Ana Escobar, detalles de buen gusto
Para la hija del marqués de Valdeiglesias y dueña de una agencia de comunicación gastronómica, la elegancia funcional es mucho más que su estilo, es su forma de vida.
Para Ana Escobar la eliminación de barreras, más que una obsesión, es una necesidad. No podía ser de otra forma tratándose de la Presidenta ejecutiva de Acción y Comunicación, la agencia de prensa especializada en gastronomía más importante de nuestro país. Una empresa enfocada a conseguir que la información fluya sin obstáculos entre clientes y medios con la misma naturalidad que los invitados se mueven en casa de su fundadora, un impresionante piso diáfano de 170 metros cuadrados en el noroeste de Madrid al que llegó hace ocho años. «Me gustan los espacios abiertos, que la gente se sienta ...
Para Ana Escobar la eliminación de barreras, más que una obsesión, es una necesidad. No podía ser de otra forma tratándose de la Presidenta ejecutiva de Acción y Comunicación, la agencia de prensa especializada en gastronomía más importante de nuestro país. Una empresa enfocada a conseguir que la información fluya sin obstáculos entre clientes y medios con la misma naturalidad que los invitados se mueven en casa de su fundadora, un impresionante piso diáfano de 170 metros cuadrados en el noroeste de Madrid al que llegó hace ocho años. «Me gustan los espacios abiertos, que la gente se sienta cómoda y, sobre todo, que la casa esté a mi servicio, no al revés».
De ahí que en este hogar la decoración sea minimalista, las puertas y los tabiques casi una excepción y la cocina, integrada en un salón en el que destaca un gran formato de Cáceres+Miranda, el centro de reunión de largas veladas. Una reforma integral obra de Ignacio García de Vinuesa, amigo personal de Ana. «Yo le dejé las llaves para que comenzaran las obras y, ocho meses después, me entregó la casa terminada con todo puesto. Habrá quien piense que no hay nada personal en tener una casa de interiorista, pero es que para mí Nacho no es un decorador, sino un amigo que me conoce muchísimo y que ha sabido reflejar con su trabajo mi personalidad». Tanto es así que, menos una escultura de un pato rosa regalo del artista dEmo, nada ha cambiado desde entonces. Algo en lo que también tiene mucho que ver el carácter de la propietaria. «No colecciono nada, me gusta vivir el presente, así que procuro no acumular cosas que en el futuro me puedan producir nostalgia».
Máxima que, por supuesto, también se aplica a su armario. «Tengo como norma no comprar más perchas, por lo que si se me antoja algo nuevo tengo que sacar del armario alguna prenda». Su estilo también está adaptado a su trabajo, que le exige encajar sin esfuerzo, en el mismo día, tanto reuniones con clientes como fiestas de gala. Por eso, vestidos largos de Prada, Purificación García o Etro –«me fascina»–, tacones de Jimmy Choo y dos docenas de bailarinas Pretty Ballerinas dominan su vestidor junto a algún capricho de prêt-à-porter de Sybilla.
Entre todo, dos fetiches: unas zapatillas Converse que ha llegado a combinar con trajes de chaqueta, y un bolso de Bottega Veneta que compró en Nueva York hace tres años tras correr la maratón junto al chef Paco Roncero y que guarda, además de por el valor sentimental, porque sabe que algún día lo usará su hija. Sin embargo, más allá de las grandes marcas, la verdadera pasión de Ana Escobar es la ropa deportiva. «Todos los días me levanto a las 6.45 h para ir al gimnasio antes de trabajar. Podré asistir a infinidad de fiestas por trabajo, pero a mí lo que verdaderamente me divierte es el fin de semana ponerme unas zapatillas y salir con mi bici, que es el accesorio que realmente me representa».
En su vestidor, ropa y accesorios que sirven tanto para jornadas de trabajo como para eventos nocturnos.
Germán Sáiz
En el dormitorio predominan el blanco y los toques étnicos.
Germán Sáiz
Su iPhone, un bolso de Bottega Veneta, un reloj Cartier antiguo y un recetario de su madre
Germán Sáiz
Las bailarinas son uno de sus básicos.
Germán Sáiz