Juliette Binoche y Kristen Stewart, dos estrellas que no siguen el guión
Tener fama de alternativas y el orgullo de mantenerse al margen del ‘mainstream’ las ha convertido en cómplices en ‘Viaje a Sils Maria’, filme sobre la presión del estrellato.
Puede que en un primer vistazo no parezcan tener mucho en común. Sin embargo, tanto Juliette Binoche como Kristen Stewart rehúyen, cada una a su manera, todo lo que (se supone que) acompaña a «ser» una estrella. La francesa se ha construido una sólida identidad en la industria, siempre a una distancia prudencial de Hollywood. La estadounidense busca definirse con proyectos muy escogidos tras la fiebre de Crepúsculo. La que fue Bella Swan aún ha de lidiar con titulares sensacionalistas sobre su relación con su partenaire en la saga, Robert Pattinson, pero ta...
Puede que en un primer vistazo no parezcan tener mucho en común. Sin embargo, tanto Juliette Binoche como Kristen Stewart rehúyen, cada una a su manera, todo lo que (se supone que) acompaña a «ser» una estrella. La francesa se ha construido una sólida identidad en la industria, siempre a una distancia prudencial de Hollywood. La estadounidense busca definirse con proyectos muy escogidos tras la fiebre de Crepúsculo. La que fue Bella Swan aún ha de lidiar con titulares sensacionalistas sobre su relación con su partenaire en la saga, Robert Pattinson, pero también sobre su supuesta homosexualidad o su forma de posar. «Ser famoso puede ser muy solitario, ya que el resto de la gente deja de tratarte de manera normal», afirma. A sus 25 años, esto la convierte en idónea para dar la réplica a Binoche y aportar perspectiva a una historia sobre la angustia asociada a la fama en Viaje a Sils Maria, una película que destacó en Cannes el año pasado y que por fin se estrena en España el 12 de junio.
Kristen encarna a Valentine, la asistente de una diva en horas bajas –Maria (Juliette)–, que triunfó en sus comienzos teatrales interpretando a Sigrid, una chica ambiciosa que provoca el suicidio de una mujer madura llamada Helena. Y dos décadas después, tiene que abordar la misma obra, ahora en el papel de esta última. El director, Olivier Assayas –alabado por su biopic sobre el terrorista Chacal, Carlos–, pensó en la hierática estadounidense desde el primer momento. «Creé el papel para ella pero, honestamente, no pensé que accedería, por lo delicado del tema», dice el cineasta. El triángulo lo completa Chloë Grace Moretz (La invención de Hugo), que se mete en la piel de una neurótica estrella emergente en el filme.
Stewart, de quien ya se dice que ha dado el salto cualitativo que se esperaba de ella con este trabajo, afirma que lo aceptó atraída por «la dinámica entre ambas mujeres y por cómo esta se vuelve más intensa a medida que se van conociendo. Las líneas son difusas en esta clase de relación. No eres una madre, ni una hermana, ni siquiera una amiga real, pero en cierto modo eres todas esas cosas juntas. Y eso es muy interesante».
El director Olivier Assayas, Juliette Binoche y Kristen Stewart en Cannes.
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Trascender la pantalla
Algo de esa complicidad obligada de la ficción se trasluce en la relación real que se ha creado entre ambas intérpretes. Hace poco Kristen bromeaba en una entrevista sobre lo bien que se llevan: «Me vuelve jodidamente loca». La ironía aflora también cuando recuerda que durante el rodaje hubo veces que le costaba controlar la sonrisa. Por ejemplo, cuando su personaje es pillado por una cámara de televisión comportándose inadecuadamente. «A veces me costaba no sonrojarme dadas mis circunstancias personales, pero eso lo hizo más interesante. Valentine expresa exactamente lo que siento acerca del sinsentido que acompaña a esta industria. Y también critica la forma en que la prensa, «por el hecho de formar parte de una película, te convierte en un producto de consumo masivo y un fenómeno superficial, un proceso con el que estoy muy familiarizada», se lamenta.
Binoche, que ha fascinado a la crítica desde que encarnó en los ochenta a una superviviente de las traiciones en La insoportable levedad del ser, también asegura haber volcado mucho de sí misma en su personaje. Sin embargo, jamás ha sentido inseguridad respecto a hacerse mayor, un tema clave en la cinta. «Nunca he experimentado el impulso de aferrarme a algo sobre lo que no tenemos ningún control», dice. Fue ella quien propuso a Assayas la idea de montar una historia con tres puntos de vista femeninos. «Había trabajado con él en Las horas del verano –recuerda–, pero en aquel entonces creo que tenía miedo de las mujeres, de mí. Sentí que no conectaba conmigo como actriz y estaba muy molesta. Así que lo llamé y él lo convirtió en algo suyo».
El trabajo fue duro. El cineasta tiende a poner a todo el equipo «en el abismo de la incertidumbre», cuenta Juliette. No había ensayos, y en este hábitat resultó que Stewart se movía como pez en el agua. «Se lanza –asegura su colega–. Echa un vistazo al guión, se aprende sus frases en dos minutos, es un genio en ese sentido. Y también en entregarse al momento». ¿Tienen eso en común? «No creo que yo haya estado tan abierta –admite la protagonista de la trilogía Tres colores, de 51 años–. Hay algo auténtico en Kristen, muy accesible. Yo, a su edad, tuve que rascar todas mis ideas sobre esta profesión, me esforzaba demasiado». Seguramente no estaría de acuerdo Anthony Minghella, que la empujó al Oscar en 1997 con El paciente inglés, y quien dijo de ella: «Es como si no tuviera piel, no le cuesta llegar hasta las lágrimas y las risas».
Kristen Stewart, Juliette Binoche y Chloe Grace Moretz en Cannes.
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La estatuilla la dejó «perpleja» (creía que se la llevaría Lauren Bacall, nominada por El amor tiene dos caras) y le abrió determinadas puertas en Hollywood. Volcarse en el cine europeo fue una declaración de principios: «Nunca quise pertenecer a nada ni a nadie. Solo a mi propia independencia, retos y camino. Podría haberme mudado a EE UU e intentar tener una carrera, pero nunca fue mi objetivo», recuerda Binoche, que no quiso actuar en Parque Jurásico. «No rechacé a Spielberg –puntualiza–. Había aceptado rodar Azul con Kieslowski, así que no estaba disponible». Tampoco sucumbió a Tom Cruise y su Misión Imposible. «Quizá las películas independientes sean un reto, pero a veces, cuando peleas por algo, te pertenece aún más. Cuando todo viene en bandeja no es tan estimulante», sentencia. La excepción en su currículum es Godzilla. «Fue por mi hijo [Raphael, fruto de su relación con Andre Halle]. La vimos juntos cuando él era pequeño y me dijo: ‘Por favor, hazlo, por fin una película que puedo ver’». También tiene una hija, Hana, con el actor Benoît Magimel, y siempre se ha sentido libre de aparcar su profesión para estar con ellos. ¿Se sintió alguna vez penalizada por ello en un Hollywood sexista (como ha declarado Stewart que es aún hoy día?). «Nunca me he sentido así. Hubo un tiempo en que quise dejarlo, a los 40, pero fue mi elección. Estaba harta. No tuvo nada que ver con conseguir papeles, solo necesitaba un respiro, algo de tiempo para estar sola, con mi familia, y explorar otras áreas creativas. Lo hice y volví con energías renovadas», explica la artista, actualmente de gira internacional en teatros con Antígona de Sófocles.
A la (inevitable) pregunta de si su compañera de cartel ha aprendido de ella, Juliette contesta rotunda: «Actuar es un intercambio. No creo que enseñes nada, solo estás. Y estar y recibir y reaccionar no son decisiones conscientes. Se trata de encontrarse, observar y aprender de la otra». Bromean sobre la escena de Viaje a Sils Maria en la que los fotógrafos ignoran a la vieja gloria a causa de la joven. Binoche estalla en carcajadas cuando le preguntamos si ha vivido alguna situación similar en la realidad: «Trabajando en esta película. Dondequiera que fuésemos había chicas revoloteando alrededor de Kristen, intentando hacerse fotos o simplemente queriendo verla. No tenían ni idea de quién era yo, y eso está bien. Otras veces ocurría al revés. Si eso te molesta, tienes un serio problema».
Más allá del taquillazo
De vuelta con los riesgos del exceso de atención mediática, la norteamericana valora su trayectoria positivamente: «El éxito al principio te sobrepasa, sientes que no puedes confiar en nadie, que todos esperan que metas la pata. Y a mí no se me dan bien las apariciones públicas, prefiero dejar que el trabajo hable por sí mismo». Y cómo habla: acumula títulos tan interesantes como En la carretera o Adventureland y pronto rodará a las órdenes de Woody Allen. También la veremos en el romance de ciencia ficción Equals, que coprotagoniza Nicholas Hoult, con quien se la ha relacionado sentimentalmente.
Permanece impertérrita ante los embites de los tabloides: «La gente debería comprender que a menudo esas historias tienen muy poco de verdadero. ¿Para qué replicar? Solo consigues añadir más porquería, aunque trates de ser honesta. De igual forma que nunca he planificado mi carrera, no intento controlar la percepción que tienen los demás de mí… De hecho, no sé cómo se hace».