Salzburgo, vida (y mito) de Coco Chanel

Desde hace 12 años, Karl Lagerfeld desarrolla la colección Métiers d’Art, una línea que ensalza el trabajo artesano. La última, París-Salzburgo, recrea la decadencia austríaca de los años 20.

«Es un sitio precioso. Uno de mis lugares favoritos de Europa. Me fascina el jardín. Los días que no hay niebla pueden verse las montañas», comenta Karl Lagerfeld en voz alta, ante la mirada de los invitados, en la terraza del castillo Leopoldskron, minutos antes del desfile de la colección Métiers d’Art de Chanel. «Conozco muy bien este palacio», prosigue. Veintiséis años antes, el diseñador alemán eligió este mismo emplazamiento para disparar una de sus primeras campañas para la maison francesa con la modelo Inès de la Fressange. ...

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«Es un sitio precioso. Uno de mis lugares favoritos de Europa. Me fascina el jardín. Los días que no hay niebla pueden verse las montañas», comenta Karl Lagerfeld en voz alta, ante la mirada de los invitados, en la terraza del castillo Leopoldskron, minutos antes del desfile de la colección Métiers d’Art de Chanel. «Conozco muy bien este palacio», prosigue. Veintiséis años antes, el diseñador alemán eligió este mismo emplazamiento para disparar una de sus primeras campañas para la maison francesa con la modelo Inès de la Fressange. «Me encanta Salzburgo. Hace tiempo solía venir a menudo; incluso alquilaba casas en la zona», cuenta. «Leopoldskron forma parte de la historia, de 1920 a 1928, de la cultura y el teatro en lengua germana. Aquí fue donde Max Reinhardt fundó el Festival de Salzburgo; y aquí era donde se reunía la génesis creativa intelectual», apuntó el káiser en una entrevista concedida a la edición estadounidense de Vogue. Sin embargo, es otra escena la que permanece imborrable en el imaginario popular. Hollywood inmortalizó este castillo en el musical de 1965 Sonrisas y lágrimas. La fachada que da al lago es la casa del barón Von Trapp en la película. Por lo que no es extraño ver a turistas y curiosos merodear por la zona.

En las dos semanas previas a la presentación, el equipo internacional de Chanel transformó por completo este palacio rococó para esbozar el recorrido de una pasarela a través de las distintas estancias: de las escaleras del salón veneciano a la sala blanca, a través del gran salón de mármol, hasta la habitación china y la biblioteca de paneles de madera. En una muestra de la majestuosidad (y el poder) de las puestas en escena efímeras de la maison, vaciaron todas las salas para decorarlas de nuevo con lámparas y muebles de época –encontrados en brocantes y anticuarios–, y suntuosos arreglos de frutas que recreaban la opulencia decadente de las naturalezas muertas del siglo XVII. Un ejercicio de escenografía propio de una gran producción cinematográfica orquestado para un evento de moda de apenas unas horas.

Vista sobre el lago del palacio rococó Leopoldskron, donde tuvo lugar la presentación de la colección Métiers d’Art París-Salzburgo de Chanel.

Anne Combaz / Chanel

El arte de ‘chanelizar’ la historia

«Mientras a otros niños de Hamburgo sus madres les ponían jerséis de punto, yo iba al colegio con los pantalones típicos de Baviera y una chaqueta regional de lana. Un traje que mis padres compraban en Austria», recuerda Lagerfeld. «Siempre llevaba lederhosen [nombre con el que se conoce este diseño tradicional de Baviera]», bromea Karl en la terraza con un editor de WWD, al que muestra en la pantalla de su iPhone una fotografía de infancia en la que aparece vestido con esos pintorescos shorts con tirantes. Hoy ese diseño inspira un bolso de Chanel. «Nadie puede negar que tiene gracia», continúa.

Reinventar el vestuario austríaco a través de anécdotas autobiográficas es algo que había hecho antes Gabrielle. En los años cincuenta, en un viaje a Salzburgo, Coco quedó fascinada por el traje del botones de un exclusivo hotel, el Mittersill, situado en los alrededores de la ciudad y propiedad de uno de sus antiguos amantes, el barón Hubert von Pantz. Aquel uniforme fue el germen del que se convertiría en uno de sus patrones más emblemáticos: la chaqueta Chanel. «Puedes inspirarte en un mandil, en una manga, en un pequeño detalle… Pero a partir de ahí, debes olvidarlo todo y empezar de cero para hacerlo tuyo». Ese era el lema de Coco; y ese es hoy el mantra de Lagerfeld. «Quizá la estrella de la colección Salzburgo sea la chaqueta, pero su auténtico valor es la artesanía», asegura. «No quiero que parezca La casa de la pradera», comentó el creador durante la prueba de vestuario. «Me fascina el espíritu tirolés, pero no quiero hacer algo folclórico. Es más una fantasía. Tiene que ser moderno, acorde al estilo y las proporciones de los nuevos tiempos», zanja. En otras palabras, es una versión actualizada del cliché, «menos kitsch y más Millicent Rogers».

Lagerfeld y Kendall Jenner tras el desfile.

Benoît Peverelli

La virtuosidad ‘marketiniana’ de la artesanía

Bajo el título Métiers d’Art, desde 2002 cada diciembre Lagerfeld presenta una colección de pret-à-porter –fuera del calendario oficial– que se ha convertido en una demostración del savoir-faire de los talleres artesanos que desde 1986 la firma parisina ha ido adquiriendo: el mítico «obrador de belleza» Lesage –famoso por sus delicados bordados–, los plumajeros Lemarié, el guantero Causse, el fabricante de botones y joyas de alta costura Desrues, el zapatero Massaro, el orfebre Goossens…

Tokio, Nueva York, Montecarlo, Londres, Moscú, Shanghái, Bizancio, Bombay, Edimburgo, Los Ángeles, Dallas… y ahora Salzburgo. Cada año Karl revisa los códigos (y la relación) de la casa con una ciudad. ¿Funcionan mejor a nivel comercial las prendas en esos mercados? «Sinceramente, ni lo hemos comprobado. La colección de Dallas se vendió tan bien en China y Japón como en Estados Unidos», declaró Bruno Pavlovsky, presidente de la división de moda de Chanel, a WWD. «Es una colección artesanal», insiste Lagerfeld. «Y la artesanía implica arte. El arte de un oficio, cuya delicadeza debe observarse de cerca, e incluso tocarse, para poder entender (y apreciar) la belleza del trabajo», defiende el creador.

Broches de metal y resina con incrustaciones de strass inspirados en los tópicos folclóricos del imaginario austríaco.

Olivier Saillant / Chanel

Con ganancias de doble dígito, actualmente esta colección representa el segmento de negocio de Chanel que más rápido está creciendo, según Pavlovsky. «Hay mucho contenido, y nuestros clientes aprecian la imaginación en torno a la historia de la etiqueta» –apuntó el directivo en la misma entrevista–; «pronto tendrá la misma importancia que las líneas que se presentan en octubre y marzo». Entre los factores que explican el éxito de Métiers d’Art – que se vende en 189 boutiques y 100 tiendas seleccionadas–, el presidente de la división de moda destaca la fuerte narrativa y la fecha de entrada en tienda –a mediados de mayo en Estados Unidos, seguido de Europa y más tarde Asia, a mediados de junio–. Un ritmo frenético que asegura que cada dos meses haya novedades en las perchas… y un episodio inédito que contar (real o imaginario) de la vida de Coco. En el caso de la leyenda en torno al origen de la chaqueta Chanel, está basado en un viaje real. «Así se desprende de sus documentos. A veces me invento algo», reconoce Lagerfeld, «pero esto es cierto».

Diario personal del mito

«[El artista dadaísta] Tzara está en el Tirol y parece que se encuentra mejor y es feliz, tal vez vaya allí también», escribió Gabrielle en una carta a Jean Cocteau de 1922. Salzburgo sedujo a Chanel mucho antes de que conociera al barón Hubert von Pantz, a principios de los años treinta, en la estación de esquí de Saint Moritz. Más allá del paisaje, la naturaleza y los deportes al aire libre, la francesa se movía como pez en el agua entre la alta sociedad y los artistas que se reunían en torno a los festivales de la ciudad austríaca. «No es de extrañar que se sintiera atraída por este lugar» –dijo la actriz y modelo Amira Casar tras el desfile–; «ella iba donde estaba la cultura».

Cartera en piel de cordero metalizada adornada con una mariposa bordada.

Chanel

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