Protegida de Virginie Viard y elogiada por Martin Margiela, la firma Koché vuela alto
La diseñadora Christelle Kocher nos recibe en París mientras prepara su desfile. Su firma, Koché, está agitando el panorama creativo en la ciudad y acaba de firmar un acuerdo de licencia con el grupo de Renzo Rosso, OTB.
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Cuando en 2015 Koché presentó su primer desfile en París, el elitista mundo de la moda receló frente a una propuesta inusitada. Dinamitando mandamientos atávicos, la diseñadora Christelle Kocher citó a sus invitados en un anodino centro comercial, prescindiendo de jerarquías y asientos. Convirtió pasillos en pasarelas y mezcló a modelos con gente de la calle. La cultura de barrio y el saber hacer de los salones de costura cooperaron para que su colección sorprendiera a una audiencia anestesiada a fuerza de repetición. Aún faltaban varios meses para que Demna Gvasalia ensalzara el pulso callejero en su estreno al frente de Balenciaga y algunos más para que el streetwear se convirtiera en santo grial para la industria del lujo.
Sujetadores deportivos bordados a mano en el atelier Lesage o camisetas de algodón rematadas con las plumas de Maison Lemarié. La fórmula que planteó Kocher no se trataba de una banal provocación, sino de un guion que esbozaba las bases de lo que sería su estilo personal: un ejercicio perspicaz de actualización de los códigos de la tradición, conjugándolos con un lenguaje contemporáneo. «Fue difícil que todos lo entendieran, pero con el tiempo ha influido a muchos», argumenta la creativa un par de días después de su último desfile. «Creo que esta es una manera de entender la moda de forma más humana, más política. Se trata de lanzar un mensaje de positividad y de apertura». El planteamiento ha funcionado: este año se alzaba como ganadora del premio Andam, el galardón de moda más prestigioso de Francia, dotado con 250.000 euros. ¿En el jurado? Personalidades como François-Henri Pinault, Bruno Pavlovsky, Renzo Rosso o Martin Margiela, que fue laureado en el mismo certamen en 1989.
Con Rosso precisamente firmaba esta semana un acuerdo de colaboración: OTB, el conglomerado del italiano que dirige, ha adquirido la licencia de Koché para producir y distribuir las colecciones masculina y femenina: ropa, zapatos, bolsos, pequeña marroquinería… A partir de 2020 el acuerdo supondrá un empuje clave: «OTB proporcionará todos los servicios y sinergias que un grupo industrial puede ofrecer, características indispensables para el desarrollo de marcas jóvenes y prometedoras».
Las fases del sueño
Hace 15 años Kocher escribió una carta a la entonces mano derecha de Karl Lagerfeld, Virginie Viard. «Yo estaba estudiando, pero ya admiraba su trabajo; mantuvimos el contacto varios años y cuando surgió una oportunidad en la que pensó que encajaría, me la ofreció». Viard, hoy una de las mujeres más poderosas de la industria al frente de Chanel, se convirtió en su mentora. Ella le abrió las puertas de los talleres de Lemarié, de los que Kocher se convirtió en directora artística hace casi 10 años: «Sabía de mi pasión por la moda y por la artesanía y pensó que sería positivo intentar hacer algo juntas. Fue muy generosa porque me dio libertad para trabajar paralelamente en Bottega Veneta o Dries Van Noten», cuenta la diseñadora, graduada en la escuela Central Saint Martins de Londres.
Ahora los maestros más reputados del mundo, responsables de finalizar las prendas de alta costura, se encargan de producir las creaciones de Koché. «Insuflan vida a mi colección. Lo que más me gusta es cómo trabajan con nuevos materiales: confeccionan piezas de costura con algodón orgánico, con tejidos reciclados a los que bordan cristales… Yo busco hacer que esos acabados sean más accesibles y, por ejemplo, en vez de aplicar a mano las plumas, indago otras técnicas artesanales con resultados más asequibles». Métodos que además persiguen ralentizar el ritmo del sistema porque «el verdadero lujo actualmente es el tiempo; detenerse lo que haga falta para fabricar con pasión cosas que sobrevivirán al largo plazo».
No temo mezclar el barrio con la costura.
El híbrido creativo está presente en toda la trayectoria de Christelle Kocher, que creció en un suburbio de la capital gala: «Es importante relacionar tus orígenes con tus aspiraciones. Para mí pone en valor a la marca. Yo no temo mezclar el barrio con la costura porque ambos están en mi ADN. Mis orígenes me han enseñado a ser abierta en todos los sentidos: con la gente, con los distintos tipos de cuerpo, con las diversas maneras de entender el género…». Sus desfiles dan fe de ello. «La moda no es solo hacer ropa, sino trasladar un mensaje, una visión. Y la pasarela es el mejor momento». La suya es un espectáculo abierto y diverso en el que no se impone ningún canon. Ha celebrado sus desfiles en el mítico cabaré Folies Bergère, en un restaurante Planet Hollywood, en una iglesia católica donde se ofician matrimonios entre personas del mismo sexo… ¿El más multitudinario? El pasado mes de febrero, cuando citó a más de 3.000 personas en un estadio de fútbol: «Estaban todos los profesionales de la moda, pero también blogueros, fans, estudiantes de diseño, jugadores y trabajadores del equipo… todos juntos celebrando la moda». Para el último, en septiembre, se trasladó a una biblioteca pública. «Un lugar para la cultura y el conocimiento que, como las mejores creaciones, precisa tiempo. Es un rincón que, como mis presentaciones, reúne a gente de distintas procedencias y generaciones. Un sitio en el que buscar refugio y en el que aprender».
El resultado resuena en el continente europeo y cada vez más en Asia, donde sus ventas no paran de aumentar. «Con el dinero del premio Andam quiero seguir creciendo: hacer la marca más global sin perder este espíritu que pone en valor la cultura de la juventud». El año pasado la firma registraba unos ingresos de 3,7 millones de euros y este verano lanzaba su primera colección masculina. «No diría que hemos hallado el equilibrio aún, porque siempre se puede seguir mejorando. Koché ya es una empresa rentable y eso me hace feliz, pero quiero seguir creciendo. Soy una mujer ambiciosa».