Razones por las que el MET (y todo el mundo) ha caído rendido ante China
¿Por qué Metropolitan Museum de Nueva York centrará su exposición más importante de 2015 en China? Te contamos las claves que hacen de este país exótico el nuevo punto de referencia estético.
Desde que Marco Polo pusiera a China en el mapa del conocimiento occidental, la fascinación por este exótico país ha ido creciendo hasta convertirse en una referencia en nuestros días. Tanto es así, que el Metropolitan Museum de Nueva York centrará su exposición más importante de 2015 en China.
Bajo el nombre de Chinese Whispers: Tales of the East in Art, Film and Fashion, el Met acogerá desde el 7 mayo al 16 de agosto de 2015 una muestra que explora cómo Chin...
Desde que Marco Polo pusiera a China en el mapa del conocimiento occidental, la fascinación por este exótico país ha ido creciendo hasta convertirse en una referencia en nuestros días. Tanto es así, que el Metropolitan Museum de Nueva York centrará su exposición más importante de 2015 en China.
Bajo el nombre de Chinese Whispers: Tales of the East in Art, Film and Fashion, el Met acogerá desde el 7 mayo al 16 de agosto de 2015 una muestra que explora cómo China ha alimentado la imaginación occidental durante siglos. Además de diseños de Alta Costura y vestidos, pinturas y porcelanas chinas, podrán verse películas chinas que revelan las relaciones pasadas y presentes entre Oriente y Occidente. Filmes que parecen obras de arte en movimiento por el preciosismo de cada fotograma. No en vano, el director artístico será el director de cine chino Wong Kar Wai, un autor cuyas películas reflejan la belleza femenina en su estado más puro.
Es comprensible el enorme peso que posee el gigante asiático a escala global pero, ¿por qué es China la temática principal de esta exposición? Profundizamos en 7 razones que podrían justificar el enfoque de su próxima muestra:
1. El boom de la 'chinería': Occidente importaría de Oriente todo lo que no tenía y la fascinación por el misticismo de estas nuevas culturas se traducirá en un soplo de aire fresco para las culturas occidentales. A partir del s. XVIII se producirá un boom conocido como 'chinoiserie' o chinería, que impregnará el arte en todas sus vertientes. Un buen ejemplo eran las residencias de los artistócratas, decoradas con muebles, porcelanas chinas e incluso pagodas en los jardines. Pero será la moda por antonomasia el campo que refleje esta obsesión: se usan exóticas sedas (conocidas desde tiempos anteriores gracias a las rutas de la Seda) y otros tejidos importados desde China como el nanquín (algodón amarillo de la región china homónima). También se imitan sus motivos, (flores, dragones…), estampados y brocados. Uno de los materiales más preciados eran las sedas pintadas a mano, que acabarán por producirse en Europa gracias en parte a la fiebre por lo oriental de Madame de Pompadour, amante de Luis XV de Francia.
La atracción por China (y Oriente en general) resurgiría con fuerza a comienzos de s. XX, de mano de innovadores diseñadores como las hermanas Callot o Paul Poiret. Esta inspiración estuvo también vigente en las últimas décadas de siglo con diseñadores como Christian Lacroix, que creó conjuntos de Alta Costura con el nombre de Frontière chinoise o Maison de thé, o Valentino Garavani, que se inspiró en el estilo chino para algunas de sus prendas más lujosas, según explica explica John S. Major en su obra China Chic: East meets West.
2. Una porcelana que ha inspirado desfiles y colecciones actuales: si hace unos siglos poseer un jarrón de la dinastía Ming era el culmen de estar a la última, sus motivos decorativos son una fuente constante a la que han recurrido diseñadores actuales. Tal es el caso de Roberto Cavalli o Rodarte, cuyas respectivas colecciones otoño 2005 y primavera 2011 beben de la porcelana de la dinastía Ming. Otro ejemplo es el caso de Mary Katrantzou, con su propuesta otoño 2011 inspirada en la porcelana de la dinastía Qing o la colaboración que hizo con Topshop en 2012.
Roberto o Cavalli (izq) o Rodarte (dcha) son algunas de las marcas que se han inspirado en la porcelana china para sus desfiles.
Cordon Press/Corbis/Getty
3. El qipao como símbolo del cambio: con la instauración de la República China a comienzos de s. XX, se produjo cierto avance del país y apertura econónimica al mundo occidental. La mujer podía trabajar y ser más independiente que antes, lo que se reflejó en su propia ropa. El vestido símbolo del cambio sería el qipao o cheongsam, que adoptaron muchas mujeres como uniforme. Derivado de las anchas vestimentas manchú de la dinastía derrocada, el qipao reducía su tamaño y estrechaba sus costuras. Esto hacía que por primera vez cobrase protagonismo la silueta femenina, un hecho sin precedentes (sobre todo teniendo en cuenta que era una sociedad en la que estaba prohibido enseñar hasta los pies). Gracias a los anuncios y calendarios el qipao se popularizó, y actualmente es un elemento que se ha podido ver sobre la pasarela en propuestas como la colección primavera verano 2003 de Roberto Cavalli, o los vestidos que presentó Zuhair Murad en otoño de 2011. Uno de los casos más paradigmáticos fue la primavera 2011 de Louis Vuitton, en la que Marc Jacobs presentó exóticos qipaos y sensuales chaquetas Tangzhuang, una prenda similar al cuerpo de los qipaos.
El qipao se ha podido ver en desfiles de Louis Vuitton o de Zuhair Murad. A la derecha, un ‘tangzhuang’ visto en la primavera 2011 de Louis Vuitton.
Cordon Press/ Getty
4. La moda Mao: la República Popular de China del líder comunista Mao Zedong impuso a militares y civiles un uniforme, el llamado “traje de Mao” o “traje Zhongshan”, que también sería adoptado como uniforme de trabajo por el proletariado. En sobrios colores como el azul marino o el kakhi, este uniforme se caracterizaba por su total ausencia de adorno o estampado. El “look chino” se hizo muy popular en Occidente en los años 70 gracias a las relaciones internacionales entre la República y los gobiernos occidentales, especialmente Estados Unidos. Según recoge John S. Major, los jóvenes editores de moda franceses adoptaron el traje de Mao, una tendencia que la revista Time llamó “Mao à la mode”. El propio Thierry Mugler ya escribía en 1985 “estoy sorprendido por la austeridad, simplicidad y gran elegancia de los uniformes maoístas”.
Además de su minimalismo, uno de sus rasgos más identificativos era la chaqueta, con cuello corto y rígido, botones centrales y cuatro bolsillos. En la actualidad, el traje Mao ha inspirado algunas colecciones como la pre-otoño 2010 de Chanel. La chaqueta Mao fue también uno de los elementos que presentó Tom Ford en su último desfile para Yves Saint Laurent en 2004, junto con los qipaos y las hombreras pagoda. Su gran final fue un homenaje a la colección china de Yves Saint Laurent de 1977, año del lanzamiento del perfume Opium. ¿Por qué esta colección? “Instinto. Creí que las hombreras pagodas eran lo correcto. Y era un periodo que no había explotado” declaró Ford cuando se le preguntó el motivo de su elección.
Por su parte, gracias a sus brillos, guateados y excesivos brocados, la colección de Alta Costura que el diseñador argelino presentó en 1977 fue una de las precursoras en hacer tendencia una etapa muy diferente a la de la moda de Mao, el esplendor de la China imperial.
Los botones y los cuatro característicos bolsillos de la chaqueta Mao se pudieron ver en la colección otoño 2004 de Yves Saint Laurent.
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5. Embajadoras de un estilo y un país: en la descripción que hace el Met sobre su exposición menciona a tres “mujeres de estilo” que representaron caras muy diferentes de su país. La emperatriz Cixi y los refinamientos de su corte son icono de la China imperial. Por otro lado, Madame Wellington Koo y Madame Chiang Kai-Shek, las otras dos mujeres que se mencionan, son icono de una China moderna. Ambas consiguieron popularizar el qipao en Occidente con sus apariciones públicas, pero fue precisamente Madame Chiang Kai-Shek la que marcó un antes y un después en las relaciones internacionales con Occidente en general y Estados Unidos en particular. Educada allí, ejerció como intérprete entre China (por su marido Chiang Kai Shek) y Estados Unidos durante toda su vida y consiguió un hito en 1943 al convertirse en la primera mujer china (y segunda mujer) que hablaba en el Congreso norteamericano. El 1 de marzo de ese mismo año su retrato era portada en la revista Time.
Madame Chiang Kai Shek luciendo un qipao.
Cordon Press/ Getty
6. Shanghái, enclave de los nuevos ricos: entre los años 30 y 50 Shanghái fue ‘el París de Oriente’ y su éxito comercial estuvo muy ligado al qipao. Hoy, convertida en una metrópoli de primer orden, acoge a parte de esos nuevos ricos que se llevan buena parte del pastel del lujo. Las marcas no han querido perderse esta gran oportunidad y dirigen su mirada al público chino. Así, no es de extrañar que la colección pre otoño 2010 de Chanel (Metiers d’Art) se llamase París-Shanghái o que Valentino o Hugo Boss hayan presentado colecciones en Shanghái, demostrando su estrategia comercial. Además, Michael Kors, Bottega Venetta, Chanel y Louis Vuitton tienen allí flagships stores.
7. El cine, su mejor pasarela: Según explica John S. Major, en los 70 el estilo chino proliferaba en Occidente pero las fantasías no las inspiraba Mao, sino las películas de Zhang Yimou. En la exposición que acogerá el Met se harán proyecciones de este director, así como de Chen Kaige, Ang Lee o el director artístico de la muestra, Wong Kar Wai. ¿Qué tienen en común sus películas para incluirlos en esta exposición? Entre otras cosas, sus filmes se caracterizan por ser un puro deleite para la vista y la expresión máxima de la belleza de la mujer luciendo un qipao en todo su esplendor. Un buen ejemplo es La joya de Shanghái (1995) o Las flores de la guerra (2011) de Zhang Yimou; Deseo, peligro (2007) de Ang Lee, o Deseando amar (2000) y 2046 (2004) de Wong Kar Wai. Pero antes incluso de estos filmes, el director norteamericano Richard Quine lanzaba en 1960 el filme El mundo de Suzie Wong, con el que muestra el contacto de dos culturas a priori muy diferentes, pero que han demostrado generar sinergias en favor de un interés común.
Una escena de ‘Deseo, peligro’.
Everett Collection