Un repaso a ‘The Face’, la revista que inventó el concepto ‘cool’
Un libro cuenta la historia de la publicación que contó y marcó las modas en los 80 y 90.
Han visto la portada de Bjork sacando la lengua, la de Winona Ryder tapándose los pechos con dos CDs –¿existe un concepto más noventas que ese?–, la de Macaulay Culkin escupiendo, la de Kurt Cobain con un vestido de flores y, por encima de todas, la de Kate Moss con un penacho de plumas, fotografiada por Corinne Day en su debut como modelo. Las cubiertas icónicas de The Face viven en un ciclo constante de Pinterest y Tumblr para una generación que ya no conoció la revista en vida. ...
Han visto la portada de Bjork sacando la lengua, la de Winona Ryder tapándose los pechos con dos CDs –¿existe un concepto más noventas que ese?–, la de Macaulay Culkin escupiendo, la de Kurt Cobain con un vestido de flores y, por encima de todas, la de Kate Moss con un penacho de plumas, fotografiada por Corinne Day en su debut como modelo. Las cubiertas icónicas de The Face viven en un ciclo constante de Pinterest y Tumblr para una generación que ya no conoció la revista en vida. Un libro celebra ahora a la publicación que cerró en 2004 y que fue a los 80 y 90 “lo que LIFE fue a los 50, Playboy a los 60 y Rolling Stone a los 70”, según dice el crítico musical Paul Rambali en el recién publicado Story of The Face, de Paul Gorman (Thames & Hudson).
El primer número, con Jerry Dammers de The Specials en la portada, ya contenía algunos de los trazos que marcarían los 19 años de la cabecera, como un barómetro de lo que se lleva y lo que no –un tipo de artículo que todas las revistas de estilo de vida han copiado desde entonces– que mezclaba cortes de pelo, clubes y política, en concreto, el pánico nuclear por la llegada de nuevos misiles. Los seis primeros meses de la revista no fueron triunfales pero entonces sucedió algo providencial: la eclosión de los New Romantics. Robert Elms, el periodista musical que ha sido cronista de todas las escenas de Londres, formaba parte del cogollo fundacional de aquello y lo contó en una serie de artículos que multiplicaron los efectos del propio movimiento. Pronto se incorporaron a la plantilla el diseñador Neville Brody, que tomaba prestado del constructivismo, la Bauhaus y de la cultura del flyer para sus portadas impactantes, y el colectivo Buffalo, liderado por Ray Petri, que generó editoriales de moda como no se habían visto antes. En Buffalo entendieron que las modelos debían llevar la ropa y no al revés, y las reclutaban de la calle (por ejemplo, a una Naomi Campbell de 14 años) y que en los 80 la única manera de entender el estilo era si una chaqueta de Armani se mezclaba con botas Dr. Martens y una chaqueta del Che Guevara.
Varios números marcaron la historia de la revista. El de noviembre de 1983, titulado New Life in Europe, se cocinó en coordinación con otras nueve publicaciones europeas. El número 100, que salió en 1988, tenía una portada triple, fotos de Mario Testino y Nick Knight, textos de Nick Kent y Julie Burchill y salió tan bien que los editores incluso se plantearon dejarlo ahí, en lo alto. No lo hicieron y en 1990 llegó el famoso número que declaraba aquel verano, el de la eclosión de las raves, el Tercer verano del amor, con la jovencísima Moss, de Croydon –en The Face la estética de barrio no era impostura– convertida en “la cara de The Face”. Sin embargo, no fue ese el número más vendido de la historia de la revista sino el de octubre de 1995, con Robbie Williams sacando una lengua con piercings en la portada. Tres años después, el ex Take That repetía con otra cubierta polémica, en la que le sangraba la nariz y un titular que preguntaba: “¿Quieres un poco?”. No hacía falta decir de qué.
Para entonces, la revista había empezado a vender menos, asediada por títulos que contaron mejor la cultura lad (de fútbol, birras y guitarras) que acompaño al Britpop, como Loaded y por otras revistas menos escépticas con el mercado como Dazed & Confused. En 1999, Logan la vendió a Emap, la editora para la que ya había trabajado en Smash Hits. En sus últimos coletazos, la revista trató de mantenerse relevante y fichó como editor a Neil Stevenson, que se había hecho famoso al fundar a los veintipocos la web de cotilleos Popbitch, pero nada podía cambiar el hecho de que esa clase de información ya no llegaba sólo vía papel. La circulación había bajado a los 20.000 ejemplares y Emap cerró puertas en 2004. Este mismo año se publicó que el dueño de la revista de clubbing Mixmag había comprado la cabecera con vagos planes de resucitarla que aun no se han concretado. The Guardian le preguntó a Richard Benson, que fue el editor de The Face entre 1995 y 1998 si una revista así podía funcionar en la era de Instagram y de The Gentlewoman –es decir, cuando las revistas en papel se han convertido en un objeto de consumo de lujo para público más adulto– y contestó esto: “Con o sin redes sociales, siempre habrá chicos de 19 años de los suburbios y de ciudades perdidas en el culo del mundo que querrán saber qué esta pasando y esos chicos nunca tienen suficiente”.