El verano de la ‘teletortura’: ¿las series del mal rollo son el nuevo porno televisivo?

Alcàsser, Chernóbil, Euphoria, Years and Years, Así nos ven… Los hits televisivos que ha traído el estío nos sitúan muy lejos de nuestras zonas de confort.

La oferta televisiva en la plataformas digitales no anima a pasar buenos ratos.

No son fáciles de digerir. No son ligeras. No nos hacen escapar de la monotonía con esas risas enlatadas que nos llevan a nuestra zona de confort; más bien nos horrorizan y angustian pero ahí están, dominando la conversación cultural y el interés de la crítica. Las series del mal rollo, la televisión que nos hace sentir mal, está viviendo un pico de atención histórico este verano. Todo cabe si el apocalipsis está bien tratado: distopías, docuseries de asesinatos históricos o recreaciones de catastrófres nucleares. ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

No son fáciles de digerir. No son ligeras. No nos hacen escapar de la monotonía con esas risas enlatadas que nos llevan a nuestra zona de confort; más bien nos horrorizan y angustian pero ahí están, dominando la conversación cultural y el interés de la crítica. Las series del mal rollo, la televisión que nos hace sentir mal, está viviendo un pico de atención histórico este verano. Todo cabe si el apocalipsis está bien tratado: distopías, docuseries de asesinatos históricos o recreaciones de catastrófres nucleares. La tele como vía de escape no engancha: ahora nos refugiamos en la tragedia al llegar a casa. La ficción se ha black mirrorizado: historias de pueblos oprimidos por estados totalitarios, economías colapsadas, políticos bufones que triunfan, sociedades ultraprecarizadas por el neoliberalismo o jóvenes deprimidos, influenciados por la cultura del porno machista, chavales que son diana fácil de politoxicomanías ante un entorno que poco o nada tiene que ofrecerles. Nadie se acuerda de la comedia ligera en esta deriva de consumo cultural donde no solo el hecho de ponerse al día con la sobreproducción seriéfila es angustioso de por sí, sino que, además, esta actualización como si de deberes escolares se tratara, pasa, precisamente, por enfrentarnos a un hastío existencial sin espacio para la esperanza.

Emma Thompson como Vivienne Rook, líder populista, en ‘Years and Years’ (HBO España).
Fotograma de ‘Así nos ven’ (Netflix)Netflix

Pongámonos en situación: la resaca del fenómeno Juego de Tronos se superó con altas dosis de crudeza gracias a la rendición unánime que ha provocado Chernobyl (HBO). Years and Years (HBO) y una Emma Thompson genialmente terrorífica en el papel de política populista pasadísima de revoluciones incrementa nuestra paranoia política ante un futuro poco dado a la esperanza. La ración de true crime español llegó con El caso Alcàsser (Netflix) para que toda una generación de mujeres rememorase el origen de esa narrativa aleccionadora sobre las conductas femeninas que marcó su paso a la vida adulta. Cuando creíamos que el mal cuerpo televisivo había tocado fondo llegó Así nos ven (Netflix), la miniserie de Ava Duvernay sobre la historia real de los cinco de Central Park, cinco chavales que fueron encarcelados erróneamente durante más de una década acusados violar y desfigurar a una mujer que salió a correr hasta que el verdadero culpable confesó en 2012. El caso sacudió Nueva York, un análisis moral que bordaría Joan Didion, y en la recreación televisiva los escalofríos nos invaden en los primeros 20 minutos con el explícito acoso policial sobre unos críos de Harlem atemorizados. Tras el regreso a Gilead en la tercera temporada de El cuento de la criada –en un un tono menos asfixiante que en una segunda tanda de capítulos muy cuestionados–, parecía que el verano televisivo no podía ponerse más apocalíptico y socialmente cenizo, pero fue entonces cuando llegó Euphoria, la serie de Sam Levinson con Zendaya como protagonista que convierte al Kids de Larry Clark en una precuela nostálgica de lo que estaba por venir con la generación Z y Skins en un serie algo básica.

Rebecca Nicholson recordaba en The Guardian recientemente que la emisión de Así nos ven y Chernobyl ha provocado consecuencias: Rusia está produciendo una serie más patriótica sobre el accidente nuclear y desde la emisión de la serie de Duvernay, todos aquellos implicados en el caso de los cinco de Central Park han dimitido de sus trabajos o han sido despedidos. «Quizá esta es la razón por la que los espectadores están dispuestos a enfrentarse a una televisión que les deja claro que será algo difícil de digerir», apunta respecto a estas recreaciones de hechos reales. Pero, ¿qué pasa con esas otras series, ficciones, que dominan el interés de ese termómetro que son las redes? Una de los signos que Kathryn VanArendonk dio para reconocer a «una serie de prestigio» era que «no solo no es divertida, es deprimente». Es decir, el desdén hacia las comedias o series más ligeras con toques de folletín –despreciadas a esa etiqueta de «placer culpable»– derivó en un encumbramiento televisivo de las series de apariencia más sesudas y solemnes en la cacareada edad de oro de la televisión. «¿Lo que acabas de ver te ha hecho sentir simple, abierto y feliz? ¿Te ha animado? ¿Te ha hecho estar encantado con la condición humana? Sí, eso no es televisión de prestigio», lamentaba respecto a esa tendencia a no respetar la comedia sin drama complejo de por medio. Tras un invierno en el que Veep, Fleabag o Better Things han servido como vía de escape, el verano, a excepción de las de Monterrey en Big Little Lies, empieza fuerte con una televisión que nos invita, directamente, a cortarnos las venas sin dejar de mirar la pantalla.

Hunter Schafer y Zendaya en un fotograma de Euphoria (HBO)HBO

Archivado En