Cómo se creó el espectacular vestuario del musical ‘Anastasia’
Acaba de llegar a Madrid directo desde Broadway, con 125 trajes de época que recrean el esplendor de los Romanov, la austeridad de la Rusia bolchevique y la bohemia de la Belle Époque parisina.
Para Jana Gómez volver a pisar las tablas del Teatro Coliseum, donde debutó encarnando a Chip en La Bella y la Bestia cuando solo tenía 10 años, es «muy emocionante, porque ese escenario está lleno de recuerdos». Ahora, a los 21, afronta el primer gran reto de su carrera: ser la protagonista de Anastasia, el musical que acaba de llegar directo desde Broadway –donde se estrenó en 2017– a la Gran Vía madrileña. Sobre el escenario Jana se transforma en Anya, supuestamente la hija pequeña del último zar...
Para Jana Gómez volver a pisar las tablas del Teatro Coliseum, donde debutó encarnando a Chip en La Bella y la Bestia cuando solo tenía 10 años, es «muy emocionante, porque ese escenario está lleno de recuerdos». Ahora, a los 21, afronta el primer gran reto de su carrera: ser la protagonista de Anastasia, el musical que acaba de llegar directo desde Broadway –donde se estrenó en 2017– a la Gran Vía madrileña. Sobre el escenario Jana se transforma en Anya, supuestamente la hija pequeña del último zar ruso, que escapa de la revolución de 1917 y se refugia en el París bohemio, donde descubre su verdadero origen. Esa es la leyenda que inspiró la película de animación Anastasia (1997) y antes, en 1956, el filme homónimo protagonizado por Ingrid Bergman y Yul Brynner.
Ambas cintas sirvieron de guía a Terrence McNally (con cuatro premios Tony a sus espaldas) para escribir el libreto y a la directora de vestuario, Linda Cho (premiada con un Tony por su trabajo en A Gentleman’s Guide to Love and Murder, en 2014, y nominada en la última edición de los premios por Anastasia), para crear los 125 modelos que los actores lucen durante la obra. Recién llegada de Nueva York, y con una semana de pruebas de vestuario por delante, la figurinista asegura que «enfrentarse a un espectáculo con trajes de época es difícil, por lo que hay que consultar muchas fuentes: películas, libros de historia, exposiciones de vestimenta…». En esta ocasión, además, el archivo fotográfico personal del zar Nicolás II fue un gran apoyo: «Era un entusiasta temprano de la fotografía. Retrataba a su familia, y muchas de esas fotos están pintadas a mano del color favorito de la zarina, el lavanda, y eso nos dio una pista sobre los tonos que íbamos a utilizar en escena». Encontró otra de sus referencias en el arte; en concreto, los cuadros de Gustav Klimt y Otto Dix: «Cuando tengo una gran escena con mucha gente uso una pintura para definir su paleta de colores. Klimt me dio el ambiente que he utilizado en el baile y Dix me sirvió para dar un aire extraño y decadente a otras partes del montaje».
Para Cho, «la ropa crea perfiles psicológicos, cuenta cómo se siente ese personaje, le hace moverse de una forma concreta…». En el musical ella prefiere no ceñirse a los detalles históricos, adaptar los trajes de antaño al ojo contemporáneo, «porque las siluetas de otras épocas a veces no resultan atractivas hoy en día y hay que recurrir al engaño para que todo tenga sentido para la audiencia actual». Antes de diseñar, Cho estudió Psicología y dice que esa base «fue una gran preparación para trabajar con actores y reforzar su nivel de confianza con la indumentaria». Lo principal, según ella, es «contar historias con la ropa; en Anastasia ella pasa de ser una barrendera callejera a una princesa y esa evolución la ves en los colores y en lo que lleva puesto».
Jana Gómez confirma que el vestuario es fundamental: «Primero me probé las ropas que llevo en el primer acto, más humildes, cuando Anya acaba de salir del orfanato, y vive en la Rusia soviética, y esas prendas me hacían moverme de una determinada manera. Luego, al ponerme el vestido rojo, el último que luzco en la función, mi actitud es otra, me obliga a estar muy erguida, a sentirme una princesa, sirve para manifestar el cambio que experimenta el personaje». Gómez se confiesa «una apasionada del género musical», dice que lo lleva en la sangre: «Mi padre es actor y mi madre bailarina, cuando tenía dos años él estaba haciendo Grease y ella Chicago, esos fueron los primeros que vi». Su producción favorita es Los miserables, pero cree que es importante «compaginar los grandes formatos con el riesgo, obras más contemporáneas», como Casi normales (que habla sobre la enfermedad mental), en la que participó el año pasado junto a Nina. «Me encantaría llegar a Broadway algún día. Con Anastasia me he sentido muy cerca, viajé a Nueva York, donde conocí a Christy Altomare, la protagonista allí, y me dijo que después de un año estaba tan agradecida como si le acabaran de dar el papel. Ese es mi reto ahora».