Paquita Ors, belleza de oficio
Nunca ha pasado desapercibida. Tras licenciarse en Farmacia, levantó sola un imperio: Cosméticos Ors. Fue (y es) pionera en su trabajo y en su vida. Ha hecho de lo bello y accesible su universo estético.
Quiero que todo el mundo pueda usar mis cremas y tenga una piel preciosa. Por eso las vendo a precios asequibles y me llaman la cosmética social». Esta sería, resumiendo, la filosofía vital de Paquita Ors, una farmacéutica que estudió la carrera cuando no había universitarias, que se separó cuando nadie lo hacía, y que mantiene intactas las ganas y el coraje de su juventud. La ilusión por mejorar la vida de los demás y el amor por lo bonito son la clave de su singular existencia.
Trabaja como si no tuviera la edad que tiene (que no confiesa, claro) entre Madrid, Zaragoza y V...
Quiero que todo el mundo pueda usar mis cremas y tenga una piel preciosa. Por eso las vendo a precios asequibles y me llaman la cosmética social». Esta sería, resumiendo, la filosofía vital de Paquita Ors, una farmacéutica que estudió la carrera cuando no había universitarias, que se separó cuando nadie lo hacía, y que mantiene intactas las ganas y el coraje de su juventud. La ilusión por mejorar la vida de los demás y el amor por lo bonito son la clave de su singular existencia.
Trabaja como si no tuviera la edad que tiene (que no confiesa, claro) entre Madrid, Zaragoza y Valencia, donde sigue pasando consulta y aconseja lo mejor para la salud de la piel –de lo que, a juzgar por su escote y su cara, sabe mucho–. Los días en Madrid los pasa, desde hace más de 40 años, en una luminosa suite del Ritz, donde atesora la ropa de marcas italianas (casi las únicas que usa), que se pone con la misma soltura con la que las demás llevamos ropa de Zara. Tienda en la que por cierto, nunca ha entrado. «Pero me gusta; defiendo que esa marca haga accesible el estilo», reconoce.
En el organizado armario de esa habitación hay ropa y complementos de Giorgio Armani, Valentino, Etro y Versace (como la camisa con la que nos recibe), que suele comprar en Italia, cuando acude a los laboratorios de Milán con los que colabora. «Me encanta la moda. En casa siempre nos inculcaron el amor por ir bien vestidos, y yo me gasto dinero en eso, sí, aunque ahora ya menos». Conserva los trajes de noche de «cuando daba fiestas para 200 invitados».
Pero en contra de todos los tópicos, detrás de su pasión por la estética se esconde otro mundo, más intenso: el de la belleza que hay en los libros. Paquita Ors lee desde siempre. «La lectura me salvó. Yo leía a Colette, a Simone de Beauvoir, a Virginia Woolf [en la mesita de su suite hay un ejemplar de La señora Dalloway]. Las novelas me convencieron de que el mundo debía ser de otra manera; los personajes que descubrí eran como los que yo creía que debían existir». Está segura de que esas obras la animaron a no doblegarse poco después de una boda burguesa por la que renunció a su trabajo y a las extravagancias en su vestuario y en sus modales. Así que la joven que había conocido a Mary Quant en sus andanzas londinenses y se había puesto minifalda en una Zaragoza gris y franquista dejó lo convencional, retomó su labor cosmética, lanzó su marca, sin ninguna publicidad, y ahí sigue. Ahora apoyada en su hijo, Jerónimo Ors, «sin el que no podría hacer nada» y con el que la saga está garantizada.
Zapatos de Dior y bolso de anticuario.
Germán Sáiz
Detalle de uno de los armarios de la suite, con vestidos de Versace, Giorgio Armani, Etro y Valentino. Los zapatos son de Giorgio Armani.
Germán Sáiz
En esta foto, bolso de Bulgari. A la derecha, zapatos de Dior y bolso de anticuario.
Germán Sáiz
Anillo y pulsera de rubíes, que forman parte de las joyas de la familia. Collar de oro blanco
Germán Sáiz
Rincón de la suite del hotel Ritz donde se hospeda todas las semanas Paquita Ors, desde hace más de 40 años.
Germán Sáiz