La biodiversidad como tendencia
Esta primavera, los sistemas naturales y sus organismos vivos se rebelan por tierra, mar y aire sobre las pasarelas.
Esta temporada la primavera no viene tan obvia como para quedarse en un buqué de flores o un inánime bodegón de frutas y hortalizas; los elementos de la naturaleza se revelan más agrestes que nunca y son los ecosistemas -terrestres, marinos o aéreos-, hábitat de las más variadas especies animales y vegetales, los que se perfilan como paisaje de moda en detrimento de parques, jardines ...
Esta temporada la primavera no viene tan obvia como para quedarse en un buqué de flores o un inánime bodegón de frutas y hortalizas; los elementos de la naturaleza se revelan más agrestes que nunca y son los ecosistemas -terrestres, marinos o aéreos-, hábitat de las más variadas especies animales y vegetales, los que se perfilan como paisaje de moda en detrimento de parques, jardines o lindos gatitos.
Todo empezó con las colecciones Crucero 2012 y su unánime inspiración en la fauna y flora hawaianas, de ahí los diseñadores han pasado a la jungla y los manglares, a los cielos y las aves, estampando con ellos sus diseños o imitando sus siluetas y texturas. De las selvas tropicales y sus exóticas plantas y hojas, al desierto o la sabana africana, pasando por las cálidas aguas de los arrecifes coralinos y los más profundos fondos marinos: la biodiversidad es tendencia.
El medio en el que coinciden todos es, sin duda, el acuático, y el que más literalmente ha acercado los océanos a las pasarelas ha sido Karl Lagerfeld para Chanel tirando de puesta en escena que haría las delicias de Bob Esponja. A él le siguen Givenchy y sus pececillas de escama plateada o los caballitos de mar y caracolas de Versace. Sin olvidar a Alexander McQueen y sus mitológicas anémonas y crustáceos. De los temibles escualos nadie ha querido acordarse, a excepción de Riccardo Tisci, que "les ha arrancado unos cuentos colmillos" y se ha hecho con ellos unos titánicos collares. Será que de un tiempo a esta parte los tiburones ya no surcan los mares y han encontrado su sitio aquí fuera.