‘Criadas y señoras’ y otras pelis de la última década que no serían posibles ahora
Ganaron Oscars, recibieron aplausos de la crítica y hoy, apenas unos años después, se ven como racistas, homófobas o transfóbicas.
The New York Times entrevistó esta semana a Viola Davis y le hizo la clásica pregunta sobre qué papeles rechazó pero desearía haber aceptado. “Todavía una pregunta mejor: cuáles he hecho y me arrepiento”, dijo Davis, autointerrogándose, como si tuviera ganas de hacer esa confesión en este momento exacto (y en el medio adecuado). Entonces aclaró a cuál se refería: ...
The New York Times entrevistó esta semana a Viola Davis y le hizo la clásica pregunta sobre qué papeles rechazó pero desearía haber aceptado. “Todavía una pregunta mejor: cuáles he hecho y me arrepiento”, dijo Davis, autointerrogándose, como si tuviera ganas de hacer esa confesión en este momento exacto (y en el medio adecuado). Entonces aclaró a cuál se refería: “Me he arrepentido de algunos papeles. Y Criadas y señoras está en esa lista (…) Al fin y al cabo, las voces de las criadas no se escuchaban. Conozco a Abileen[su personaje] . Conozco a Minny. Son mi abuela. Son mi madre. Y sé que si toda la premisa de tu película es ‘quiero saber cómo era criar a los niños de los blancos en 1963’, necesito escuchar cómo te sentías. Y eso no se escucha en toda la película”.
Davis, que salva de la quema al director Tate Taylor y a todas las actrices que participan en la película, entre ellas Octavia Spencer y Emma Stone, se desliga así de la película que protagonizó en 2011 y que le valió una nominación al Oscar, y se suma a las voces que hicieron de ese filme, casi inmediatamente tras su estreno, un emblema de “la narrativa del salvador blanco”. Se llama así a los relatos bienintencionados pero finalmente racistas en los que un personaje blanco con corazón de oro redime a una minoría de una situación opresiva y se lleva todo el protagonismo y los aplausos. En este caso, el personaje de Emma Stone, una chica criada por empleadas domésticas afroamericanas que se rebela (un poquito) ante la situación que viven en Mississipi en los años 60. Roxane Gay explicó en un artículo que se incluye dentro de su libro Mala feminista (Capitán Swing) por qué a su entender Criadas y señoras es “emocionalmente manipuladora”: “aprovecha cada oportunidad que tiene para abrir en canal el corazón del espectador con escenas sobre segregación racial que sufrieron los afroamericanos”. Según Gay, la película, y el libro en el que está basado, abonan otro mito pernicioso, el del “negro mágico”, cuando un negro utiliza su extrema bondad y sabiduría para mejorar la vida de los blancos que le rodean.
Tras las palabras de Viola Davis, han vuelto a llover las críticas sobre una película de hace solo siete años, y de la que la periodista Melissa Harris-Perry dijo que “reduce el racismo violento, el sexismo y la explotación laboral a una pelea de gatas que se puede ganar con un poco de desparpajo”. Entre las más significativas está la de la directora Ava duVernay (Selma), que trabajó como publicista para Criadas y señoras y dejó su trabajo precisamente por los mismos motivos que Davis. “Abandoné las relaciones públicas. Ese filme me empujó a hacer mis propias propias películas. Espero que le pase lo mismo a otros”, declara ahora en un tuit.
El episodio pone en evidencia que Hollywood y la cultura mainstream están recibiendo una sacudida fundamental en poco tiempo. Aunque estar woke (políticamente alerta) tiene mucho de performativo, como ha denunciado también la propia Gay, lo cierto es que hay decenas de películas que hoy sencillamente no serían posibles, porque en algún momento del proceso alguien levantaría la mano y diría: “oye, que nos van a crujir en Twitter y en los medios”. A continuación, una lista especulativa de películas de la última década que seguramente no verían la luz en 2018, como la propia Criadas y señoras. O lo harían con cambios sustantivos.
Aloha (2015).
No está claro si Cameron Crowe repetiría hoy su película peor acogida por la crítica y la taquilla pero lo que sí es seguro es que no escogería a Emma Stone para hacer de Alison Ng, un personaje de origen hawaiano y chino. El caso suele citarse siempre que se habla de whitewashing (blanqueamiento) en la industria del espectáculo y de la infrarrepresentación de, en este caso, los asiáticos. Crowe se disculpó en su día con “todos aquellos que sintieron que el casting era equivocado o raro” y Stone admitió haber sido “víctima de muchas bromas” por un papel que le sirvió para “aprender a un nivel macro sobre la absurda historia del blanqueamiento en Hollywood”, según dijo. Al margen del papel de Stone la película pintaba un Hawai casi 100% blanco, cuando en realidad sólo hay un 30% de caucásicos en las islas, como denunció la asociación MANAA, por el avance de los asiático-americanos en los medios. La entidad citó Aloha como una más entre una colección de películas que “utilizan Hawai como un escenario exótico” de sus tramas sin reflejar su realidad. Otras señaladas: Los descendientes, Pearl Harbor, 50 primeras citas y Blue Crush.
Resacón 2. ¡Ahora en Tailandia! (2011)
Es más que posible que toda la trilogía sobre una pandilla de hombres blancos de clase media alta que se dan un fiestón antes de sentar la cabeza (con mujeres silentes y sonrientes) se recibiera hoy en algún estudio con las cejas más arqueadas o directamente con un “ahora no, gracias, no está el clima cultural para esto”. Pero lo que no pasaría sin escándalo es el guión de la segunda entrega, un ejemplo de manual de la clásica trama “americanos en el mundo” en la que “el mundo” es un lugar hostil lleno de gente tonta que ni siente ni padece. Situar la acción en Tailandia permitió a los guionistas reciclar una serie de estereotipos sobre asiáticos, desde el monje budista que se lía a palos con la pandilla a la policía incompetente. La parte que se entendería peor hoy, cuando la visibilidad y el discurso a lo trans se han afinado en el mainstream, es la que tiene que ver con una prostituta transexual. El viejo chiste que responde a la fórmula “¿adivina qué? La que parecía un pibón en realidad tiene pene, ergo X, que se acostó con ella es gay. ¡GAY!” nunca deja de hacer gracia en según qué foros. Cuando se descubre que Stu (Ed Helms) practicó sexo con una transexual y le gustó, Phil (Bradley Cooper), el personaje pensado para que el público se identifique con él (el que no es raro) le consuela diciéndole: “Olvídalo. Se pasará”. Vuelve al armario, Stu, y correremos un tupido velo.
Dale duro (2015).
Hablando de chistes que nunca envejecen lo suficiente como para morir y no volver jamás: las duchas, las cárceles, el jabón, etcétera. Por supuesto, hay infinitas variantes sobre esto en esta comedia con Will Ferrell y Kevin Hart cuya premisa ya era como para taparse los ojos con las manos: un delincuente de guante blanco recibe una sentencia de cárcel y contrata a un tipo de la calle (adivinen de qué color es la piel de cada uno) para que le enseñe a defenderse en prisión. Si el concepto ya auguraba racismo y homofobia, el resultado final fue probablemente peor. Variety dijo que contenía “el humor homófobo más feo que se recuerde en una película reciente”.
La saga Crepúsculo. (2008-2012).
Resulta llamativo lo mal que ha envejecido la adaptación de los libros vampíricos de Stephenie Meyer y a la vista está que las sagas de jóvenes adultos que le han sucedido (Los juegos del hambre, Divergente) y los productos para ese segmento de edad que se estrenan, sobre todo en Netflix, han ido en una dirección completamente contraria. Está claro que en Crepúsculo el empoderamiento femenino no es una prioridad. Bella se define sólo por su relación con los personajes masculinos y está dispuesta a sacrificarse por ellos mientras que Edward exhibe comportamiento de acosador. Algo que, por supuesto, notaron muchos críticos en su día pero que hoy probablemente hubiera podido corregirse en fase de pre-producción.
Gran Torino (2009)
Cuando se estrenó Tres anuncios en las afueras el año pasado y la película empezó el clásico circuito que empieza en los festivales de prestigio (en este caso, Venecia y Toronto) y termina en los Oscar, enseguida hubo voces que advirtieron de un pequeño problema: la película glorificaba la redención de un racista. Lo mismo puede decirse del filme de Clint Eastwood, que encandiló a una gran parte de la crítica, sobre todo en España, dónde Eastwood siempre ha tenido una base de irredentos. Algunas voces disidentes, como Racism Review, ya señalaron que todos los personajes de la comunidad Hmong, los vecinos de Kowalski (el personaje de Eastwood en la película) encajan o bien con el estereotipo de “peligro amarillo” (despiadados, inhumanos) o con el de la dócil “minoría modelo” que se adjudica de rutina a los asiáticos. Cuando Kowalski toma bajo su protección a su vecino hmnong, Thao, le inicia en la masculinidad enseñándole a intercambiar insultos racistas en la barbería. Al final, Eastwood actúa como “Mesías blanco” que salva a la comunidad de su propia ineptitud/villanía. Eastwood, que no está para mucha reforma, probablemente haría la misma película en 2018, pero la recepción sería distinta.
Dallas Buyers Club (2013).
Una variante sobre “la película sobre el racismo en el que el protagonista es blanco” es la “película sobre un asunto LGTBQ en la que el protagonista es hetero”. Ejemplo 1: Stonewall (2015), la película de Roland Emmerich que fue justamente machacada por la crítica. Ejemplo 2: Dallas Buyers Club, otro vehículo para Oscars. La idea era crear un arco narrativo de redención para un homófobo aquejado de VIH, interpretado por Matthew McConaughey. En realidad, el auténtico Ron Woodroof era bisexual, según un amigo suyo y ex presidente de la Dallas Gay Alliance. Lo más problemático de la película fue la elección de Jared Leto para interpretar a una transexual y el personaje mismo que interpreta. Críticos como Steve Freiss en Time denunciaron que premiar ese papel (como de hecho sucedió: Leto ganó el Oscar al Mejor actor secundario) era como cuando Hollywood premió a Hattie McDaniel por hacer de Mammy en Lo que el viento se llevó, un estereotipo de la mujer negra servil sin emociones propias. Freiss vio venir que ese premio muy pronto se vería obsoleto: “Dentro de no mucho –desde luego no llevará décadas, dado el ritmo de progreso en materia de identidad y sexualidad– la interpretación de Leto como la deslenguada, trágico-pero-tonta Rayon pertenecerá al panteón del deshonor junto a la Mammy de McDaniel. Será otro momento e el que los liberales de Hollywood, tanto en la industria como en los medios, demostraron lo poco que entienden o empatizan con las vidas de la minoría que se imaginan que están honrando”, escribió en febrero de 2014.