Neville Brody: “Hoy la cultura y el diseño son bonitos, pero no hacen pensar. Y la sociedad vuelve a necesitar contenidos e ideas”
Fue la mente tras el diseño de revistas rompedoras como ‘The Face’ o ‘Arena’. Modernizó la Times New Roman para el periódico ‘The Times’ y es el gurú que ha creado tipografías para Coca-Cola, Samsung o Dior.
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Todo el mundo conoce su trabajo, aunque no lo sepa. Cada vez que bebe una Coca-Cola, mira una pantalla de Samsung o ve el logotipo de Christian Dior, detrás están la mano y la mente de Neville Brody (Londres, 1957). En los ochenta, la época dorada del diseño gráfico, se convirtió en el nombre de referencia: creó carteles para conciertos de Pere Ubu; hizo portadas para Depeche Mode, Cabaret Voltaire y varias bandas del sello indie Fetish Records; entre 1981 y 1986 ideó el inconfundible estilo de la revista más moderna del momento, The Face, y cuando solo tenía 24 años el Museo Victoria & Albert de Londres le dedicó una retrospectiva, encumbrándolo como el gurú de su generación.
Hoy sigue siendo una autoridad en su campo, un sector que analizó en la visita que hizo en octubre a Barcelona con motivo del Blanc Festival, donde coincidió con creativos como Óscar Mariné, Malika Favre o Annie Atkins. «Creo que el ambiente político actual complica intentar hacer algo diferente. Ahora la cultura y el diseño son bonitos, agradables, incluso muy atractivos, pero no hacen pensar. Y la sociedad vuelve a necesitar contenidos retadores e ideas. Tenemos que parar, reflexionar. Muchas ciudades están siendo rediseñadas para ser bonitas y modernas, se convierten en espacios tipo Disneyland, donde la gente está cómoda y feliz, pero es una forma de estar adormecidos», sostiene.
Se crio en Southgate, un barrio del norte de Londres, estudió en el progresista Hornsey College of Art y se especializó en diseño en el London College of Printing. Pero su verdadera escuela fue la calle: vivió en una casa okupa de Covent Garden, abrazó con fervor el punk y ese contacto con todo lo nuevo, asegura, le hizo captar el espíritu de la época en su obra. «Cuando empecé todo estaba por descubrir, no teníamos miedo, y ahora estamos perdiendo ese elemento de riesgo, las redes sociales han tomado posesión de las vidas de todo el mundo, hacen que uno sea egocéntrico», lamenta. Porque para Brody la creación tiene una función social y colectiva, no decorativa ni individualista: «Todo el diseño es político, moldea la forma en que se piensa, es un elemento poderoso. Muchos creen que se trata de algo simplemente comercial, cuando en realidad puede cambiar por completo tu forma de entender el mundo».
Precisamente eso fue lo que buscó en los cinco años que trabajó en la vanguardista The Face, en cuyo relanzamiento de este año no ha estado implicado. «No me han enviado un ejemplar… Y tampoco me invitaron a la presentación, no entiendo lo que ha ocurrido. Me sorprende que se parezca tantísimo al The Face que nosotros diseñamos. Pienso que la historia de la revista debería haber acabado entonces, no tiene sentido recuperarla. Fue relevante en un periodo concreto, y ahora se debería hacer algo completamente nuevo, que responda a lo que pasa en la calle y en la vida moderna de una manera diferente. La gente de hoy piensa de otra forma».
Brody también fue director de arte de Arena, una revista masculina señera de los noventa, y junto a Jon Wozencroft creó la rompedora publicación sobre tipografía Fuse en 1991. ¿Qué medio crearía ahora? «Estamos saturados de imágenes. Las palabras son importantes y parece que las hemos olvidado. Haría un gran formato y desplazaría el foco al contenido y a las palabras. Pero teniendo en cuenta que hemos perdido la habilidad de leer artículos largos». Para atraer al lector, ve clave experimentar con lenguajes visuales diferentes: «La mayoría de los sitios que miramos, Facebook, Instagram, WhatsApp, son ambientes seguros, funcionales y nada excitantes, incluso decorativos. Los diseños que vemos a diario están estandarizados. Tenemos delante una oportunidad emocionante para hacer algo distinto».
Aunque es uno de los mayores expertos mundiales en tipografías –rediseñó la Times New Roman del periódico The Times– no tiene una fuente preferida. «Todas reflejan el tiempo en que fueron creadas y cada época debe tener nuevas tipografías para reflejar su espíritu», explica. Sus revoluciones de diseño empezaron en papel y ha trabajado con The Guardian o The Observer, pero augura el fin de la prensa impresa: «En términos medioambientales cada vez resulta más difícil justificar la tala de árboles, la distribución… Y la gente quiere estar actualizada de forma constante. Lamento decirlo, pero en 10 o en 20 años será raro tener un periódico impreso. Sí habrá todavía espacio para revistas, porque son objetos y con ellas puedes crear algo experimental».
Ese afán por buscar lo nuevo es lo que intenta transmitir a sus alumnos del Royal College of Art de Londres, institución donde da clases y de la que fue decano hasta el año pasado. «Quiero que empiecen a tener ideas originales y sean más osados. El pensamiento creativo debería impulsarse desde una edad muy temprana. Las sociedades que lo hacen son más humanitarias, y los países donde se desarrollan la ingeniería o la ciencia suelen ser más funcionales y controlados».
A sus estudiantes también les explica cómo combinar riesgo creativo y negocios, faceta que ha desarrollado junto a firmas como Supreme, con la que el año pasado dirigió «un taller para ayudar a los jóvenes creadores a pensar en conceptos para la nueva era». A través de su compañía, Brody Associates, trabaja en todo el mundo, sin dejar de indagar nunca en «propuestas más radicales». La revista online (We Are) Vandals, apunta, es uno de esos experimentos. Porque la inquietud le guía. Neville viaja constantemente, es su refugio ante realidades como el Brexit: «Yo voté para continuar en Europa, me considero europeo. El Brexit existe porque hay un montón de gente rica que quiere conseguir todavía más dinero; no es para el pueblo, como dicen. Y tenemos un problema, porque no queda espacio en los medios para más noticias. Es algo deliberado, para frenar que la gente piense en otras cosas».
La mayor parte de sus clientes vienen de Japón, Estados Unidos o Corea del Sur, recalca que el escenario ahora es global, no particular: «Diría que el de país es un concepto anticuado. Compañías como Apple, Amazon o Facebook son los nuevos territorios globales. Creo que está comenzando el inicio del colapso del populismo; en Austria, España o Italia pierde fuerza. Y espero que eso ocurra también en el Reino Unido. Vivimos tiempos desafiantes». Para él, en este ambiente convulso, el feminismo, la lucha contra el cambio climático y el activismo LGTBQ «son los nuevos campos de batalla, las armas del cambio». Eso y mirar al futuro. Solo hay una cosa ante la que Neville siente nostalgia, el auge de la música en streaming y la menor importancia de los formatos físicos: «Echo de menos los álbumes. Eran como un lienzo en el que experimentar».