que exhibe en la arena política. Dicen de ella que es competente, seria, astuta y difícil. Hace unas semanas se presentó en el congreso de los tories con un sastre de tartán de Vivienne Westwood con tales guiños punk que harían levantarse de su tumba a aplaudir al mismísimo Sid Vicious. Y en un acto reciente con Cameron y la reina Isabel lució unas botas mosqueteras de charol y un abrigo tan pop como Andy Warhol. La audacia de Theresa May es palmaria. Su seguridad, apabullante. Su ropa parace mostrar el temperamento de quien avisa que no va a ceder ante las críticas que apuntan a sus ideas homófobas y su mano dura con los inmigrantes. Pero reducir a frivolidad o vanidad tanto aplomo solo indica una torpe interpretación de los códigos con los que nos comunicamos.

Para la toma de posesión se puso un traje clásico roto por una franja amarilla y combinado con zapatos de leopardo.

Sin embargo, los medios británicos llevan desde 2002 sacando punta a la punta, remates y color de sus zapatos y a la ausencia en la vida de May del acontecimiento biográfico que para algunos todavía sigue siendo el único marchamo de validez de la existencia femenina: la maternidad. Durante la breve carrera por el liderazgo en el Partido Conservador de la semana pasada, su rival, Adrea Leadsom declaró en The Times que estaba más capacitada que May para dirigir el país “porque ella era madre y May no”. La tontería, en efecto, no requiere más comentario aunque sí las disculpas que Leadsom tuvo que ofrecer.

Solo quien haya caminado encima de unos tacones sabe lo difícil que es mantener el equilibrio en ellos. Así que, mientras unos y otros buscamos pistas en su imagen y su vida que desvelen su capacidad profesional, ella avanza. Como tantas mujeres, no se libra de las justificaciones: “Me gusta la ropa y me gustan los zapatos. Uno de los mayores desafíos para las mujeres en el trabajo es ser nosotras mismas. Quiero demostrar que puedes ser una mujer lista y que además te encante la moda. No es incompatible tener una carrera profesional con irse de compras”. Sobra la pedagogía, señora May. Quien opine que sus zapatos son una fruslería no la entenderá. Quienes sabemos que la moda es una armadura inteligente más no la necesitamos.

A Theresa May no le falta personalidad a la hora de vestir.Getty
Theresa May en un acto en 2015.Getty

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