La estación de bomberos que se convirtió en refugio de famosos
El último proyecto de André Balazs es Chiltern Firehouse, una antigua estación de bomberos reconvertida en escondite de famosos.
Solo traspasar el umbral de Chiltern Firehouse supone un acontecimiento. Y no únicamente por la anticipación que se respira. Desde que el restaurante abrió sus puertas a principios de 2014 es prácticamente imposible reservar mesa. Al menos para el común de los mortales, porque esta antigua estación de bomberos es la dirección favorita de las celebridades. Allí es donde Mario Testino celebró su 60 cumpleaños, donde cena David Cameron con su mujer Samantha y donde Bill Clinton se arrancó a pinchar vinilos. Los paparazzi han hecho de las inmediaciones su cuartel general en Londres.
...
Solo traspasar el umbral de Chiltern Firehouse supone un acontecimiento. Y no únicamente por la anticipación que se respira. Desde que el restaurante abrió sus puertas a principios de 2014 es prácticamente imposible reservar mesa. Al menos para el común de los mortales, porque esta antigua estación de bomberos es la dirección favorita de las celebridades. Allí es donde Mario Testino celebró su 60 cumpleaños, donde cena David Cameron con su mujer Samantha y donde Bill Clinton se arrancó a pinchar vinilos. Los paparazzi han hecho de las inmediaciones su cuartel general en Londres.
Dentro, el Firehouse no decepciona. Es un sitio tan especial que parece salido de una novela de Scott Fitzgerald. Acogedor y glamuroso, sus pasillos están perfumados con esencia de humo y ambientados con una luz dorada que logra que los comensales parezcan (si cabe) más guapos. El mérito es de su dueño, el hostelero André Balazs, propietario del Chateau Marmont de Los Ángeles y The Standard y The Mercer en Nueva York. Un tipo guapo y bon vivant, exnovio de Uma Thurman y habitual de la lista de mejor vestidos. «Creamos un escenario», explica. Un proscenio donde ver y dejarse ver, con el bar «más sexy del mundo» y un restaurante de estilo neoyorquino dirigido por el chef portugués Nuno Méndes. El propio Balazs se encargó de la restauración y ampliación de este edificio victoriano, así como de supervisar hasta el último detalle, desde los interruptores vintage al uniforme de las empleadas, creado por la diseñadora Emilia Wickstead. «Empecé imaginando la historia de una familia de aristócratas ingleses que cambian su mansión en la campiña por la ciudad», comenta. Sin embargo, las 26 habitaciones –desde unos 600 euros la noche– se concibieron pensando en los bomberos que solían residir en el edificio. Como si la joven esposa de uno de ellos las hubiese decorado y se encargara de mantener la chimenea encendida y los vasos de cóctel siempre listos. Junto al teléfono hay una nota manuscrita con la frase «Marque cero para cualquier cosa».
André Balazs
Getty Images
Secretos de experto. Pero no todo se mueve en las coordenadas de lo doméstico. Es un lugar que invita a la voluptuosidad, aunque las travesuras se mantienen ocultas gracias a la indicación de evitar los móviles. Balazs nos ofrece una visita guiada por sus dominios, mostrándonos su colección de libros eróticos y desvelando escondites a los que se accede por invitación. Entre ellos, Ladder Shed –sala donde antes se guardaba la escalera para subir a los edificios, reconvertida ahora en un reservado para huéspedes–, la mesa para dos oculta tras una cortina, un espacio para fumadores al que se accede por una puerta secreta del baño o el torreón que se utilizaba para avistar incendios. No hay un menú detox. «Es decadente, es cierto. Pero también tenemos cócteles sin alcohol», responde el hotelero con media sonrisa.
Hijo de unos judíos húngaros que tras la Segunda Guerra Mundial emigraron a Suecia y posteriormente a Massachusetts, Balazs estudió Humanidades con un posgrado en Periodismo y Empresariales. Junto a su padre fundó la empresa de biotecnología Biomatrix. «De joven quería ser escultor», argumenta, «y no he perdido el gusto por crear algo de la nada». Hasta el desembarco de Balazs, el barrio londinense de Marylebone carecía de glamour de alto voltaje. Pero como sucedió con el Standard en el Meatpacking District y The Mercer en Soho de Manhattan, el hotelero ha ejercido de descubridor. «Cuando desembarcamos en Soho había dos restaurantes y ninguna tienda, ahora tenemos de vecinos a Prada, Balenciaga, Dior y Louis Vuitton», recuerda. «La esquina del Mercer es el suelo más caro de Manhattan. Sucede allí donde abrimos, porque un hotel puede ser el centro de una comunidad. Uno bueno ha de emplazarse en un vecindario», explica.
Balazs ha intentado mantener el espíritu de Chiltern Street comprando una participación en negocios de siempre, pero la popularidad de la zona insinúa que lugares como la barbería de Mario tienen los días contados. «Ralph Lauren abrirá pronto y los precios han subido un 150%. Me gusta estar rodeado de tiendas de novia o de tallas grandes, pero a los pequeños comerciantes les han ofrecido tanto por sus locales que cerrarán», comenta. Como medida disuasoria, los residentes tienen aquí mesa asegurada. Pocos pueden presumir del privilegio.