Myriam Cuatrecasas, arte esencial
Es interiorista, creadora de moda y escenógrafa. Entre el campo y la ciudad, hace lo que mejor se le da: transformar espacios y ropa sin ponerse límites.
Rebelde en una familia de referencia en la abogacía española –su hijo Jan es la cuarta generación–, Myriam Cuatrecasas heredó el espíritu artístico y bohemio de la parte materna. «Mi infancia fue muy feliz y divertida», dice. Con padres muy diferentes –él abogado y ella artista–, es la pequeña de cuatro hermanos. «Mi abuelo tenía una finca en el Maresme rodeada de bosques, con caballos, donde pasábamos largas temporadas», recuerda. Un ambiente libre que reproduce hoy en Dorotea, su casa de campo. «He sido siempre una mujer fuerte y silvestre que necesita naturaleza y ciudad al cincuenta por ...
Rebelde en una familia de referencia en la abogacía española –su hijo Jan es la cuarta generación–, Myriam Cuatrecasas heredó el espíritu artístico y bohemio de la parte materna. «Mi infancia fue muy feliz y divertida», dice. Con padres muy diferentes –él abogado y ella artista–, es la pequeña de cuatro hermanos. «Mi abuelo tenía una finca en el Maresme rodeada de bosques, con caballos, donde pasábamos largas temporadas», recuerda. Un ambiente libre que reproduce hoy en Dorotea, su casa de campo. «He sido siempre una mujer fuerte y silvestre que necesita naturaleza y ciudad al cincuenta por ciento. Aquí he recuperado cuadros y objetos de mis ancestros que mi padre –como coleccionista de arte– repudiaba, pero que a mí me encantan». No en vano es una interiorista de mirada clara, con intuición para mezclar elementos en apariencia dispares.
Dotada para trabajar en el mundo de la estética, su interés por la moda y el interiorismo se genera en ese ambiente ecléctico y cultural, acostumbrado a la ropa a medida, una tradición que en su caso tiene nombre propio: Agustina, la modista de la casa. «Me gustaba verla coser y observar a mi madre eligiendo los tejidos. También, el olor de ese cuarto, los hilos que caían o el ruido de la máquina».
La creación de Mikima, a finales de los 80, significó profesionalizar su afición con una firma de moda infantil que huía de sexismos teñidos de rosa y azul. «Incorporé el negro, que era un tabú, los bolsillos de plástico y la mezcla de materiales», explica Myriam. El local revolucionaba por entonces el concepto de típica tienda infantil, con parqué en el suelo y paredes pintadas en verde carruaje. Era un reducto de modernidad que, para Myriam, significó la entrada al fabuloso mundo del interiorismo. «Cuando estudié teatro con Albert Boadella confirmé mi sospecha de que soy malísima actriz, pero que se me daba muy bien el vestuario, la escenografía y la creación de espacios». En el año 2000 llegó La Bóbila, otra de sus iniciativas pioneras. «Creé este concepto de multiespacio en el Empordà (Girona): muebles, arte, restauración y gastronomía».
Mirage es su nueva aventura: interiorismo, escenografía y dirección de arte para cine y publicidad, con un equipo multidisciplinar al que se incorpora su hija Ariadna, arquitecta. «Lo hecho, hecho está», comenta. «Ahora toca explorar, descubrir y adaptarse. Me siento como un espíritu viejo que ha vivido muchas vidas. Siempre se aprende algo nuevo. Cada día me sorprendo y eso me gusta».
Junto a un óleo del siglo XIX del libertador de México descansan algunos ejemplares de la biblioteca familiar.
Pere Peris
Pere Peris
Abrigo de Stella Forest, botas de Ash y bolso de Joyeuse, todo de RA, una tienda de Amberes. El mueble es diseño de Myriam.
Pere Peris
Entre las marcas españolas que más le gustan a Myriam está la barcelonesa TCN, y entre las extranjeras, Jil Sander, Missoni o Paul Smith.
Pere Peris
Pere Peris
Uno de los dormitorios con prendas de Tailandia, poncho de Bruuns Bazaar –Berlín–, abrigo de Armani, zapatos de Missoni, Fly London y El Naturalista; menorquinas y botas de Camden Town.
Pere Peris
Sortija de esmeralda de su madre.
Pere Peris
Pere Peris