Cómo la tela de cuadros escocesa de los ‘highlanders’ llegó a París: la fabulosa historia del tartán
Su popularidad se remonta al siglo XVIII y las Highlands escocesas, pero adentrarse en la rica historia de este estampado es descubrir sus ilimitadas variedades y la simbología cambiante que ha tenido a lo largo de las décadas: de tejido prohibido a favorito de la aristocracia y de los movimientos contraculturales.
En invierno, la temperatura media en las Highlands de Escocia, una zona montañosa ubicada al norte del país, se mantiene próxima a los cero grados. Una cifra que disminuye progresivamente a medida que aumenta la altitud. Allí, el frío encrudece la vida desde tiempos inmemoriales, por eso no es de extrañar que esta región verde y nublada sea la cuna del tartán, una tela estampada cuya historia se remonta varios siglos atrás.
Hay evidencias históricas que demuestran la existencia remota del tartán fuera de Escocia, con ejemplos salpicados por todo el globo. Desde culturas de cent...
En invierno, la temperatura media en las Highlands de Escocia, una zona montañosa ubicada al norte del país, se mantiene próxima a los cero grados. Una cifra que disminuye progresivamente a medida que aumenta la altitud. Allí, el frío encrudece la vida desde tiempos inmemoriales, por eso no es de extrañar que esta región verde y nublada sea la cuna del tartán, una tela estampada cuya historia se remonta varios siglos atrás.
Hay evidencias históricas que demuestran la existencia remota del tartán fuera de Escocia, con ejemplos salpicados por todo el globo. Desde culturas de centroeuropa en la Edad de Hierro hasta algunas zonas de China, donde se encontraron telas similares en la vestimenta de algunas momias. El ejemplo más antiguo hallado en tierras británicas data del año 250 d. C., el llamado tartán Falkirk, un sencillo diseño de cuadros que se consideraba propio de las clases bajas.
Un estampado prohibido
El tartán, normalmente de lana, presenta un estampado geométrico resultado de la combinación de diferentes rayas verticales y horizontales, entrecruzadas para dar lugar a un entramado de cuadros conocido con el nombre de sett. Quizá, el diseño más representativo a la hora de visualizar este dibujo geométrico sea la falda escocesa o kilt, una prenda tradicional masculina reservada hoy en día a las grandes ocasiones. Antiguamente, los colores empleados eran muy limitados ya que la lana se teñía con tintes naturales procedentes de plantas como el musgo o frutos como las bayas. Esto ocasionó diferencias en la vestimenta en función de la zona geográfica. Entre los habitantes de las Tierras Altas se popularizaron unas tonalidades u otras, dependiendo de las materias primas disponibles en cada lugar para el proceso de teñido.
El tartán con el dibujo de cuadros tal y como lo conocemos empezó a ganar peso en las Highlands de Escocia a finales del siglo XVI. A lo largo del siglo posterior, los habitantes de las islas del norte de Escocia se vestían también con diferentes tipos de tartán, no existía un estilo uniformado. En el siglo XVIII, adquirió connotaciones políticas y antes de que pudiera erigirse como un símbolo demasiado poderoso, fue prohibido.
La simbología atribuida al tartán ha estado en constante transformación, aunque nunca ha dejado de tener cierta carga política. Los clanes escoceses que apoyaban la causa jacobita (el movimiento político que buscaba la restauración en el trono de Inglaterra, Irlanda y Escocia del rey Jacobo II, y sus descendientes), vestían con tartán. Esto hizo que el estampado quedara vinculado a esta causa. Tras el levantamiento de 1746, se proclamó la Ley de vestimenta y se prohibió el tartán, cuyo uso se limitó a los regimientos de las Tierras Altas del ejército británico. La ley se derogó en 1782, pero para entonces el tartán ya se había limitado casi en exclusiva al ejército.
El idilio de la realeza con el tartán
Pasaron varias décadas hasta que el tartán se popularizó definitivamente. Todo ocurrió en 1822. Aquel año, el rey Jorge IV visitó Escocia en un viaje oficial celebrado con gran pompa, ya que fue la primera vez en 171 años que un soberano reinante visitaba el país. Y lo hizo vestido con tartán, como refleja el retrato que el pintor escocés David Wilkie hizo de él, ataviado con un kilt. Desde entonces, el tartán formó parte del traje nacional de Escocia, no solo en las Tierras Altas y los clanes. Se empezó a configurar una industria textil en torno a este tejido y se multiplicaron las versiones.
El idilio de la realeza con el tartán se estrechó con la reina Victoria de Inglaterra y su marido, el príncipe Alberto. En 1848, el matrimonio adquirió en Escocia el castillo de Balmoral y decoraron el interior con telas de tartán, presentes en alfombras y cortinas. Incluso, el príncipe consorte Alberto diseñó en 1853 un tartán específico en tonos grises, bautizado como tartán Balmoral. Curiosamente, en su última aparición pública antes de morir, celebrada en su querido castillo de Balmoral, la reina Isabel II lució una falda con este estampado ideado por su tatarabuelo. A día de hoy, el tartán es una apuesta recurrente en la indumentaria de los miembros más destacados de la casa real británica, desde Carlos III y Camila Parker, a la nueva princesa de Gales, Kate Middleton.
Un estampado, infinitas versiones
Los tipos de tartán más populares a día de hoy son, por un lado, el Royal Stewart. Esta tela en color rojo y verde es la más conocida, se asocia a la casa real Stewart y fue el tartán personal de la reina Isabel II. Su dibujo o sett apareció por primera vez en 1831. Técnicamente, solo podía usarse con consentimiento expreso de Isabel de Inglaterra. Por otro lado, encontramos el Black Watch, en verde oscuro y azul marino. Nació como el tartán oficial de la unidad militar Guardia Negra, pero a día de hoy su uso se ha democratizado. Con el objetivo de recopilar y organizar todos los tipos de tartán existentes (cada uno de los clanes de Escocia tiene el suyo propio), en 2009 se creó el Scottish Register of Tartans (Registro escocés de tartanes), donde cada diseñador puede registrar de manera oficial sus creaciones.
Vivienne Westwood y el tartán antisistema
Durante siglos, el tartán ha estado vinculado al ejército escocés y a la realeza, un nexo responsable de la percepción de esta tela como símbolo de conservadurismo. Esta imagen cambió de forma radical en la década de los setenta gracias a la irrupción de los movimientos contraculturales que cuestionaban el orden establecido. Diseñadores como Vivienne Westwood se apropiaron del tartán y sacudieron su significado previo para convertirlo en un símbolo antisistema. En una broma del destino, años más tarde la ex primera ministra británica Theresa May vestiría un traje de tartán de Vivienne Westwood, bautizado por la prensa como su traje de la suerte, ya que solía llevarlo en ocasiones de gran trascendencia política. Los Sex Pistols lo integraron en su indumentaria, atravesado con imperdibles y combinado con cazadoras rematadas con tachuelas y botas de estética militar, ofreciendo una imagen provocadora muy alejada del estilo british. Paradójicamente, aunque el punk censuraba el consumismo, el tartán se convirtió en tendencia y las ventas se multiplicaron entre los jóvenes que codiciaban emular esa estética rompedora.
Aquella imagen transgresora se ha recuperado de manera recurrente entre los iconos alumbrados por las nuevas generaciones. En los noventa, Kurt Cobain hizo del look desaliñado un estilo en sí mismo y resucitó el interés por las zapatillas Converse y las camisas de cuadros en clave grunge. En sus primeros años como cantante, Avril Lavigne también se vestía con faldas, pantalones y vestidos de tartán rojo. Incluso Miley Cyrus tuvo su época fan. Sin olvidar el videoclip de Yo perreo sola, donde Bad Bunny se contonea vestido con un kilt con cinturón de cuero (aunque el tartán también se dejar ver en sus redes sociales).
En la pasarela, destaca la contribución de Alexander McQueen. El recordado diseñador volvió a dotar de protagonismo al estampado a finales del siglo pasado y comienzos del XXI. En su controvertido desfile Highland Rape, celebrado en 1995, se inspiró en la ocupación del ejército británico en las Tierras Altas escocesas durante los siglos XVIII y XIX y el uso del tartán fue una de las claves de la colección. Apostó por esta tela para confeccionar prendas tan icónicas como la falda de tiro (muy) bajo que temporadas después se multiplicó en las calles. La sastrería de Thom Browne también suele jugar con el tartán y de hecho, el diseñador estadounidense tiene un diseño registrado en tonos grises y azul marino.
En la actualidad, el eclecticismo es tal que el concepto de tendencia a veces parece vacío de significado y en este contexto el tartán ha dejado clara su versatilidad. Se ha colado en los looks de estilo colegial vistos en el desfile de otoño/invierno de Miu Miu (dos piezas de tartán combinado con bailarinas y calcetines altos), en los vestidos de Alta Costura de Dior para la temporada actual o en los abrigos de doble estampado vistos en Roberto Cavalli.
Su historia centenaria es tan rica como las múltiples reinterpretaciones que esta tela de dibujo geométrico ha experimentado a lo largo de los años. Hoy en día estampa todo tipo de diseños, incluso bolsos y zapatos, pero seguro que el tartán volverá a transformarse una vez más.