‘Swing’, el baile que se impone como un estilo de vida

El lindy hop, el estilo más popular dentro de los bailes de swing, ve cómo sus seguidores aumentan como nunca en España.

Eduardo Miera
Laura Berdejo y Francesca Rinciari (Realización)

Sí, el lindy hop atrapa. Quienes lo empiezan a bailar no tardan en sentirse atraídos por su música, sus figuras, su buen rollo y hasta por su look. Héctor Artal, profesor en Barcelona y ganador, junto a su pareja Sonia Ortega, del tercer puesto de la categoría Open Classic en los Campeonatos del Mundo de Lindy Hop de este año, bailaba salsa y tango a nivel profesional hasta que descubrió esta disciplina. «Me encantan el jazz y la época del swing. Su sonido alegre y los ambientes agradables en los que se practica hacen que uno se sienta bien». Y es que, a juicio de ...

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Sí, el lindy hop atrapa. Quienes lo empiezan a bailar no tardan en sentirse atraídos por su música, sus figuras, su buen rollo y hasta por su look. Héctor Artal, profesor en Barcelona y ganador, junto a su pareja Sonia Ortega, del tercer puesto de la categoría Open Classic en los Campeonatos del Mundo de Lindy Hop de este año, bailaba salsa y tango a nivel profesional hasta que descubrió esta disciplina. «Me encantan el jazz y la época del swing. Su sonido alegre y los ambientes agradables en los que se practica hacen que uno se sienta bien». Y es que, a juicio de los entendidos, es mucho más que un baile; casi una terapia. Un estudio reciente de la Arizona Lindy Hop Society, que propone la práctica de estas coreografías en los colegios, afirma que «incrementa la autoestima, mejora la percepción del entorno, potencia el ejercicio físico y disminuye las dificultades de relación y comportamiento». Quizá esa sea la razón que ha motivado la apertura de una veintena de escuelas en nuestro país en los últimos 15 años y que ya haya más de 3.000 lindyhoppers españoles (se calcula que existen unos 40.000 en el mundo), principalmente en Madrid, Barcelona, Valencia y Vitoria. Una dura competencia para la bachata y el reguetón.

Swing out, en el Raval barcelonés, venden ropa vintage.

Eduardo Miera

En España, este fenómeno llegó a finales de los años 90 de la mano de Lluis Vila, el primer profesor en inaugurar un centro en la Ciudad Condal –el Ballaswing, que aún está abierto en el barrio de Gràcia–, al que trajo profesionales americanos. Muchos de los que ahora imparten clases fueron alumnos de este catalán. Las razones de su rápida acogida son varias, según los propios bailarines. «Te divierte y da mucha flexibilidad para ensayar nuevos pasos. Y en cuanto te apuntas a festivales internacionales, te permite viajar de forma diferente», comenta Víctor Morón, del grupo Lindy Hop Donosti de San Sebastián. «Te da la oportunidad de conocer gente y promueve comportamientos como la fraternidad y la empatía», afirman Pablo Sánchez y Julia Rodríguez, de la escuela Big South de Madrid.

Tiene sentido. El lindy apareció en los años 20, en pleno periodo de entreguerras, en un momento en el que la población necesitaba desconectar, brincar y llenarse de energía y buenas vibraciones. De ahí su libertad de movimiento, que se debate entre los ritmos afroamericanos –fueron principalmente los ciudadanos afroamericanos quienes lo popularizaron– y el charlestón. No hay más reglas que seguir la música, guardar la conexión con la pareja (aunque no siempre) y sonreír. Al principio, como decía Frankie Manning, uno de sus mentores, la gente queda atrapada por la parte más espectacular del baile, «pero en cuanto uno entiende que hace falta dialogar con el cuerpo, controlar la técnica para llegar a interpretar y al mismo tiempo soltarse, este estilo se convierte en una escuela de vida».

Pajaritas de Swing Out.

Eduardo Miera

Oriundo de la costa Este de Estados Unidos, la historia del lindy hop –«lindy» es el diminutivo de Charles Lindbergh, el primer piloto en cruzar el océano Atlántico, de América a Europa, en un vuelo sin escalas y «hop» hace referencia al salto que dio de costa a costa– se divide en tres grandes periodos. El primero, en el que surge, se desarrolla y se consolida, se sitúa en Nueva York, aproximadamente entre 1927 y 1945. En la ciudad, el swing se adueñó de los salones de baile de Harlem, especialmente del Savoy, el Cotton Club, el Roseland y el Apollo Theater, en plena explosión de las big bands (como la de Chick Webb, con la gran Ella Fitzgerald al frente, la orquesta de Benny Goodman o Count Basie). Tanta fue su repercusión que la revista Life lo declaró baile nacional en su número del 23 de agosto de 1943. En él, se publicaron «las imágenes más clásicas del lindy, las que tenemos en el imaginario, realizadas por Gjon Mili», nos explica Eric Esquivel, profesor de la escuela Brotherswing de París y fotógrafo de swing.

En la segunda etapa, de 1945 a 1980, este movimiento sufre un gran parón, debido a que los impuestos a los clubs de música derivados de la crisis postbélica son muy altos. Las bandas, en consecuencia, no tienen más remedio que desaparecer y la irrupción del rock and roll, el bebop o el cool jazz acaban por desplazar al lindy.

Profesores de la escuela En Modo Swing (enmodoswing.com) llevan dando clases un año y bailando cuatro.

Eduardo Miera

De 1980 hasta hoy, este estilo ha revivido en Estados Unidos, Reino Unido y Suecia y se ha extendido, con mayor o menor impacto, por todo el mundo. Películas como The Artist o El gran Gatsby han contribuido también a su proliferación. En Francia, por ejemplo, en los últimos tiempos el número de bailarines se ha multiplicado por seis: «Hace cinco años, teníamos una cuarta parte de los alumnos que tenemos ahora», explican Paolo Thierry y Melanie Ohl, de la escuela Brotherswing, que cada año organiza uno de los festivales más importantes de Europa, el Jazz Roots de París. En Londres, el fenómeno es similar: «Ya hay bailes cada noche en los que la escena swing se entrega al vintage. Se cuida muchísimo la forma de vestir, hasta el último detalle», cuenta Gemma Modinos, quien imparte clases en la capital.

Eduardo Miera

Y es que desde sus inicios, y a pesar de los vaivenes de su historia, el lindy hop ha conservado un denominador común que aún perdura hoy en día: siempre se asocia a una estética muy concreta y quienes siguen fielmente esta (que algunos ya llaman) cultura rememoran la vestimenta y los peinados que pasearon por el Savoy durante los años 30 y 40. Así, arreglarse para ir a bailar se convierte en un aliciente más para profesores y alumnos, quienes, en ocasiones, también trasladan este estilo a su imagen diaria. El swing, por tanto, también ha permitido que prolifere el negocio de la moda retro. «Se llevan los estilismos que puedan recordar los tiempos en los que surgió el lindy hop, pero teniendo en cuenta que vivimos en el siglo XXI. Es decir, hay que actualizarlos», cuenta Sonia Ortega, pareja de Héctor Artal, y ganadora, además, del tercer puesto de All Star Strictly Lindy de los Campeonatos del Mundo de este año. Los lindyhoppers acuden también a las marcas especializadas. «En el armario swinguero, Susie Sweet Dress se está imponiendo como la gran firma para chicas», explica Elena García, bailarina desde hace cinco años. También suenan los nombres barceloneses de Kova Marron y Xenia Cruz. «Lo normal es que para bailar al aire libre ellas vayan con vestidos ligeros sin demasiados complementos. Sin embargo, si se acude a locales como la Sala Apolo de Barcelona –uno de los clubs actuales donde se vive el swing– es fácil ver tanto a hombres como a mujeres con estilismos muy trabajados», asegura.

Propuestas naif de Pepa Loves (pepaloves.es). Abajo, detalle decorativo de la tienda de zapatos Slide & Swing (slideandswing.es).

Eduardo Miera

En Madrid, Gastón Fernández y Alba Mengual, profesores fundadores de la escuela Big Mama Swing, son muy cuidadosos con su vestuario. «Cuando voy a Bélgica, compro las pajaritas en Helena Verheyen, pero para mí lo fundamental es invertir en los zapatos. Por eso, cada vez que viajo a Buenos Aires paso por Correa, donde los fabrican a mano», explica Gastón. Alba prefiere comprar en Madrid: «Lovely Retro, Tocado y Hundido, Lady Cacahuete y el mercado de Fuencarral son mis favoritos». Carla Stinus e Isa González, profesoras de la escuela madrileña En Modo Swing, están de acuerdo con Alba: «En la capital tenemos suerte. ¡Hasta podemos encontrar Keds, eso hace tres años era imposible!». Las Keds son las bambas más utilizadas porque su suela es la que más desliza, aunque muchos usan también Victoria o Vans. Las que se atreven con tacones suspiran por unos Re-mix o Dis’n’roll y ahora, además, por unos Slide and Swing, una nueva firma catalana. Para rematar el estilismo, y en especial el peinado y maquillaje, también hay bibliografía de referencia. Art Deco Hair: Hairstyles from the 1920s & 1930s (Vintage Living, 2013), 1940s Hairstyles (2001), ambos de Daniela Turudich, y Art of Finger Waving – Recreating Vintage 1920s and 1930s Hairstyles, de Paul Compan (2007), son los más consultados.

Carla lleva camisa de Emporio Armani, falda de Marciano Guess y boina de Kling. Álvaro, chaleco y pantalón, ambos de Gucci.

Eduardo Miera

El 11 y 12 de octubre, se celebrará el festival Stompyourfeet en Barcelona. Skye Humphries, considerado el mejor bailarín del mundo, impartirá un intensivo de jazz steps junto a la francesa Tatiana Udry. El certamen está organizado por Laia Puig y Gus Jakobsson, una de las parejas de lindy con más proyección internacional de España junto a Héctor y Sonia, Gastón y Alba, Xavi Recuenco y los valencianos Miguel Cózar y Carla Saz.

Cada fin de semana hay por lo menos un festival de lindy en alguna parte del mundo. Los más importantes son el International Lindy Hop Championships (Washington) y el Camp Hollywood (Los Ángeles), ambos en agosto; el Lindy Shock (Budapest), en octubre; el Snow Ball (Estocolmo), en Navidad; el Lone Star Championships (Texas), en marzo; y en verano, en Suecia, el Herräng Dance, una especie de campamento que dura cinco semanas en el que se concentran masterclass, fiestas y conciertos hasta el amanecer.

El negocio crece y firmas como Keds o Victoria ya patrocinan estas reuniones en las que el sentimiento de comunidad se respira por todas partes: muchos participantes ofrecen alojamiento en sus casas o comparten gastos. «Cada vez que tenía baja la moral me iba al Savoy, donde antes de poder decir “uf” ya se me había olvidado todo. Para mí el swing es la mejor medicina del mundo», contaba Frankie Manning. Lo dicho: mucho más que un baile.

Lady Cacahuete (ladycacahuete.com) cuentan con accesorios de la época.

Eduardo Miera

La diseñadora Xenia Cruz (svaljabarcelona.wix.com/svalja) se ha especializado en complementos.

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Entrada de Lady Cacahuete

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