Alvarno: vivir en un lienzo en blanco

Tras su paso por McQueen, Fendi y Lagerfeld Gallery, Arnaud Maillard y Álvaro Castejón decidieron fundar su propia firma. Su casa es también su sede.

Germán Sáiz

Los secretos que guarda su colección de arte no invaden ni su memoria ni su vista, están perfectamente colocados a ras del suelo. «Es nuestra forma de mantener la mente despejada para crear», afirma Álvaro Castejón, el 50% de la pareja creativa que compone Alvarno junto a Arnaud Maillard. La vivienda de los diseñadores, de 100 metros cuadrados, fue concebida como un estudio para un pintor, «pero al verlo todo tan blanco y pensar en cuánto lo mancharía, decidió buscar otro lugar», recuerda Álvaro.

de la mañana Arnaud Maillard y Álvaro organizan el día en la mesa del co...

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Los secretos que guarda su colección de arte no invaden ni su memoria ni su vista, están perfectamente colocados a ras del suelo. «Es nuestra forma de mantener la mente despejada para crear», afirma Álvaro Castejón, el 50% de la pareja creativa que compone Alvarno junto a Arnaud Maillard. La vivienda de los diseñadores, de 100 metros cuadrados, fue concebida como un estudio para un pintor, «pero al verlo todo tan blanco y pensar en cuánto lo mancharía, decidió buscar otro lugar», recuerda Álvaro.

de la mañana Arnaud Maillard y Álvaro organizan el día en la mesa del comedor.

Germán Sáiz

El apartamento, de estilo loft, está compuesto por solo dos espacios: un gran salón con una puerta corredera que da a un único dormitorio. Desde las ventanas se observa el reloj del mítico edificio de Telefónica de la Gran Vía madrileña. «La casa se encuentra en el barrio del Triball. Es una zona en la que los burdeles han sido reemplazados por tiendas de diseño y restaurantes, pero todavía guarda vestigios de ese pasado», asegura Arnaud.

Dentro de la casa reina el blanco y el silencio. En cada rincón aparece un detalle de sus etapas profesionales en firmas como McQueen, Oscar de la Renta, Fendi –en el caso de Álvaro– y, sobre todo, Lagerfeld Gallery, empresa en la que se conocieron. Ahora otra maison se ha sumado a este diario de experiencias, la suya propia, que con solo cuatro colecciones ha conseguido estar presente en España, Emiratos Árabes, Francia y Alemania.

La vidriera art déco da la bienvenida al estudio de los diseñadores.

Germán Sáiz

La pareja de diseñadores cierra la puerta corredera del dormitorio, blanca como todas las paredes, y la vivienda se reduce a su gran salón que se transforma en su cuartel de maniobras. La cocina de obra, con un gran banco de cristal, es el mostrador donde comprobar los tejidos. La zona de comedor – un rincón compuesto por una mesa de laca blanca, de Moderne Nature, y dos sillas danesas de los años 50, de madera y cuero, herencia de un tío de Álvaro– se convierte en oficina. Este espacio está presidido por dos grandes estanterías negras y un espejo en el mismo tono que trajeron de su casa de París. Tras este se esconde una fotografía firmada por el director creativo de Chanel. «Se ha roto el cristal y para que no se deteriore la tenemos escondida», afirma Arnaud mientras la muestra. La relación entre Maillard y Karl duró tres felices lustros que finalizaron en un juicio por despido improcedente; el káiser fue derrotado, de ahí que prefiera esconder las fotos de moda.

Las sillas Barcelona son obra de Mies Van der Rohe y originales de la década de los años 50.

Germán Sáiz

En cambio Arnaud sí disfruta de las imágenes de arquitectura que Lagerfeld les regaló, como esta que aguarda un nuevo cristal y que se corresponde con una fecha muy señalada en su vida. «Son fotografías de la villa Noailles de Hyères (Francia). Era noviembre y preparábamos la sesión del catálogo del invierno 94-95. El día 23 celebraba mi 24 cumpleaños y Karl me regaló un Rolex. No quise aceptarlo y él mismo abrió la caja y me lo puso sentenciando: “Ya tienes edad para tener un reloj así”». Con este gesto el equipo presente en la sesión entendió que el joven diseñador entraba a formar parte de la familia Lagerfeld, «los mismos que no volvieron a contactar conmigo tras mi despido».

Baúl de Louis Vuitton, malletier de la década de los 20, adquirido en una subasta de Drouot.

Germán Sáiz

Junto a la mesa con ordenadores, y solo separada por un pilar de carga flanqueado por dos sillas Barcelona que compraron en una subasta de Drouot, se encuentra su zona de descanso, con dos enormes sofás blancos y mesas auxiliares. Sobre una de ellas descansa un molde de madera que la casa sombrerera Maison Michel (propiedad de Chanel) realizó para la colección del desfile otoño invierno 93-94 de Lagerfeld Gallery. En aquella pasarela desfilaron Claudia Schiffer, Carla Bruni y Kristen McMenamy. Un antiguo baúl de Louis Vuitton ha sido reconvertido en mesa para el televisor. Esta pieza pertenece a la boutique vintage Le Fabourg, especializada en alta costura, que Arnaud regentaba en Madrid y que contaba con Penélope Cruz entre sus clientas.

En este maniquí de sastrería se clavó con un alfiler un retrato de Andy Warhol con la frase «good business is the best art» (un buen negocio es el mejor arte).

Germán Sáiz

Estos sofás apenas los utilizan, todo lo contrario que sus dos escritorios, donde esbozan sus diseños y que parecen enmarcados por una librería que acoge sus tesoros: imágenes únicas tomadas por Lagerfeld como el Arco del Triunfo en azul Klein, realizado para Interview Magazine, o un dibujo de un conejo que creó para Marie Claire Francia, además de piezas únicas como su colección de la revista Visionaire con ediciones de Fendi y Tom Ford, unas gafas de baquelita de Lanvin de 1968 o un cofre de galuchat de Hermès.

«Muchos diseñadores nos dicen que no deberíamos hablar tanto del pasado. Pero es nuestra vida; es lo que somos. En ocasiones, creo que España se escribe con E de envidia», concluye Arnaud.

Un diseño de Alvarno para Smoda

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