El jardín secreto de Valentino
A vueltas con la magia de las ninfas, Maria Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli ofrecen la visión más pulcra de la naturaleza vista hasta el momento en la Semana de la Alta Costura de París.
La casa Valentino no es, desde luego, ninguna firma de marca blanca, ni en el prêt-a-porter, ni en la Alta Costura. Maria Grazia Chiuri y Pier Paolo Picciolo rasuraron, desde el principio y hasta el tuétano, el artificio del señor Garavani y se quedaron con sus entrañas. Aquellos órganos vitales de la elegancia que depuran al máximo en cada colección, por mucho que, como la vista esta tarde en París, se inspire en las criaturas mágicas de un jardín secreto.
Unas ninfas imposibles de reproducir por encargo, que empiezan el desfile encerradas en vestidos cuyo...
La casa Valentino no es, desde luego, ninguna firma de marca blanca, ni en el prêt-a-porter, ni en la Alta Costura. Maria Grazia Chiuri y Pier Paolo Picciolo rasuraron, desde el principio y hasta el tuétano, el artificio del señor Garavani y se quedaron con sus entrañas. Aquellos órganos vitales de la elegancia que depuran al máximo en cada colección, por mucho que, como la vista esta tarde en París, se inspire en las criaturas mágicas de un jardín secreto.
Unas ninfas imposibles de reproducir por encargo, que empiezan el desfile encerradas en vestidos cuyos tejidos adamascados simulan el trazado de una jaula, y se van liberando poco a poco de su herraje con diseños de líneas monacalmente puras pero cuya silueta se trabaja sobre combinaciones y formas, muchas viejas conocidas, y otras inéditas hasta ahora en la casa. Pierpaolo y Maria Grazia se atreven con todo tipo de prendas, desde abrigos, a capas y chaquetillas, y prueban con las asimetrías, algunas formas geométricas y volantes allí donde parecía que no tocaba.
El hibiscus y las flores de lis se dibujan sobre tules de seda, shantungs y rafias, organzas o blondas de chantilly, a golpe de perlas de porcelana así como hojas metalizadas, pero en en su caso, por mucho detalle y ornamento vegetal que haya, el resultado final es tan sorprendentemente austero, ligero y delicado, que las interminables horas requeridas para elaborar cada una de las piezas, se borran de un plumazo.