Por qué Lady Gaga dejó de vestir de Lady Gaga
Su aparición en los Globos de Oro lo confirma: ya no habrá más vestidos de carne. Su faceta como actriz y su actual estilista son los responsables de su nuevo y elegante estilo.
De árbol de Navidad. De Yeti. De Dalí. De pollo. De Diana de Gales. De estrella gigantesca. De carnicería andante o de esperpento viviente. Desde que en 2008 las discotecas de medio mundo bailaran desenfrenadas los primeros hits de Lady Gaga, hemos visto a la cantante vestida de cualquier cosa imaginable (e inimaginable también). Sus looks imposibles construyeron un personaje misterioso y mediático a partes iguales y sus pelucas, plataformas, maquillajes y máscaras inventaron un estilo único, reconocible y siempre sorprendente que se movía entre el espectáculo en estado puro y la teat...
De árbol de Navidad. De Yeti. De Dalí. De pollo. De Diana de Gales. De estrella gigantesca. De carnicería andante o de esperpento viviente. Desde que en 2008 las discotecas de medio mundo bailaran desenfrenadas los primeros hits de Lady Gaga, hemos visto a la cantante vestida de cualquier cosa imaginable (e inimaginable también). Sus looks imposibles construyeron un personaje misterioso y mediático a partes iguales y sus pelucas, plataformas, maquillajes y máscaras inventaron un estilo único, reconocible y siempre sorprendente que se movía entre el espectáculo en estado puro y la teatralidad más absurda. Pero en la infinita lista de identidades disparatadas de las que la artista se había disfrazado faltaba una. Lady Gaga jamás había probado a vestirse de ‘mejor vestida’. Nunca había intentado ponerse un atuendo simplemente bonito o elegante, de esos con los que el resto de la fauna de la música y el cine lucha por meterse a la crítica de moda en el bolsillo. Eso no le interesaba ni le hacía falta. No iba con ella ni con su manera de lidiar con la fama. Pero la cosa ha cambiado en los últimos meses.
Quizá podemos situar el punto de inflexión en su complicado currículo estilístico en la pasada edición de los Oscar, el día en que cambió el escándalo por el princesismo. Sin embargo, fue en los recién celebrados Globos de Oro, que le valieron una estatuilla por su papel en American Horror Story: Hotel, cuando la cantante reconvertida en actriz terminó de encarnar la elegancia más clásica y convencional. Stefani Joanne Angelina Germanotta, que así se llama en realidad, recuperó en la gala el glamour del Hollywood dorado de la mano de un diseño discreto y sofisticado firmado por Atelier Versace. Y así, como una Marilyn Monroe del siglo XXI, la intérprete de Just Dance despertó más de una poker face a su paso por la alfombra roja. ¿Era esa mujer de ondulada melena y maquillaje natural la misma que acaparó titulares cubierta por carne cruda? De no ser por su inconfundible rubio algo oxigenado, muchos lo hubiesen negado.
La confirmación de su giro estilístico llega en el momento exacto. Su nueva faceta como actriz precisa de atuendos alejados de la farándula pop, más acordes a las reglas que dicta Hollywood y al engranaje que se despliega alrededor de las alfombras rojas. Eso y un disco de jazz a medias con Tony Bennett hacían necesario un guardarropa más cercano al de una diva de los años 30 que al de una mezcla entre Madonna y Miley Cyrus. Y Brandon Maxwell, su asesor de imagen, se lo ha dado. Este joven, que también diseña en su marca homónima y ha logrado colarse en la lista de los 25 estilistas más influyentes de 2015 elaborada por Hollywood Reporter, es el responsable de los nuevos looks de la artista. Maxwell había trabajo como asistente de Nicola Formichetti, antiguo estilista de la cantante y culpable de sus apariciones más inverosímiles, y fue el encargado de tomarle el relevo cuando el italo-japonés cambió a Gaga por la dirección creativa de Diesel.
Desde que Maxwell, que ha declinado hacer declaraciones a S Moda por encontrarse dedicado en cuerpo y alma a su próxima colección otoño-invierno, llegase a la vida de la artista sus looks fueron neutralizándose poco a poco. Él es el responsable de la decepción que algunos sintieron cuando la Gaga de los Oscar 2015 dejó en casa las pinturas de guerra y pisó la alfombra roja más importante del año con un vestido de princesa firmado por Azzedine Alaïa. Es cierto que su particular combinación del diseño con unos guantes rojos no la libró de ser carne de memes y volvió a dejarse caer en las listas de estilismos para olvidar, pero aquel vestido daba las pistas de hacia dónde se dirigía la nueva Gaga. A partir de aquel momento la mesura fue instalándose en su armario. Vistió un distinguido Tom Ford anaranjado en los British Fashion Awards, personificó la elegancia ataviada con un Brandon Maxwell –la firma de su estilista– en los Emmy y empezó a apostar por diseñadores como Valentino o Balenciaga. Las concesiones a la extravagancia –que haberlas haylas– se fueron haciendo menos frecuentes y hasta sus looks de street style se han ido moderando.
“Gaga se hizo icónica por sus estilismos increíbles, estoy seguro de que fue difícil para Brandon tomar el relevo. Pero, sorprendentemente, le inyectó sensibilidad. Ella se ha convertido en una mujer muy sofisticada y hermosa, y en el fondo está más cerca de su personalidad”, ha confesado su antiguo estilista a The New York Times. Por su parte, Maxwell prefiere no llevarse todo el mérito y reconoce que Gaga y él forman una pareja creativa en la que ambos tienen voz y voto en los atuendos de la artista. “He trabajado con muchas otras celebrities y ella es, sin duda, una de esas personas que decide todo, desde la música hasta lo que lleva en su día a día. Todo es su visión. El año pasado lanzó un álbum de jazz y eso ha influido en su estética. Las cosas cambian y el estilo también, al igual que cualquier persona lo hace a medida que envejece”, ha explicado el asesor de imagen a la revista Fashionista.
Así, con la promesa de dar la oportunidad a jóvenes diseñadores que vistan a la ‘Mother Monster’ y de “seguir tomando riesgos porque no hay nadie en el mundo que pueda ponerse casi cualquier cosa como ella lo hace”, el dúo compuesto por Gaga y Maxwell garantiza seguir dando juego a golpe de sobriedad, cuando sea necesario, sin desterrar del todo la locura estilística de Gaga que tantas alegrías y sorpresas nos ha dado. Puede que ahora sea menos divertida pero es el precio que hay que pagar para entrar en las listas de ‘mejor vestidas’.