Shailene Woodley: “Las redes sociales no ayudan a nadie”
La actriz y activista explora de nuevo la sororidad en la segunda temporada de ‘Big Little Lies’.
Bailando. Como decían Alaska y los Pegamoides, Shailene Woodley (San Bernardino, California, 1991) se pasa el día bailando. En la playa y en sus momentos zen en esta serie de verdades y crímenes –entre televisión de calidad y culebrón con estilo– que es Big Little Lies (cuya segunda temporada acaba de estrenar HBO), a la que regresa con Nicole Kidman, Reese Witherspoon y la incorporación de Meryl Streep. Y bailando en la soledad de su casa recarga pilas este espír...
Bailando. Como decían Alaska y los Pegamoides, Shailene Woodley (San Bernardino, California, 1991) se pasa el día bailando. En la playa y en sus momentos zen en esta serie de verdades y crímenes –entre televisión de calidad y culebrón con estilo– que es Big Little Lies (cuya segunda temporada acaba de estrenar HBO), a la que regresa con Nicole Kidman, Reese Witherspoon y la incorporación de Meryl Streep. Y bailando en la soledad de su casa recarga pilas este espíritu libre de 27 años que le da la misma importancia a que la descubriera George Clooney, ser protagonista de la exitosa saga Divergente o haber sido detenida por defender el mundo en el que vive (en 2016, la arrestaron por manifestarse contra la construcción de un oleoducto en tierras sioux de Dakota del Norte).
¿Por qué le gusta tanto bailar?
Es mi medicina. Llegar a casa, ponerme los cascos, música y bailar. Soy una introvertida capaz de lidiar con el caos del trabajo. Pero reconecto sola, bañada por la música, dejando que mi cuerpo se exprese y se alimente.
¿Fue su idea incorporar este ritual a la serie?
A estas alturas, todos tenemos nuestras propias ideas sobre los personajes. Y de esa amalgama sale mi Jane Chapman, que se ha pasado la vida pensando cómo sería el mundo sin la persona que le hizo daño y ahora puede saberlo. Es un viaje muy personal que, como buena estadounidense, me planteo de forma individual. Pero quizá es mejor superar los traumas en grupo, o al menos con una buena comunicación.
Se hace extraño verla como madre cuando no hace tanto debutaba como la hija de Clooney en Los descendientes.
Lo mejor de trabajar con Ziggy [el pequeño interpretado por Iain Armitage] es que, afortunadamente, cuando acaba la toma puede ir donde su madre de verdad para que le solucione los problemas. ¡Yo soy muy hippie! Pero es fantástico trabajar con niños. Te recuerdan esa espontaneidad, optimismo y capacidad de improvisación que a veces pierdes como actor profesional.
¿Qué más se pierde con la fama?
Yo prefiero pensar en lo que he ganado. El empoderamiento que me ha dado. El secreto es no tomarte nada a la tremenda. No digo que sea fácil. De hecho, lo peor que pude hacer de joven fue pretender que me afectara menos de lo que en realidad sentía. Lo más difícil es que esta industria viene con etiquetas. Pero la mejor arma es no mirar en redes, no buscar tu nombre, no leer los comentarios que se hacen. Las redes sociales no ayudan a nadie, especialmente a los jóvenes, a los que se les somete a un proceso de embellecimiento de la realidad que es irreal.
¿Cómo compagina su vida en las alfombras rojas con su corazón de activista?
Para mí la moda es una forma de expresión. En el instituto solía hacerme mis propios vestidos. La fama facilitó lo que para mí era un juego, pero también me hizo sentir como un maniquí hasta que me rebelé y pude expresarme de la misma forma que lo había hecho siempre, pero con otros medios. Sigo siendo yo. Tampoco me siento una activista. Soy una persona apasionada incapaz de mantener la boca cerrada.
¿Y cuándo encontró su propia voz?
En el 11-S no tenía 10 años. Pero ese día acabó con la niña que llevaba dentro. Siempre he sido muy cabezota y lo sigo siendo. Si me dicen que algo es imposible me lo tomo como un reto. Puede que no lo logre, pero merece la pena intentarlo.