La creadora de Suma Cruz: «Me interesa lo barroco, lo abigarrado y lo alegre. Se nota en mi casa y en mis joyas»
El estilo maximalista de las piezas de Suma Cruz impregna también el refugio madrileño de su creadora. Susana Cruz nos abre las puertas de su casa, un espacio tan «rococó» como sus diseños.
Crear su propia marca siempre había estado entre los planes de Susana Cruz (Madrid, 1981). Lo logró hace 12 años, después de estudiar Historia, formarse en diseño de moda y ejercer de estilista en revistas especializadas. Fue durante esa etapa cuando detectó un nicho de mercado, los tocados para novias e invitadas, y decidió fundar Suma Cruz. «Tenía clarísimo que quería ser diseñadora, así que empecé por ahí porque sabía que podía funcionar. Si en vez de tocados hubieran estado de moda los calcetines de perlé, ...
Crear su propia marca siempre había estado entre los planes de Susana Cruz (Madrid, 1981). Lo logró hace 12 años, después de estudiar Historia, formarse en diseño de moda y ejercer de estilista en revistas especializadas. Fue durante esa etapa cuando detectó un nicho de mercado, los tocados para novias e invitadas, y decidió fundar Suma Cruz. «Tenía clarísimo que quería ser diseñadora, así que empecé por ahí porque sabía que podía funcionar. Si en vez de tocados hubieran estado de moda los calcetines de perlé, pues me hubiera puesto a hacerlos», reconoce. La marca no tardó en convertirse en referencia en el sector y fue entonces cuando se atrevió con su verdadera vocación: las joyas. Nieta de joyero, solía visitar el taller de su abuelo cuando era niña y no perdía ocasión para probarse las piezas de sus abuelas. «Siempre he sido muy rococó», concede introduciendo una definición que aparecerá varias veces a lo largo de la entrevista. Sus padres, ajenos a la esfera creativa –sociólogo y abogada– también le inculcaron el amor por el arte. «Nos llevaban a mi hermano [el pintor Manuel Cruz] y a mí a cantidad de museos cuando íbamos de viaje. Entonces los odiábamos y nos poníamos a llorar, pero ahora quiero empezar a hacerlo con mis hijos», admite.
Junto a sus tres pequeños y su marido vive en una tranquila zona residencial de Madrid, una casa donde la luz entra decidida por los amplios ventanales del salón y la decoración navideña, que permanece inmóvil más allá de las fechas de rigor, da la bienvenida desde el pequeño jardín delantero. «Llevo aquí 10 años y cada vez valoro más tener espacio para crear lo que yo llamo mis instalaciones artísticas. Soy muy teatrera y me gusta jugar con la decoración y cambiar las cosas de sitio», cuenta. Como en su joyas y tocados, de proporciones generosas y motivos tan llamativos como escarabajos o libélulas, Cruz defiende el ‘más es más’ también en su hogar. «Diseño las piezas que me gustan, lo que yo me pondría. Tengo mucha imaginación y me identifico con la protagonista de El laberinto del fauno, que vive en un mundo paralelo lleno de fantasía. Me interesa lo barroco, lo abigarrado y lo alegre. Se nota en mi casa, ¿no?», pregunta con una sonrisa permanente.
Descalza y acomodada en el mismo sofá en el que ahora rememora la anécdota, Cruz terminó de rematar el encargo más inesperado y mediático de su carrera: un bolso para la reina Letizia. «Me acuerdo que estaba aquí cosiendo y mi marido me pedía que retuviera a nuestra hija mayor porque no le dejaba limpiar la piscina. Yo le decía: ‘Tú estás limpiando, muy bien, ¡pero es que yo le estoy haciendo un bolso a la Reina!». Suma Cruz jamás había incluido bolsos en su catálogo –»ni haré más», aclara la joyera–, pero no pudo negarse a la petición de Zarzuela. «Me llamaron para pedirme una pieza que mezclara el lujo con un toque campestre para un viaje a Reino Unido. Cuando se lo puso fue un boom, me llamaron de todas las revistas». Otra de sus más célebres clientas es Tutina Santos, ex primera dama colombiana. «Es increíble que alguien que tiene acceso a todo elija una de tus joyas, pero sin duda mi mayor logro es que las compren chicas de 18 años y mujeres de 70. Que les guste la misma pieza y que a las dos les siente bien», apunta.
Tampoco es baladí la acogida de sus creaciones fuera de nuestras fronteras. Su tienda online, estrenada el pasado diciembre («antes vendíamos en el taller o por catálogo»), recibe pedidos de lugares tan diversos como Inglaterra, Estados Unidos o Chile. Su best seller son los pendientes con forma de hoja de helecho y la tendencia, sobre todo después del confinamiento, pasa por los autorregalos. «El 70% de los pedidos van acompañados por notas como: ‘Para mí porque me lo merezco’. Es algo que me encanta porque yo también soy muy de encapricharme y hacerme regalos, casi siempre de decoración», afirma. ¿La próxima adquisición? «Un crucifijo hecho a base de pequeñas calaveras del que me enamoré en una tienda de antigüedades».
Encontrarle sitio será lo de menos. Desoyendo a quienes le reprochan que su casa está demasiado recargada para mantener el orden teniendo hijos pequeños, la joyera siente debilidad por las piezas especiales y se declara una «histérica de lo bonito». «Dicen que los espacios vacíos dan tranquilidad, pero a mí me pasa lo contrario. Subir a la buhardilla es como asomarme a un abismo».
La sensación es idéntica al mirar atrás y valorar el esfuerzo de levantar una marca que ahora da trabajo a ocho joyeras. «No creo en el sueño americano. El trabajo tiene su recompensa, pero conozco a gente con talento que no ha tenido las oportunidades que he tenido yo». Cuando lanzó la firma en plena crisis de 2008, reconoce, pudo continuar el proyecto gracias al apoyo económico de sus padres y su marido. Ahora Suma Cruz atraviesa un buen momento, pero no siempre ha sido fácil. «Si me preguntas si volvería a crearla, te diría que no lo sé», confiesa la diseñadora. «La gente solo ve el camino de rosas, pero no el de espinas».