Rich Paul, el vendedor ambulante de camisetas que levantó un imperio millonario
Salido de una familia pobre y sin cursar estudios universitarios, Paul ha conseguido levantar un imperio multimillonario de la mano de su amigo de juventud LeBron James.
“Si no hubiera llevado esa camiseta aquel día no estaríamos teniendo esta conversación”. Sin aparente pudor o vanidad, Rich Paul admite que su éxito actual se debe a lo que algunos llamarían destino y otros casualidad, es decir, estar en el lugar adecuado en el momento preciso. El agente deportivo, una de las figuras más relevantes del baloncesto profesional, se refería así a la prenda que cambió su futuro y, probablemente, e...
“Si no hubiera llevado esa camiseta aquel día no estaríamos teniendo esta conversación”. Sin aparente pudor o vanidad, Rich Paul admite que su éxito actual se debe a lo que algunos llamarían destino y otros casualidad, es decir, estar en el lugar adecuado en el momento preciso. El agente deportivo, una de las figuras más relevantes del baloncesto profesional, se refería así a la prenda que cambió su futuro y, probablemente, el de la industria deportiva en general.
Era marzo de 2002 y LeBron James, por entonces solo un prometedor jugador de baloncesto en el instituto, se disponía a coger el vuelo Cleveland-Atlanta para presenciar la final del torneo universitario. El considerado segundo mejor jugador de la historia tras Michael Jordan ya era un ávido coleccionista de moda deportiva retro, así que no pudo evitar fijarse en un joven de 21 años situado junto a él. Aquel desconocido, al que doblaba en tamaño y envergadura, lucía una camiseta vintage de un equipo de fútbol americano de los ochenta. Una rareza, pues tenía cosidos, que no planchados, tanto el nombre como el dorsal, como las utilizadas por los propios jugadores. James, fascinando por la prenda, se acercó a preguntarle dónde la había conseguido. Al enterarse de que era él mismo el que las vendía intercambiaron teléfonos y no tardaron en hacerse amigos íntimos. Diecisiete años después de aquello, la alianza que forjaron LeBron James y Rich Paul frente a una puerta de embarque les ha llevado a ser considerados los reyes de la mejor liga de baloncesto del mundo. Dentro y fuera de la cancha.
A sus 37 años, Rich Paul es uno de los pocos nombres omnipresentes del deporte estadounidense que jamás ha pisado una cancha profesional. Estrellas rutilantes le ruegan formar parte de su lista de clientes, decide destinos de franquicias con sus consejos, comparte asiento en la primera fila de las pistas con celebrities como Kendall Jenner o James Corden y Sports Illustrated, la biblia del periodismo deportivo, coloca su imagen en la portada de The Power Issue, un número especial dedicado al ámbito empresarial. Paul, fundador de la agencia de representación Klutch Sports, es el epítome del ideal americano del hombre hecho a sí mismo. Salido de una barrio conflictivo, criado en una familia sumida en la pobreza y sin estudios universitarios, ha conseguido levantar un negocio multimillonario que las grandes ligas contemplan temerosas ante la incipiente amenaza del monopolio. También es toda una inspiración para los jóvenes salidos de entornos desfavorecidos, que tienen en él la prueba de que no hace falta ser un virtuoso de la canasta o de las rimas para ver más allá del horizonte pandillero.
Rich Paul se crió junto a su padre, en una casa de una sola habitación situada en el piso superior de la tienda que este regentaba. Se levantaban cada día a las seis de la mañana para sellar boletos de lotería y vender pan y leche en East Cleveland, uno de esos vecindarios que podrían haber servido como localización para The Wire. De los del sonido de disparos como banda sonora original y bloques en ruina solo amortizados por los heroinómanos que buscan discreción para ponerse un pico. Asegura que un buen número de sus mejores amigos han acabado en prisión o asesinados. Su padre, obsesionado con que tuviera la educación que él no pudo gozar, llegaba a amenazarle con violencia física si le mostraba cualquier atisbo de rechazo al estudio. Pese a la escasez de recursos, logró que su hijo acudiera a un instituto ‘bien’ de la ciudad, de educación católica y alumnado mayoritariamente blanco. Al poco tiempo murió de cáncer, con su misión vital por fin cumplida.
“Todo lo que necesitaba para dirigir un negocio lo aprendí de él. Era la voz de la razón y el padre de todo el vecindario”, exponía Paul en una entrevista con The New York Times, cabecera que le denominó como “el agente del cambio”. Una vez graduado, el joven, que desde pequeño había sentido pasión por la moda urbana y las sneakers, decidió ganarse la vida como vendedor ambulante de camisetas deportivas retro. Las compraba a un proveedor de Atlanta por 130 euros y las revendía en el maletero de su furgoneta, a lo largo y ancho de todo el país, por el doble. Su estrategia de marketing se basaba en los préstamos a amigos que en las noches de fiesta publicitaban el negocio y, gracias al boca a boca, pronto lograría beneficios semanales de cerca de 10.000 euros.
Paul planeaba abrir su propia tienda de moda deportiva, pero dejó todo a un lado cuando LeBron entró en la NBA y le puso en nómina como consejero y gestor de sus contratos de marketing. El tres veces campeón de la NBA y él han llevado vidas paralelas. Ambos son naturales de Cleveland, hijos de familias monoparentales, salidos de barrios conflictivos pero que estudiaron, gracias a las becas deportivas, en centros escolares de gran prestigio. El agente sostiene que la formación educativa siempre fue una prioridad para ellos: “Solíamos decir, ‘No hay nada de cool en ser un idiota”. En 2007 fichó por poderosa empresa de representación Creative Artists Agency y, pasados cinco años, decidió independizarse y fundar su propia agencia.
Klutch Sports tiene hoy en cartera a una veintena de jugadores de la mejor liga de baloncesto del mundo, con salarios que suman más de 200 millones de euros anualmente. El influjo del agente es tal que hasta la NCAA, la organización que rige las ligas universitarias deportivas de Estados Unidos, publicó este agosto un nuevo requisito para los representantes de jugadores con aspiración de entrar en la NBA: contar con un título universitario. Tanto los fans, como la prensa y las propias estrellas se mostraron indignados ante una regla que no tardó en ser calificada como The Rich Paul Rule, por su indisimulada afrenta a los orígenes humildes del representante. Él, sin embargo, no consideró la medida como un ataque personalista, sino como un intento de marginar del sistema a todo aquel procedente de entornos menos privilegiados. “Los únicos a los que están dejando fuera son a todos aquellos niños que aspiran a ser agentes y trabajar en la NBA, y no tienen los recursos, la oportunidad o el deseo de sacarse un grado universitario”, expuso Paul en una columna en The Athletic. Seis horas después de la publicación de esas líneas, la NCAA retiró la medida.
La figura de Paul es un misil en la línea de flotación de un sistema tradicionalmente dominado por empresas millonarias lideradas por ejecutivos blancos con pedigrí Ivy League, los mismos que Tom Cruise tomaría como referencia para dar vida a su célebre Jerry Maguire en la película homónima. Él es joven, negro y sus estudios superiores se limitan a unos cursos básicos de derecho en los que se matriculó una vez intuyó su futuro profesional. “Es humilde, sincero, escucha y tiene empatía. Conecta con sus clientes y entiende lo que quieren conseguir. Construye increíbles relaciones personales y ellos creen en él. Esa es la esencia de un buen agente”, detalló en SI el vicepresidente de los Detroit Pistons y exrepresentante, Arn Tellem.
Empoderamiento es otra de las palabras ligadas a la figura de Rich Paul. En una liga en la que los jugadores han sido meros cromos en posesión de los equipos, sin capacidad de decisión real sobre su futuro hasta pasados varios años como profesionales, los últimos movimientos de representados como LeBron James o Anthony Davis han supuesto un seísmo en las dinámicas de poder. Por fin conscientes de su importancia dentro de la NBA, las grandes estrellas están apostando por confluir fuerzas y elegir contratos de corta duración para no hipotecar su futuro a los volantazos del dueño de turno. Más allá de los tradicionales anuncios de bebidas energéticas o del lanzamiento de una línea de zapatillas, Paul intenta alumbrar el renacimiento del jugador multitarea, aquel que compatibiliza su carrera deportiva con diferentes inversiones y escarceos en los medios para garantizar su futuro profesional una vez cuelguen las botas. LeBron James, por ejemplo, ha producido ya una veintena de proyectos para cine y televisión, tiene su propio talk show en HBO (The Shop) y el próximo año le veremos en Space Jam 2, tomando el relevo de Michael Jordan. En una reciente entrevista televisiva, Paul insistió en el aspecto vital de su envidiada gestión: “Para mí, lo más importante siempre ha sido educar al jugador, porque antes que nada son personas y porque solo van a dedicarse a este deporte durante el tiempo que Dios se lo permita”. Seguro que su padre estaría orgulloso.