Pati Núñez, educada en el buen gusto
Reparte su vida entre el diseño gráfico y la espiritualidad; y su armario, entre lo retro y lo práctico. Empresaria y feminista, dedicó su Premio Nacional de Diseño a las mujeres de su profesión. Ella fue la primera en ganarlo.
La casa de Pati Núñez está camuflada tras una puerta invisible en la pared de su estudio, un ático con una enorme terraza en la frontera del bohemio barrio de Gracia con el burgués eixample barcelonés. Huele a incienso, vestigio de la clase de yoga que Pati acaba de compartir con algunos amigos y en la que ella ejerce de profesora. Desde que a los 17 años descubriera el Katsugen, que significa movimiento que regenera la vida, en un centro de Seitai, la espiritualidad oriental ha sido una de las pasiones de Pati. Los cursos de reiki, de chi kung o las prácticas de yoga son l...
La casa de Pati Núñez está camuflada tras una puerta invisible en la pared de su estudio, un ático con una enorme terraza en la frontera del bohemio barrio de Gracia con el burgués eixample barcelonés. Huele a incienso, vestigio de la clase de yoga que Pati acaba de compartir con algunos amigos y en la que ella ejerce de profesora. Desde que a los 17 años descubriera el Katsugen, que significa movimiento que regenera la vida, en un centro de Seitai, la espiritualidad oriental ha sido una de las pasiones de Pati. Los cursos de reiki, de chi kung o las prácticas de yoga son la excusa para hacer cortas escapadas a Oriente. Alimentan su avidez por ampliar conocimientos, su innata curiosidad por llegar al fondo de las cosas y la profundidad intelectual con la que argumenta cada uno de sus trabajos profesionales, ya sea un sencillo pero eficaz packaging para un cosmético de Mercadona o el cartel para las fiestas de La Mercé, patrona de Barcelona.
Que Oriente está muy presente en su vida se nota por la colección de pareos balineses, que usa en verano como complemento y en invierno como estor para proteger la alfombra donde imparte su yoga; las chanclas japonesas de madera, que utiliza en verano incluso en la calle; y el maravilloso kimono vintage protagonista de tantas escenas de su vida. «Compré el kimono en Tokio en el año 80, en el legendario Hotel Imperial, diseñado por Frank Lloyd Wright.
Allí, en el vestíbulo, había una pequeña tienda que regentaba un argentino que vivía en una suite del mismo hotel y que vendía kimonos antiguos. Cuando lo adquirí, el kimono ya tenía unos 20 años, que eran los que yo tenía, así que ahora tiene mi edad. Lo he usado mucho. Lo utilicé para un retrato de la revista Diagonal y también lo llevaba puesto en la foto que me hizo Javier Guardans en el puerto, y que después sirvió como modelo para el retrato que me hizo Javier Mariscal».
Pero antes de esta pasión oriental, Pati Núñez compartió una alborotada infancia en una casa con sus cinco hermanas. «Recuerdo que teníamos modista. Venía todos los jueves por la tarde a casa. El problema era que mi madre siempre nos estaba persiguiendo porque venía la modista y no habíamos decidido qué queríamos. Alicia siempre acababa diseñando los trajes para todas». Alicia Núñez, la hermana con estilo, es ahora una reputada interiorista, a la que Pati concede el honor de haberla educado en las cosas de la moda. «Yo era la cuarta de las seis. Las dos mayores, Luisa e Isabel, eran muy politiqueras y pasaban de la ropa, pero Alicia, que es la que va antes que yo, era más femenina y tenía muy buen gusto. Yo creo que ella me instruyó en este aspecto, era la estilista de todas. Como teníamos un estilo similar, compartíamos la ropa entre nosotras. A veces íbamos a comprar juntas, o compraba ella y nos lo poníamos todas».
Sus compras tenían como escenario las tiendas más modernas de la época, como la boutique vintage del desaparecido Joan Fatjo; Eston, la primera tienda de los hermanos Esteban y Toni Miró; y, más tarde, Galón Glacé. «De la ropa me llama la atención el color. Me gustan las prendas reversibles y lo retro. Me encantan los 30, los 40 y los 50». Pati ya no pierde la cabeza por el vestuario, aunque aprecia los lujos ocultos, como el tacto de la piel que forra su bolso oversize de Prada. Confiesa su pasión por Sybilla y René Zamudio en los 80 y una conexión estética con Lydia Delgado, de la que tiene muchas prendas y a la que diseñó las bolsas en 1992. «Ahora me centro en lo práctico, circulo en moto y mi mejor inversión de la temporada ha sido un plumón, también de Prada, para ir bien calentita».
En la pared, su retrato, hecho por Mariscal. A la izquierda un kimono vintage comprado en Tokio, colgado de un Artigau.
Antoni Bernard
Sobre la silla original de Barba Corsini de los 50, un bolso oversize de Prada. La cabra es una herencia de su madrastra alemana y de la marca favorita de peluches de Pati, Steiff.
Antoni Bernard
Litografía de Cassandre, un cartelista muy reputado de los años 40 que también diseñó el logotipo aún vigente de YSL. La lámpara de pergamino es de Alicia Núñez y las chanclas de madera de Nu, la tienda japonesa de Gracia.
Antoni Bernard
Uno de sus diseños.
Antoni Bernard