Caitlin Moran: «Me llamaron ‘macho’ por hablar de la masturbación femenina»

Si le dicen «bocazas», seguramente contestará: «Gracias». Esta británica ha convertido su último libro, un tratado para la mujer, en un superventas a base de chistes, anécdotas y respuestas para todo.

Es la mayor de ocho hermanos, criados por padres hippies en una vivienda de protección oficial de Wolverhampton (Inglaterra). Dejó la escuela a los 11 años para ser educada en casa, y a los 18 ya presentaba un programa de televisión y tenía su columna en The Times, que aún escribe. A pesar de haber tenido una vida tan poco convencional, Caitlin Moran decidió usar sus propias experiencias como hilo conductor de un libro que ha tenido un éxito descomunal en Gran Bretaña y Estados Unidos y que lo deja todo bastante claro en el título: Cómo ser mujer (Anagrama).
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Es la mayor de ocho hermanos, criados por padres hippies en una vivienda de protección oficial de Wolverhampton (Inglaterra). Dejó la escuela a los 11 años para ser educada en casa, y a los 18 ya presentaba un programa de televisión y tenía su columna en The Times, que aún escribe. A pesar de haber tenido una vida tan poco convencional, Caitlin Moran decidió usar sus propias experiencias como hilo conductor de un libro que ha tenido un éxito descomunal en Gran Bretaña y Estados Unidos y que lo deja todo bastante claro en el título: Cómo ser mujer (Anagrama).

Distribuido en capítulos con exclamaciones (¡Tengo la regla!, ¡Soy peluda!, ¡Soy feminista!) y sin ellas (Aborto), ha conseguido, según proclama la propia autora, «que las chicas que llevan eyeliner hablen de masturbación y feminismo».

Creo que está adaptando al cine su propio libro. ¿Quién quiere que la interprete?

Mi primera opción es Dustin Hoffman, como en Tootsie. Porque, básicamente, las preocupaciones de una mujer hoy en día son como las de una drag queen, yendo arriba y abajo con maquillaje y tacones. ¡Siempre es chocante ver cómo les sorprende a los hombres lo que tenemos que hacer a diario!

¿Puedo golpearle con una cita deprimente? Solo el 1,7% de españoles se define como feminista.

¿Está segura de que no es una errata? Es chocante. En EE UU cuando les decía que solo era el 40% de las mujeres, la gente pensaba que era muy bajo. El problema es que, en los últimos 40 años, las únicas chicas que se han llamado a sí mismas feministas son académicas muy enfadadas, pero no es un problema de la Academia, sino de la cultura popular. Cada fotógrafa, cantante y actriz de ahí fuera debe definirse como feminista porque es la única palabra que tenemos que significa «mujeres iguales a los hombres». Si quieres que no te llamen feminista, entonces, vale: no tengas educación, no tengas un trabajo, o déjalo cuando te cases, admite que si te violan no se considerará un crimen y devuelve tu derecho al voto.

¿Qué pasa con todas las jóvenes estrellas del pop que rechazan el término?

Ah, ojalá tuviera más tiempo para entrevistar a cada una de ellas y explicarles de qué va el feminismo.

En su libro critica cosas como los tacones o la depilación brasileña. ¿No están las mujeres en su derecho a afeitarse el pubis? 

Sí, pero ¿no es raro que todos tengan la misma idea de lo que es bello? Estoy a favor de que cada persona haga lo que quiera. Si David Bowie podía andar por ahí con un vestido y maquillaje, también nosotras podemos tener pelo. Pero tendría que haber una definición más amplia de lo que es normal.

Se ha hablado mucho del capítulo en el que cuenta su aborto, después de tener dos niñas, como algo no necesariamente traumático. ¿Por qué era importante hablar desde su experiencia?

Una de cada tres mujeres pasará por un aborto y aun así es una cosa de la que apenas se ha escrito, y menos en primera persona. Casi todas las respuestas que recibí fueron positivas. La mejor, la de un exmilitar católico de 80 años. Me dijo que había cambiado totalmente su opinión al respecto.

Debido al éxito de su libro, se ha convertido en una especie de portavoz de las mujeres y algunos critican todo lo que hace. La llamaron «racista» por defender a Lena Dunham, que solo tiene personajes blancos en su serie.

Fueron dos días horribles, es lo peor que te pueden llamar. Todo lo que escribo está relacionado con la inclusión. Rompí mi regla contestando a alguien en Twitter, un día que tenía resaca y estaba enfadada, y pagué el precio. La columna que he escrito esta semana trata sobre cómo en el momento en el que una mujer feminista empieza a tener un poco de éxito se le pide que lo arregle todo.

Como le pasó a Sheryl Sandberg.

¡Exacto! Hablo de ella y de Beyoncé. La misma mujer no puede arreglar la circuncisión femenina, los derechos transexuales, la brecha salarial… Es suficiente con que cada una haga lo suyo.

Aun así, el sector que más se le resiste seguramente es el de los hombres de mediana edad. ¡Martin Amis dijo de usted que era «más macho que los machos»!

Fue en respuesta a una columna en la que hablaba de masturbación. ¿Perdón?, ¿soy un tío porque hablo de tocar mis genitales? Es un escritor increíble pero, igual que Christopher Hitchens, cree que las mujeres no pueden ser graciosas. ¡Qué falta de modales! Les están diciendo a sus esposas y a sus amigas que se aburren a muerte con ellas.

Esa columna, por cierto, iba sobre Cincuenta sombras de Grey. ¿Qué opina del fenómeno?

Ha habido muchos intentos de abrir un debate sobre las mujeres y la pornografía, y ella [E.L. James] por lo menos lo ha conseguido. Ha hecho que la gente sea más sincera sobre lo que le excita. Aun así, está extremadamente mal escrito. Yo contaba eso en mi diario cuando tenía 13 años. Creo que la autora no ha hablado sobre lo que a ella le pone. En el libro que escribo ahora intento ser muy franca sobre las cosas rarísimas que te excitan cuando eres adolescente.

Dice que las mujeres que se venden al sexismo son como «la Francia de Vichy». Déme nombres.

Rihanna, por ejemplo. Es guapa y carismática, pero no se le permite ser otra cosa que sexy. Debe creer que, si no, no es interesante. Es como el miedo a envejecer. No lo entiendo. Me muero de ganas de ser anciana para sentarme en el sofá con un sándwich de queso y un montón de DVD.

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